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Baltasar Rodero, psicólogo: “Vivimos en una sociedad que predispone a la ansiedad”

En ‘La ansiedad del esquimal’, el autor ofrece una guía sencilla, divulgativa y de carácter práctico para hacer frente a las sensaciones físicas que provocan la ansiedad y los ataques de pánico

Baltasar Rodero, psicólogo
Baltasar Romero, autor de 'La ansiedad del esquimal'.FERNANDO DOMINGO-ALDAMA
Adrián Cordellat

Un habitante de un poblado situado en la región ártica puede vivir toda su vida sin pasar una gripe, ya que las temperaturas en esas latitudes son tan bajas que el virus no se puede transmitir. Por eso, si ese inuit viajase, por ejemplo, al invierno español y se contagiase de gripe, los síntomas serían tan desconocidos para él que lo primero que pensaría es que se está muriendo. Algo parecido, explica Baltasar Rodero Fernández (Santander, 48 años), doctorado europeo en Psicología y director del Centro Rodero Clínica de Neurociencias de Santander, es lo que le ocurre a las personas que sufren un ataque de pánico. Como desconocen los síntomas, los malinterpretan y se ponen en el peor de los escenarios posibles. “Lo que explica en este caso el malestar y el sufrimiento no son tanto las sensaciones que experimenta la persona como su desconocimiento, la incertidumbre”, sostiene el experto.

En La ansiedad del esquimal (Arpa), Rodero ofrece una guía sencilla, divulgativa y de carácter eminentemente práctico para hacer frente a las sensaciones físicas que provocan la ansiedad y los ataques de pánico, y también a una de las consecuencias más devastadoras de estos últimos, la agorafobia, que puede llegar a paralizar la vida de las personas. Rodero atiende a EL PAÍS por videollamada desde su consulta en Santander. A la tercera pregunta, acalorado, pide una pausa para quitarse el jersey de lana y se queda en mangas de camisa. “La entrevista me está provocando ansiedad”, bromea.

Pregunta. Varios estudios han señalado que los trastornos de ansiedad en el mundo se han disparado, especialmente tras la pandemia.

Respuesta. Podríamos decir que vivimos en una sociedad que predispone a la ansiedad. La ansiedad es un problema multifactorial, pero está claro que un factor que parece que tiene mucho que ver en este aumento de la incidencia es el estilo de vida actual, que de alguna manera predispone a ella. Vivimos en un mundo altamente demandante, tremendamente exigente. Todos sentimos en nuestros trabajos actuales más presión por la famosa productividad. Los dispositivos tecnológicos también han influido mucho, el hecho de estar siempre conectados, siempre interpelados por notificaciones y alarmas, permanentemente expuestos a una acumulación de noticias negativas y alarmistas. Y a eso hay que añadir que vivimos en una sociedad con salarios precarios, el precio de la vivienda disparado. Casi todo a nuestro alrededor predispone a la ansiedad.

P. “Muchos adultos de hoy crecieron en un ambiente donde, en la gran mayoría de las familias, un sueldo permitía comprar una casa, criar a tres o cuatro hijos e ir a un restaurante de vez en cuando”, escribe. Que hoy no se cumpla ese ideal, además de nostalgia e insatisfacción, ¿también puede generar ansiedad?

R. Desde luego. A veces el contexto explica enormemente que tengas ansiedad. Vemos en consulta a muchos pacientes que están en esa década entre los 30 y los 40 años, una franja de edad en la que uno quiere independizarse y llevar a cabo su vida, y existe una gran insatisfacción por la brecha que existe entre lo que ellos esperaban y la realidad. Nuestro cerebro anhela la previsibilidad, la seguridad, saber qué va a pasar. Si tú has crecido con unas expectativas y de repente te encuentras con una vida en la que pese a tener dos salarios en casa, no te puedes comprar una casa o tener hijos…

P. ¿Existe un retrato robot de la persona con ansiedad?

R. Sabemos que las personas que son más nerviosas tienen más predisposición a la ansiedad. Seguramente en la época de las Cuevas de Altamira ser nervioso era una ventaja, porque te permitía reaccionar antes frente a los peligros, pero en el siglo XXI ser nervioso es una desventaja, porque predispone a la ansiedad. Las personas con alto neuroticismo, alta responsabilidad y autoexigencia también están más predispuestas. Y luego otro perfil que destacaría es el de la gente que tiene escasa asertividad, que está sometida de manera continuada a situaciones que le disgustan por no saber decir “no” o poner límites.

P. ¿La ansiedad precede al ataque de pánico?

R. Normalmente cuando se produce un ataque de pánico —a no ser que sea producto de un hecho traumático y repentino que actúe como desencadenante— es porque ha habido previamente una ansiedad latente, anticipatoria. Cuando se vive al filo de la navaja durante mucho tiempo, con esa ansiedad latente, al final puede producirse un ataque de pánico.

P. Sorprende ver que en los testimonios que recoge en su libro, la mayoría coincida al equiparar las sensaciones que les despierta el ataque de pánico con un ataque al corazón.

