_
_
_
_

Diseñados por hombres para hombres: por qué el sexo con robots no tiene fuerza entre las mujeres

El creciente mercado de la tecnología sexual está dejando de lado ciertos aspectos que pueden condenar la robosexualidad a la cosificación

Sexo con robots
Un fotograma de la película 'Ex Machina', actualmente disponible en Movistar Plus+.

El experto en inteligencia artificial David Levy aseguró en Amor y sexo con robots (Ediciones Paidós, 2008) que el sexo con robots pronto sería tan habitual como el sexo entre personas. “El número de actos y de posturas sexuales practicadas entre personas crecerá cuando los robots enseñen todo lo que se pueda enseñar de todos los manuales sexuales de todo el mundo. El amor y el sexo con robots a gran escala es algo inevitable”, escribió. Casi 20 años después, en el Consumer Electronics Show, la empresa Real­botix ha sorprendido a los asistentes con Aria, una humanoide que imita emociones, busca conexiones reales con las personas y es sumamente atractiva. De hecho, ya hay quienes hablan de Aria como “el robot para solteros”, pues el mercado de la tecnología sexual es sumamente beneficioso. Mientras que en 2023 su valor se acercaba a los 30 mil millones de dólares, se espera que en 2032 supere los 100 mil millones. En esta fiesta de números apabullantes lo que no parece cuajar del todo son los robots sexuales para mujeres.

Películas como Austin Powers o Ex Machina se han encargado de introducir a sensuales humanoides femeninas en la cultura popular. Mientras que al retratarlas, sus siluetas y comportamientos son ajenos a la comicidad, en BoJack Horseman aparece un robot sexual llamado Henry Fondle en el que, al contrario de lo que ocurre con los ejemplos anteriores, prima la chatarra, las carcajadas y cómo no, el sexo. De hecho, el robot, construido por uno de los personajes, tiene diferentes dildos y plugs anales que su creador, que sin tapujos lo presenta como “un robot sexual”, ha pegado a su estructura. Es posible que el nombre no sea casualidad, pues hace tiempo los medios de todo el mundo dieron gran cobertura a Henry, un sexbot de Realbotix que prometía revolucionar la vida sexual de las mujeres. Finalmente, el robot no fue más que un prototipo, pese a que sus versiones femeninas, Harmony y Solana, sí salieron a la venta en 2018. “Si somos crueles, Henry es un consolador de alta calidad conectado a un elegante maniquí con un altavoz bluetooth en su cabeza”, escribió ese año la periodista Allison P. Davis en un artículo publicado en New York Magazine en el que narraba su visita a Realbotix. Tras señalar que una encuesta puesta en marcha en 2016 en la Universidad Tufts desveló que mientras que dos tercios de los hombres tendrían sexo con un robot, dos tercios de las mujeres dijeron que jamás lo harían, Matt McMullen, fundador de Realbotix, alegó que el motivo por el que creó a Henry fue “representar a ambos géneros” y acallar a quienes le acusaron de objetivar a las mujeres con sus sensuales fembots. “Henry no ha sido creado porque haya demanda alguna en el mercado”, aclaraba la periodista. “Creo que al crear un robot masculino habría que centrarse más en la capacidad de conversar y de recordar para que quien lo compre sienta que hay alguien ahí”, comentaba McMullen. Por aquella época se prometía que Henry recitaría poesía a sus compradoras. “Esto demuestra que los robots masculinos también pueden fomentar estereotipos de género. La promesa de que Henry recitaría poemas ahonda en la idea de que la mujer busca otro tipo de relación que va más allá del contacto físico, algo que es así en algunos casos pero en otros muchos, no”, advierte Lorena Blasco-Arcas, Catedrática de Marketing en ESCP Business School y Co-fundadora y Directora del centro de investigación TRACIS (Transformative Research on AI for companies, individuals and society).

Según las palabras de McMullen y ateniendo a las habilidades poéticas de Henry, los robots masculinos sirven como compañía, no para practicar sexo. En la actualidad, la web de la empresa asegura que la finalidad de sus robots es acompañar a quienes los compran. “Nuestra Inteligencia Artificial hace que nuestros robots sean perfectos para el hogar y para abordar la epidemia de soledad que acecha a Norteamérica, así como para acompañar a las personas mayores y a quienes están aislados por motivos geográficos o de salud”, aseguran. Sin embargo, los robots que aparecen en la web son dos mujeres jóvenes y bellas, mientras que el robot masculino tiene los rasgos de un señor mayor.

