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Una mano biónica para Sara

Dos estudiantes utilizan la impresión 3D para fabricarle una prótesis a una amiga, que nació sin un antebrazo y una mano

De izquierda a derecha, Sergio Sánchez, Sara Martín y Javier Blanco en el laboratorio de la Escuela de ingeniera EDDM el pasado 31 de marzo.Foto: JAIME VILLANUEVA | Vídeo: SERGIO SÁNCHEZ Y JAVIER BLANCO
Inés Sánchez-Manjavacas Castaño

Sergio Sánchez y Javier Blanco, ambos de 26 años y de Madrid, son amigos de siempre, “desde el colegio”, asegura el segundo. En 2020 estudiaban juntos un máster en impresión 3D y fabricación avanzada cuando decidieron que su Trabajo de Fin de Máster (TFM) podría servir para ayudar a su amiga Sara Martín. La joven, de 24 años, nació sin el antebrazo y la mano izquierdos y ellos crearon una prótesis de ambas extremidades. “Queríamos mezclar la ingeniería con la medicina. Se lo propusimos a Sara y enseguida dijo que sí”, cuentan emocionados.

Tres años después ya van por la segunda versión: “Empecé a usar el modelo anterior, pero enseguida me dijeron que lo podían mejorar”, dice la joven madrileña. La primera prótesis que desarrollaron era mecánica. Funcionaba a través de unos cables que conectaban el codo de Martín con la mano artificial, de forma que cuando doblaba el codo, se cerraba la mano. La segunda versión es mioeléctrica. Es decir, que cuenta con electrónica y tiene dos electrodos conectados a los músculos flexores y extensores de la mano, en el brazo, para realizar los movimientos de apertura y cierre de la mano.

“Cogemos un músculo que, debido a la falta del miembro, no tiene ninguna función y se la damos gracias a los sensores”, explica Blanco. Los sensores transmiten vía bluetooth las señales eléctricas que emiten los músculos a un teléfono móvil, que las convierte en órdenes concretas. De esta forma, cuando Martín aprieta uno de los músculos, la mano se abre o se cierra.

La madrileña había utilizado antes otras prótesis estéticas, sin funcionalidad, pero no le gustaban. “Pesaban mucho, eran muy artificiales y al final me acostumbré a no llevarlas”, expresa la joven. Había probado también otros modelos mioeléctricos, pero tenía el mismo problema con el peso, eran muy grandes para ella y “costaban una barbaridad”. Martín se queja de que, aunque hay ayudas, no todos los modelos pueden acogerse a ellas y la financiación es escasa.

Los electrodos de la prótesis utilizan la energía eléctrica de dos músculos del brazo para abrir y cerrar la mano.
Los electrodos de la prótesis utilizan la energía eléctrica de dos músculos del brazo para abrir y cerrar la mano.Jaime Villanueva

Una de las ventajas de la tecnología de impresión 3D en casos como este es que permite abaratar los costes. Sin contar las horas de trabajo, Blanco y Sánchez calcularon que el coste de la fabricación de la primera prótesis está alrededor de 60 u 80 euros. En el caso de la segunda, al ser un sistema más complejo, el importe ascendería a unos 200 euros, aunque esa cifra está sin precisar porque el prototipo mioeléctrico no está terminado y siguen haciendo ajustes.

Al ser un proyecto de TFM, la gran mayoría de los costes los ha asumido el centro en el que cursaban la titulación, la escuela de ingeniería EDDM de Madrid, por lo que ellos no han tenido que hacer apenas contribución económica. Asumen que, en el caso de que su prototipo se convirtiera en un producto real, su precio final de venta sería de 1.000 euros para el primer modelo y 1.500 euros para el segundo.

Antes de comenzar el proyecto hicieron un estudio de mercado para averiguar qué inversión puede suponer una prótesis de estos tipos. Costarían en torno a 2.300 y 4.000 euros respectivamente, un cálculo que hicieron con los precios del catálogo de prestaciones ortoprotésicas de Ministerio de Sanidad. Sin embargo, “los precios marcados ahí están muy por debajo de los precios reales”, reconoce Blanco.

Otra ventaja de esta tecnología es que permite un grado bastante alto de personalización, destacan los tres jóvenes. “Lo importante era que fuera lo más útil y lo más cómoda para Sara”, explica convencido Sánchez. Para fabricar las prótesis escanearon el antebrazo y la mano derechos de Martín para tomar las medidas y que quedaran lo más simétricos posible. También hablaron con la joven sobre qué esperaba y qué podían mejorar respecto a las experiencias anteriores que había tenido. El resultado final se compone de 28 piezas en los dedos, tres en la mano, dos en el antebrazo y dos enganches.

La primera tarde que Sara probó la prótesis la controlaba estupendamente
Sergio Sánchez, creador de la prótesis

Los dos estudiantes resaltan que la joven tardó muy poco en aprender a manejar la primera prótesis. “Esperábamos que tardara varios días en acostumbrarse, pero la primera tarde que la probó la manejaba estupendamente”, señala Blanco con orgullo. Martín, por su parte, manifiesta la dificultad que conlleva: “Tienes que aprender a controlar unos músculos que no utilizas habitualmente”.

La joven cuenta la mejora que ha supuesto para su día a día, aunque “no la necesite para vivir”. A diferencia de las anteriores que había empleado, cuenta que ahora tiene una prótesis que le ayuda y realmente es útil. Como es un proyecto fuera de sus trabajos no pueden dedicarle todo el tiempo que les gustaría. Martín no la tiene todavía en su poder porque Sánchez y Blanco no han terminado todo el trabajo y siguen haciendo algunos ajustes.

Alfonso Denia, fundador y CEO de EDDM explica que es la primera vez que se desarrolla un proyecto así en el centro. “Todo lo que tenga que ver con la biomedicina va perfecto porque, además, es un área que se ve en el máster”, dice y, al igual que sus alumnos, resalta el carácter económico: “No es necesaria una impresora 3D de miles de euros para poder hacer algo así”.

Los autores del trabajo tenían claro que querían “hacer algo que le sirviera de verdad a alguien, que de verdad se beneficiara de ello”. Tras acabar el máster, Sánchez ya no tiene nada que ver con la ortopedia, se dedica al sector de la aeronáutica, pero Blanco sí ha seguido formándose en ese campo: “Me gustaría seguir uniendo la tecnología y la ciencia a la mejora de la vida de las personas”.

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Sobre la firma

Inés Sánchez-Manjavacas Castaño
Redactora en la sección de Salud desde septiembre de 2022. Estudió un doble grado de Periodismo y Documentación en la Universidad de Murcia. Cursó el máster de periodismo UAM-EL PAÍS con la promoción 2021-2023.

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