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Aixa Villagrán
Aixa VillagránMario Cáceres

Aixa Villagrán: “Las actrices en España, si no somos unos pibones, empezamos a currar más mayores”

Con 45 años, la intérprete gaditana saborea ahora un éxito que antes se le negó: “Hice muchas cosas que no me interesaban para poder comer”

Los padres, de un pueblo de Cádiz donde todos se llamaban Pepes y Pepas, pusieron a la niña Aixa y, claro está, nunca volvió a ser una más. Sus tías, incapaces de escribir bien su nombre, se rindieron a poner “la niña de la Conchi” detrás de sus fotos. Pero la niña creció, abrazó su vocación interpretativa y tras más de 20 años luchando para que en los castings vieran en ella algo más que un personaje de una sola frase, consiguió que no solo sus familiares, sino millones de espectadores, se aprendieran su nombre. Vida perfecta, En los márgenes, La chica de nieve, La Mesías nadie trabaja hoy más —y mejor— que Aixa Villagrán (Sevilla, 45 años). Y la serie de Movistar+ Bellas Artes es la más reciente prueba.

No le ha dado por pintar tras rodar Bellas Artes, pero sí ha confesado su deseo de escribir o dirigir.

Ojalá algún día tenga tiempo para sacar todo lo que tengo. Las mujeres tenemos tantas historias que contar que me entra ansiedad solo de pensarlo. Necesitamos guiones que nos interpelen a nosotras, pero es difícil que te den la oportunidad. Es una doble presión porque también nos condenan mucho por equivocarnos.

Es la actriz con la agenda más ocupada de la industria.

A mí me ha empezado a llegar el trabajo a los 40. Mi teoría es que a las actrices en España, si no somos unos pibones, no nos llaman hasta cumplir una edad. Blanca Portillo, Nathalie Poza… todas somos guapísimas, pero no cumplimos con el canon de belleza masculino heterosexual, así que empezamos a currar más mayores.

Le suele acompañar la etiqueta de ‘secundaria de lujo’...

No la había oído, pero ya te digo que ser actriz secundaria es una maravilla. He hecho muchas cosas que no me interesaban para poder comer, hoy puedo hacer papeles que me gusten de verdad.

Con el éxito también aumentan las alfombras rojas. ¿Cómo es su relación con la moda?

Siempre me ha gustado, pero aquí nos falta ser más visionarios. Las marcas de moda más conocidas en España ni me dejan ropa ni me maquillan, mientras que en Francia o Italia sí. Dicen que no tengo suficientes seguidores en Instagram. Las mujeres estamos mucho más supeditadas al capitalismo de la belleza… ¿Sabes la presión que tenemos con estar siempre divinas para la foto?

¿No cumplir con el cliché estético de mujer sevillana ha sido un hándicap en su carrera?

Me decían que tenía un físico peculiar, me daban personajes sin arco ni evolución. Pero ha ido cambiando, he hecho dramas...

Dicen que detrás de un cómico siempre hay un drama…

Viene del clown: el payaso sufre, pero se ríe de su tragedia para hacer reír. Soy sufridora, intensa y tiendo a la nostalgia. Pero he hecho mis terapias y me tomo las cosas con menos peso que antes.

Se define como un poco punki. ¿Falta algo más de eso en su gremio?

Lo echo de menos, pero no lo crítico cuando no lo hay porque tenemos mucha presión. Cuando vas a La Resistencia y al día siguiente están los haters poniéndote a parir desde sus casas comiendo cheetos te entra ansiedad. Somos frágiles y vulnerables. Me encantan Sofía Vergara o Candela Peña, pero entiendo a la gente que se protege porque estamos muy expuestos.

Y mientras luchaba por hacerse un hueco, su hermano Julián ganaba un Goya. ¿Cómo se gestiona eso?

Siempre ha sido mi referente. Él trabajaba muchísimo y yo no curraba, es verdad, pero me alentaba, me daba lecciones de vida y yo aprendía mucho de él. Es más introvertido, nunca ha vacilado de nada, yo soy más pavo real cuando las cosas van bien. Es más, el Goya lo teníamos en la habitación de invitados.

Tras dar vida a una inspectora en La chica de nieve y a una monja en La Mesías, con qué se queda: ¿la placa o el crucifijo?

Te puedo decir cuál de mis novios es mi preferido, pero entre personajes no puedo elegir. Hacer de policía es la cosa más divertida del mundo, pero interpretar a una opusina es muy guay. El coraje que me dio La Mesías fue no tener más papel y se lo dije a Los Javis directamente. Me lo pasé tan bien con ellos que quiero que me llamen para algo más grande.

Cuando vuelve a su casa en Sevilla, ¿qué no puede faltar en la mesa?

Mi madre se ríe de mí porque lo primero que le pido siempre es la ensaladilla, que es la mejor de toda España y quien diga lo contrario no tiene ni idea. La patata está más cocida, lleva gamba y se sirve templada.

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