“Los robots sexuales están dirigidos a hombres. No espero que lleguen a ser algo común. Lo que sí es más habitual es el desarrollo de novias y novios con IA”, explica a S Moda la experta en Inteligencia Artificial Kate Devlin. “Los robots sexuales reflejan la situación en Silicon Valley: su tecnología está diseñada por hombres, para hombres”, comentaba en el podcast With Reason.

Pere Estupinyà, autor del libro La ciencia y el sexo (Debate, 2023) y comunicador científico, opina que “no hay robots con pene ni se está avanzando en esa dirección porque no hay interés ni demanda en ellos por parte de mujeres. De hecho, la mayoría de juguetes sexuales para mujeres no son fálicos con movimientos para entrar y salir, sino vibradores para estimular el clítoris y si acaso, dildos con formas especiales para favorecer la estimulación del punto G. Hay infinitamente más hombres que podrían sentir interés para tener sexo con una robot humanoide que mujeres con un robot humanoide”, explica. Al terminar su artículo publicado en New York Magazine, la periodista Allison P. Davis hizo una aclaración. “No tuve relaciones sexuales con Henry. Y para responder a la pregunta que todos se están plantenado: tampoco voy a tener relaciones sexuales con Henry en el futuro”. Sus palabras reafirman las de Estupinyà y Devlin y también, las conclusiones de un estudio publicado en Journal of Social and Personal Relationships que indicaba que los hombres más sexistas son quienes tienen un interés significativamente mayor en la robosexualidad, mientras que las mujeres prefieren la roboamistad.

¿Es de verdad el futuro del sexo robótico?

Estupinyà explica que la robosexualidad (o erobotics) se refiere a la aplicación de nuevas tecnologías como la realidad virtual, la inteligencia artificial o incluso la robótica para tener experiencias eróticas más realistas e interactivas. “La diferencia con el porno convencional es justo esta interactividad -el poder conversar o pedir acciones a un ser digital que reaccione de manera creíble- y respecto a los juguetes eróticos, los futuros robots sexuales interactivos prometen que no solo tendrán aspecto humano más realista y textura más natural, sino que reaccionarán a una caricia, hablarán y tendrán expresiones faciales que conectarán emocionalmente con lo que Sherry Turkle llama “botones darwinianos”, por lo que la experiencia sería mucho más realista”, asegura antes de matizar que el último escenario lo ve “bastante lejano”.

“Los avatares sexuales interactivos, personalizados y armados con inteligencia artificial pueden alimentar fetichismos, pero los robots no creo que afecten a nuestras relaciones sexuales convencionales. Si llegan a funcionar -que lo dudo-, serán un elemento más. Quizá la única transformación importante sería en las personas que por un motivo u otro no pueden tener acceso a compañeros o compañeras sexuales”, explica Estupinyà.

En 2016, The Sun publicó un artículo en el que el futurólogo Dr. Ian Pearson aseguraba que en 2025, las mujeres preferirían mantener relaciones sexuales con robots antes que con hombres reales. ¿De verdad será así? “Para nada. He visitado laboratorios punteros de robótica en Stanford, el MIT y en Europa y lo que tienen en robótica social resulta decepcionante. Se ha avanzado mucho en robótica industrial y médica, pero en robótica humanoide social muchísimo menos de lo que imaginábamos. La ciencia ficción y algunos futuristas sensacionalistas exageraron demasiado y pusieron unas referencias que no se han cumplido”, explica Pere Estupinyà. “Tardará en cumplirse porque los robots humanoides están muy lejos de parecerse lo suficiente a los humanos como para que una experiencia erótica con ellos sea satisfactoria. Y en caso de que salieran modelos excelentes, serían carísimos e incómodos de tener en casa”, comenta.

Pros y contras

Lucía Jiménez, sexóloga de Diversual, también habla del precio como un claro problema, pues señala que en la actualidad, apenas existen robots humanoides accesibles para el público de a pie, por lo que hasta que este tipo de artículos se comercialicen de forma más general y se puedan observar las reacciones de las personas, es imposible decir si tenía razón Pearson. “Es posible que, por un lado, estas máquinas sean capaces de suplir necesidades individuales, y que, por ello, se conviertan en un producto deseado. Sin embargo, estamos aún muy lejos de que eso pase”, aclara.

