Un estudio en gemelos revela que un mayor nivel educativo se asocia con un mejor rendimiento cognitivo en la vejez
La investigación, que siguió a decenas de hermanos durante casi medio siglo, encontró también que una presión arterial elevada en la mediana edad influye en la capacidad cognitiva a los 90 años


Durante décadas, la ciencia ha intentado descifrar los secretos del envejecimiento cognitivo. Se ha comprobado, a lo largo de los años, que un mayor nivel educativo contribuye a disminuir el deterioro mental y retrasar la aparición de enfermedades neurodegenerativas. ¿Qué permite que algunas personas lleguen a la vejez con una mente lúcida mientras otras enfrentan un desgaste temprano? Aunque el riesgo de demencia ha sido ampliamente estudiado en adultos mayores de 65 años, se sabe poco sobre qué promueve la salud cognitiva en personas que alcanzan los 90 años.
En busca de respuestas, un equipo de investigadores del Instituto de Medicina Molecular de Finlandia emprendió una travesía científica que se extendió por casi medio siglo. Y siguiendo a una cohorte de gemelos desde 1975, un nuevo estudio que se publica este miércoles en la revista PLOS One revela hallazgos tan esperados como sorprendentes. Los científicos realizaron un seguimiento a 96 personas, todas nacidas antes de 1933, con edades entre los 90 y 97 años. Además, evaluaron múltiples variables, desde la presión arterial y el colesterol hasta los niveles de actividad física, así como también puntuaciones de riesgo de demencia.
Los resultados fueron claros. Aquellos con mayor nivel educativo —12 años o más de escolarización— y puntuaciones más altas en el índice educativo y ocupacional obtuvieron mejores resultados en todas las pruebas cognitivas, incluyendo fluidez verbal y memoria. De forma sorprendente, los participantes que presentaban presión arterial alta en la mediana edad mostraron un mejor rendimiento cognitivo en la vejez. Esta asociación inesperada también sorprendió a su autora principal, Anni Varjonen. “Hay varias razones por las que creemos que podría ser así. Por supuesto, lo primero es que teníamos un grupo muy pequeño de personas que reportaron tener presión arterial alta, y eso siempre puede hacer que el análisis estadístico sea menos fiable”, reconoce a EL PAÍS.
La muestra de gemelos completos que alcanzaron los 90 años fue limitada —solo 13 pares—, y la mayoría compartía estilos de vida similares, lo que restringió el análisis de las diferencias genéticas. Además, la hipertensión en la vejez sí mostró una relación negativa con la fluidez semántica. El estudio, por otra parte, indica una serie de limitaciones, como el tamaño reducido de la muestra, la posible selección de “supervivientes sanos”, es decir, personas más longevas y con mejor salud que la población general y la limitada potencia estadística para detectar efectos más sutiles. Coral Sanfeliu, experta en envejecimiento cerebral e investigadora en el Instituto de Investigaciones Biomédicas de Barcelona, opina que ante los hallazgos del estudio se debe tener cautela. “Aunque interesantes, los resultados deben ser interpretados con precaución. Se necesitan más investigaciones para confirmar y comprender mejor las relaciones observadas”, señala esta experta que no participó del análisis.
La actividad física realizada en la mediana edad también mostró una modesta asociación positiva con la fluidez verbal, pero no con otras funciones cognitivas. Otros factores cardiovasculares como el Índice de Masa Corporal y el colesterol no mostraron asociaciones significativas con el rendimiento mental en la novena década de vida. “Esto no debería desalentarnos. Llevar un estilo de vida saludable junto al ejercicio, buena dieta y sueño reparador sigue siendo fundamental”, agrega Sanfeliu.
La importancia del aprendizaje
Hasta el momento, la educación sigue siendo el factor más robusto frente al deterioro cognitivo, pese a que es un aspecto que sigue en debate. En 2017, los investigadores de la Universidad de Mashhad (Irán) identificaron una relación entre el nivel educativo y la resistencia al desarrollo de la enfermedad de alzhéimer. Otro análisis reciente de la revista Nature realizado con participantes de 33 países señala que la escolarización temprana mejora las facultades intelectuales a lo largo de la vida, pero no parece afectar el ritmo de deterioro ni el envejecimiento estructural del cerebro.
Los científicos liderados por Anni Varjonen indican que el nivel educativo también puede reflejar variables no medidas directamente, como la capacidad cognitiva en la infancia o el nivel socioeconómico. Aun así, para ellos el vínculo entre educación y función cognitiva tardía parece resistir el paso del tiempo. “No fue el foco de nuestro estudio, pero en mi opinión, por supuesto, que puede tener un impacto. Creo que sería muy positivo tener estimulación cognitiva a lo largo de la vida, y definitivamente beneficiaría la salud cerebral”, señala Varjonen.
En contraste, los factores cardiovasculares, aunque relevantes en etapas más tempranas de la vida, parecen tener una influencia más modesta en la cognición después de los 90 años. Al menos en este estudio. El catedrático del Instituto de Neurociencia de la Universidad Autónoma de Barcelona Ignacio Morgado señala que aunque es un análisis de larga data, se trata más bien de “una correlación”. “Lo que sí queda claro en el estudio es que la educación sigue siendo un factor protector perdurable”, sostiene.
“Esperamos seguir incorporando más participantes a medida que cumplan 90 años, así que tal vez podamos tener tamaños de muestra más grandes en el futuro y seguir trabajando con los gemelos de 90 años y aprender más sobre su salud cerebral”, concluye la investigadora principal.
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