_
_
_
_

Rosa María Calaf : «Rechacé dirigir TVE porque soy periodista, no gestora»

Ha sido la corresponsal más famosa de la televisión. Ya está jubilada, aunque «en el periodismo si quieres siempre estás activo». Hablamos con ella sobre su carrera, el machismo y cómo se ha sentido por priorizar su profesión por encima de la maternidad.

Señoras de las que aprender.
Señoras de las que aprender.Gianfranco Tripodo.

Su estilo peleón, ligeramente ácido, y su pelo rojo (con mechón) la convirtieron en la corresponsal más famosa de nuestra televisión. Hasta que un ERE la obligó a jubilarse, «aunque en esta profesión, si quieres, nunca dejas de estar en activo». Ahora Rosa María Calaf da conferencias por todo el mundo, colabora con varias ONG y, a sus 73 años, hasta la han tanteado para dirigir RTVE. «Lo rechacé. Soy periodista, no gestora». Entró en televisión en los setenta. «Pasé un casting hablando de la igualdad y la transversalidad de la mujer en la sociedad. Luego mi primer reportaje fue ¡un desfile de moda!».

Siempre supo que lo suyo iba a ser trotar por el mundo. «He estado en 183 de los 196 países de la ONU. Estudié Derecho antes que Periodismo: quería ser diplomática. Me fascina viajar, conocer mundo a través de sus gentes. A los 18 años me fui a Suecia haciendo autostop. Siempre con el apoyo de mi padre, que me educó para ser responsable. Ahora cuando doy charlas a padres siempre les animo a educar a los niños para ser independientes. Que les dejen equivocarse y aprender de sus errores». Que miren al mundo sin prejuicios: «Aún me sorprende el machismo de Japón. Tan puntero en tecnología y con una estructura social tan androcéntrica. Pero, sobre todo, me emociona la capacidad de resiliencia de las mujeres en Latinoamérica. Sometidas al patriarcado, maltratadas. Aún así, casi todo el activismo en la región está liderado por ellas».

Ha sido corresponsal de RTVE en EE UU, Argentina, Italia y la zona de Asia-Pacífico. En tiempos de la Perestroika abrió la corresponsalía en Moscú. «Como periodista lidias con la censura. Más si eres mujer en países con fundamentalismos religiosos –del islamismo al judaísmo–. O con férreas estructuras patriarcales. Te cierran los accesos, pero gozas de libertad en el ámbito femenino. Hablando con las mujeres te enteras de verdad de lo que pasa, más allá de la versión oficial». Ha aprendido a detectar otro tipo de censura, más sutil: «Sucede cuando te halagan o te tratan excesivamente bien. Todo para que no hables mal de tal gobierno o tal personaje.

Disfruta de su independencia y le exaspera que «a nosotras se nos cuestione por no tener hijos o por priorizar nuestra carrera por encima de la maternidad. Yo fui un bicho raro. Medio siglo después no ser madre, tener solo un hijo o tenerlo tardío, es seguir siéndolo».

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_