A medida que la tecnología evoluciona y se vuelve más accesible, parece inevitable que más personas tengan experiencias sexuales con robots. Sin embargo, advierten los expertos de LELO Tom Cheeswright, futurólogo aplicado, y Kate Moyle, experta sexual y terapeuta certificada, en el Informe sobre sexo y relaciones futuras, hay que controlar que no se conviertan en algo común. “Con su sumisión inherente y sus posibilidades ilimitadas de formas corporales, los robots podrían reforzar ideas poco realistas sobre las parejas humanas o permitir a las personas ensayar fantasías peligrosamente extremas”, indican.

“Una relación sexual implica relacionarse con alguien que, por supuesto, tiene sus propios gustos, sus apetencias y sus tempos. Una inteligencia artificial o un robot puede satisfacer los deseos personales, sin ponerlos en duda o sin tener que entrar en diálogo con los de otro ser con voluntad propia. Por ello las personas que busquen satisfacer sus fantasías, sin la complejidad (y profundidad) que inherentemente supone otro ser vivo, podrán elegir una IA antes que a una persona. En estas relaciones sexuales, la disponibilidad y el consentimiento estarán siempre dados por hecho. Cosa que nunca está dado por hecho en una relación sexual con otro ser humano”, añade Jiménez.la gente se podría acostumbrar a interactuar de un modo en el que no se tuviera tanto en cuenta a la otra persona, por lo que se podría instrumentalizar a las parejas sexuales con el fin de mantener relaciones sexuales. Es decir, que se traslada la interacción “humano – humanoide” a la relación entre dos seres humanos”, explica.

La necesidad de una nueva mirada

La activista Olimpia Coral es la responsable de la Ley Olimpia, compuesta por un conjunto de reformas legislativas, en distintos estados de México, encaminadas a reconocer la violencia digital y sancionar los delitos que violen la intimidad sexual de las personas a través de medios digitales. Asegura que la creación de robots con identidades humanas deshumaniza y cosifica los cuerpos femeninos, mientras que la inteligencia artificial y las tecnologías emergentes, como los robots sexuales, están configurando nuevas formas de abuso y explotación contra los cuerpos de las mujeres. “Al igual que el sexo con imágenes de realidad virtual, tampoco utilizan mujeres reales. Sin embargo, es menester recordar la coincidencia del cómo esta neo producción de la industria pornográfica reproduce las mismas circunstancias de abuso sexual y justifica su creación en lugar de terminar de raíz con esta opresión y abolir estas formas rentables de pedagogía del placer”, escribe en ‘Sexo con robots: la automización de la violación’.

Jiménez también advierte de la posible cosificación sexual de los cuerpos. “Para ello es importante que se reflexione al respecto, que se eduque. En una sociedad que cosifica, la tendencia será seguir cosificando. Quizás sea más interesante educar para que esa mirada cambie, que tratar de luchar contra un progreso tecnológico que ya se está dando”, advierte. Lorena Blasco-Arcas recuerda que se trata de una industria dominada por los hombres y que al existir algunas encuestas que indican que algunas mujeres podrían estar interesadas en robots masculinos, lo interesante sería diseñarlos con la perspectiva del deseo femenino. “De esta forma, y al añadir una mayor sofisticación en los diseños, se podría aumentar la demanda, pero creo que el hecho de que haya que abordar ciertos problemas éticos o de sesgo de género es importante para que ocurra. Los robots seguirán evolucionado, pero uno de los potenciales riesgos es perpetuar estereotipos que no fomenten una visión saludable de las relaciones íntimas y de la sexualidad humana”, asegura.

“La gente está dispuesta a hacer el amor con muñecas hinchables así que, en principio, cualquier cosa que se mueva supondrá una mejora”, decía sin tapujos Henrick Christensen, presidente de la European Robotics Networks del Real Instituto Sueco del de Tecnología de Estocolmo, en The Economist en 2006. Y aunque 19 años después, humanoides como Aria demuestran que las cosas han cambiado muchísimo y las mejoras se suceden, lamentablemente estos avances no están siendo acompañados de reflexiones profundas acerca de las consecuencias que puede tener el sexo con robots cuando tantas de las empresas que los están creando lo hacen programándolos a imagen y semejanza de lo que genera la industria pornográfica. Como señalaba Lucía Jiménez, lo interesante es por tanto educar la mirada para evitar la cosificación, pues al parecer, Levy tenía razón al decir que el sexo con robots va a ser inevitable. Lo que se puede evitar es que se repitan patrones tóxicos.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_