R. Algunos de los síntomas más frecuentes de un ataque de pánico son las taquicardias, la sudoración, los mareos, la inestabilidad, los sofocos, cuesta respirar… Así que es muy habitual que los que acaban en Urgencias lo hagan porque creen que les está dando un ataque al corazón o que están sufriendo un ictus. El principal problema aquí es el desconocimiento de la ansiedad. Por eso me gusta decir que, si en los institutos se instruyese a los chavales sobre la ansiedad, su manejo y cómo reaccionar, nos ahorraríamos mucho sufrimiento en el futuro.

P. Sobre todo porque, como explica en el libro, esos ataques de pánico, cuando se malinterpretan los síntomas, pueden derivar en agorafobia.

R. Las personas que han sufrido un ataque de pánico lo que buscan ante todo es que la experiencia que han vivido no se repita. Si esta se empieza a repetir aquí y allá, al final, sin querer, su vida se va a ir reduciendo, lo que va a afectar a su calidad de vida e, incluso, a la calidad de vida de su entorno más cercano. Es un cuadro que presenta bastante comorbilidad con estados de ánimo depresivos, ya que la agorafobia paraliza tu vida.

P. Solemos asociar el concepto agorafobia con el miedo a los lugares cerrados o a los espacios con mucha gente.

R. La gente con agorafobia suele evitar los lugares de los que, si le vuelve a dar un ataque de ansiedad, sienten que no van a poder escapar o no van a poder recibir ayuda. Yo a veces les pregunto: si te garantizan que no vas a tener sensaciones malas, ¿irías a ese centro comercial, a esa manifestación? Y la respuesta siempre es sí. Esto demuestra que más que fobia a lugares en los que es difícil pedir ayuda o escapar, lo que teme la persona son las sensaciones. Por lo tanto, si quitamos el miedo a las sensaciones, esa persona puede acabar yendo a cualquier sitio.

P. Usted propone en el libro ejercicios que uno podría calificar de masoquistas, ya que consisten en provocarse sensaciones molestas típicas de la sintomatología de un ataque de pánico (apretarse la garganta, hiperventilar, acelerar el corazón…).

R. Este es el tratamiento necesario y descrito científicamente. Ten en cuenta que si mi cerebro, merced a una mala interpretación, ha aprendido que una taquicardia es peligrosa, siempre va a responder ante ella de una manera automática e incontrolable. Por eso yo le tengo que enseñar que en la mayoría de las ocasiones una taquicardia no es peligrosa. ¿Cómo le enseñamos eso? Mediante la exposición a taquicardias. ¿Por qué? Porque el cerebro se modifica con base en experiencias e, igual que ha aprendido a reaccionar de forma descontrolada ante una taquicardia, también puede aprender que esas sensaciones que en su día grabó como peligrosas realmente son solo incómodas y desagradables. Si se hacen bien las cosas, entrenando al cerebro para que se desensibilice de manera progresiva, igual que ahora la amígdala se estimula cuando se aceleran las pulsaciones, con la experiencia vamos a conseguir que no responda gracias a la plasticidad cerebral, ya que la suma de experiencias neutras puede modificar el cerebro de la misma forma en que lo modifica la experiencia traumática.

P. Este tratamiento pasa por la terapia psicológica. Sin embargo, ya sea por la falta de profesionales o por la falta de tiempo de estos profesionales, España es uno de los países de la OCDE donde más ansiolíticos se consume.

R. Es cierto que en determinados casos el tratamiento farmacológico está indicado como un tratamiento coadyuvante para personas que no hayan respondido bien a la primera alternativa, que es la intervención psicológica; o para gente que tiene una severidad de síntomas muy grave. En todo caso, en ninguna guía de práctica clínica se dice que el tratamiento idóneo para un desorden de ansiedad sea un ansiolítico a solas.

P. De la ansiedad y de la agorafobia, ¿se sale?

R. Sí, desde luego. Con un tratamiento adecuado en un 80% de los casos se esperan tasas de éxito en cuanto a mejora. Y cuanto antes llegue la intervención, más favorable será el pronóstico. Pero claro, por mucho que esa persona trabaje, si luego en su día a día tiene presiones económicas o una situación de vulnerabilidad, la propia situación será una generadora constante de ansiedad. Y lo mismo pasa en el caso de personas que tienen rasgos de personalidad que predisponen a la ansiedad. En estos casos concretos también hay que trabajar esos rasgos, para que además de controlar los síntomas de la ansiedad, estas personas aprendan a tomarse la vida de una manera más relajada, con menos drama.

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Sobre la firma

Adrián Cordellat
Escribe como colaborador en EL PAÍS desde 2016, en las secciones de Salud y Mamás&Papás. También ha colaborado puntualmente en Babelia y en la sección de Cultura, donde escribe sobre literatura infantil y juvenil. Dedica la mayor parte de su tiempo a gestionar la comunicación de sociedades médicas y científicas.
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