La relación entre deporte y enfermedad: “Tengo diabetes tipo 2 y me dicen que me lo he buscado”
Una investigación explica el rol del ejercicio y el sedentarismo en la secreción y resistencia a la insulina. Casi el 90% de los diabéticos tipo 2 tiene sobrepeso u obesidad
“Tengo diabetes tipo 2 y me dicen que me lo he buscado”, explica Mari Carmen, de 35 años. Le diagnosticaron obesidad tipo 1 y después “llegó el tema de la insulina”, añade. “Bueno, no sé qué vino primero. Lo que tengo claro es que me ha dicho el médico que debo ponerme a entrenar y modificar lo que como. No me queda otra”, reconoce con cierto escepticismo.
La diabetes es una enfermedad que se caracteriza por una mala gestión en el metabolismo de la glucosa, provocando que aumente los niveles de esta en sangre. La glucosa procede de los alimentos que consumimos y la insulina, que es la hormona producida por el páncreas, es la encargada de darle salida para que esta glucosa sea utilizada en las células como fuente de energía, o almacenada en forma de glucógeno. En la diabetes tipo 1 el organismo no produce insulina. En la diabetes tipo 2, la más habitual, si bien existe una alteración en la primera fase de secreción de la insulina, el problema reside en una resistencia tisular (de los tejidos) a la misma. Es decir, que los receptores de las células no responden a su interacción, impidiendo su acción fisiológica. Si esto ocurre, la glucosa no entra en la célula y queda acumulada en la circulación.
Una investigación reciente publicada por el Journal Applied Physiology admite que el ejercicio y la inactividad son modificadores de la función de las células beta y el riesgo de diabetes tipo 2. El trabajo analiza los factores que se ponen en juego cuando una persona hace ejercicio, cuando deja de hacerlo y se vuelve inactivo. “Elementos que modifican la secreción de la célula Beta pancreática desde los cambios que el ejercicio o el sedentarismo producen sobre el músculo, hígado, intestino, sistema nervioso autónomo y corteza suprarrenal. La disfunción de la célula Beta pancreática es la primera anomalía que sucede en el comienzo de la diabetes tipo 2. Este estudio refuerza la necesidad de priorizar las acciones en este tipo de pacientes encaminadas aumentar un ejercicio físico sostenible y evitar el sedentarismo”, afirma la doctora Clotilde Vázquez, jefa del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz (Madrid).
Estilo de vida
“Las causas de la diabetes tipo 2 son múltiples, pero la más frecuente de todas es la disfunción de la célula beta pancreática”, explica Vázquez. “Esto ocurre como consecuencia de factores ambientales que concurren en una persona con cierta predisposición genética. De hecho, la diabetes tipo 2 tiene un componente hereditario mucho mayor que la diabetes tipo 1, pero solo se desarrolla en general si a lo largo de la vida concurren algunas otras circunstancias como el paso de los años (que no podemos modificar) y otros factores modificables: la obesidad, especialmente si la ganancia de grasa es abdominal con aumento de la grasa visceral, el sedentarismo y una alimentación incorrecta. Casi el 90 % de las personas con diabetes tipo 2 tienen sobrepeso u obesidad. Ahí se ve la importancia que juega esta ganancia de grasa sobre la aparición de la diabetes”.
“Me levanto temprano, duermo mal, como casi todos los días fuera de casa y tengo mucho lío como para ponerme a hacer ejercicio”, admite Mari Carmen. Empezar por pequeños pasos es clave para plantar cara al sedentarismo. Metanálisis admiten que “hay evidencia sólida de que el ejercicio aeróbico regular solo o en combinación con el entrenamiento de fuerza es efectivo para mejorar la calidad de vida en adultos con diabetes tipo 2″. La importancia de ese estilo de vida es clave. “Una persona sedentaria con solo sobrepeso y una alimentación incorrecta tiene muchísimas papeletas de desarrollar una diabetes tipo 2, mientras que una persona activa con una alimentación sana, es muy probable que se pueda defender, aunque tenga sobrepeso y predisposición genética. Los tres factores de estilo de vida influyen no solamente sumatoria, sino exponencialmente. Pero la actividad física y la alimentación sana son cruciales”, subraya la doctora Vázquez.
Que la fuerza le acompañe
En este sentido, el entrenamiento de fuerza es clave y habría que perder el miedo a realizarlo de forma supervisada. Organismos como la ACSM (American College of Sports Medicine) lo han incluido entre sus recomendaciones. La alta intensidad tiene mayores efectos beneficiosos que el entrenamiento de fuerza de intensidad baja a moderada en términos de manejo general de la glucosa y atenuación de los niveles de insulina, algo que ya refuerzan metanálisis como el publicado por International Journal of Environmental Research and Public Health.
La organización internacional recomienda realizar ejercicios que impliquen grandes grupos musculares, dos o tres días a la semana, pero nunca en días consecutivos, al 50 % al 69 % de 1RM (repetición máxima), o vigoroso al 70 % al 85 % de 1RM. “En la última década, se ha producido un enorme avance en el conocimiento de los beneficios específicos de la actividad de fuerza, del entrenamiento muscular, frente a la actividad física sin resistencia. La actividad de fuerza mejora la sensibilidad a la insulina, (es decir, atenúa la insulina resistencia), con lo que contribuye de manera importante a disminuir los niveles de glucemia, además de muchos otros efectos beneficiosos a nivel de emocional, cognitivo, metabólico, de incremento de la termogénesis, mejorando además la autonomía funcional de quien lo practica”, comenta la doctora Vázquez.
Esos son algunos de los motivos por los que pacientes como Mari Carmen deben comenzar a entrenar fuerza, aunque a priori, les suene extraño. “A ver, caminaba un poco, pero poco. Coger mancuernas, no termino de verlo, me da cierto reparo, pero si ustedes me dicen que puede ayudarme, le daré una oportunidad”, señalaba antes de comenzar su programa de entrenamiento. “Los médicos hemos recomendado durante mucho tiempo la actividad aeróbica en función del conocimiento disponible, pero actualmente, la evidencia es tan fuerte, que constituye una prioridad, y muy especialmente en mujeres. Pero para ello, nuestros pacientes tienen que perder el miedo al entrenamiento de fuerza porque todavía a veces se asocia el ejercicio de fuerza a riesgo de lesiones, hipertrofia muscular... Para eliminarlo es importantísimo acudir a un especialista en entrenamiento de fuerza que valore la persona, sus capacidades, limitaciones y paute los entrenamientos de manera progresiva, paulatina y sostenible para obtener los inmensos beneficios que este tipo de actividad física produce”, recomienda la jefa de Endocrinología del Departamento de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Fundación Jiménez Díaz.
De la teoría a la práctica
Conozca los riesgos del descontrol de la patología y ponga soluciones. “Una diabetes tipo 2 aumenta inmediatamente el riesgo cardiovascular junto a otros riesgos. La enfermedad cardiovascular es la primera causa de muerte en nuestra sociedad, la causa de muerte más frecuente en mujeres mayores de 50 años y con mucho, la causa más frecuente de muerte en la población que padece diabetes tipo 2″, afirma la doctora Vázquez. “Mecanismos complejos en los que la insulinorresistencia y los cambios metabólicos que suceden al tener crónicamente elevada la glucosa en sangre (junto con una mayor prevalencia de hipertensión arterial, elevación de los lípidos, daño renal y daño neurológico) explican la mayor probabilidad de tener alguno evento cardíaco isquémico. Existe una evidencia fuerte de la función preventiva de la actividad física, la alimentación mediterránea y la perdida de grasa junto al tratamiento farmacológico adecuado”.
Tenga en cuenta las recomendaciones de organismos como la ACSM.
- Compagine ejercicio aeróbico frecuente con entrenamiento de fuerza, preferiblemente a intensidades altas, supervisado por un profesional de la Actividad Física y el Deporte.
- Se recomienda la autorización médica (y las pruebas de ejercicio) antes de comenzar actividades más vigorosas que caminar rápido para adultos con signos o síntomas de accidente cerebrovascular, mayor duración de la diabetes, edad avanzada u otras complicaciones relacionadas con la diabetes.
- Las personas no deben comenzar a hacer ejercicio con una glucosa en sangre >250 mg·dL−1 (13,9 mmol·L−1) si hay niveles moderados o altos de sangre o cetonas urinarias. Tenga cuidado durante el entrenamiento con una glucosa en sangre >300 mg·dL−1 (16,7 mmol·L−1) sin exceso de cetonas, manténgase hidratado y comience solo si se siente bien.
- Se aconseja a las personas que se hidraten adecuadamente bebiendo líquidos adecuados antes, durante y después del ejercicio, así como que eviten hacer ejercicio durante el calor máximo del día o bajo la luz solar directa para evitar el sobrecalentamiento.
- Particularmente para cualquier persona que use insulina es importante llevar fuentes de carbohidratos de acción rápida durante el entrenamiento para tratar la hipoglucemia y tener glucagón disponible para tratar la hipoglucemia grave (si es propensa a desarrollarla).
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