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La mujer muestra signos de la edad antes que el hombre, pero de forma más gradual, y cada órgano envejece a un ritmo diferente

Dos investigaciones señalan la disparidad en el ritmo de deterioro en función del sexo y los órganos de un mismo individuo

Raúl Limón
Tercera edad
Una monitora guía a varias personas mayores en el barrio madrileño de Vallecas el 30 de marzo en el parque del Tío Pío.gema García

El envejecimiento es un proceso fisiológico natural irreversible cuyas causas son aún un misterio. Los cambios que se producen en cada órgano de una persona o en los distintos individuos no son iguales. Dos investigaciones confirman estas circunstancias, importantes para establecer estrategias de intervención y ante una realidad que, según la Organización Mundial de la Salud (OMS), afectará a mediados de siglo a un 21% de la población mundial, que será mayor de 60 años. Los trabajos, uno danés y otro español, señalan que los signos de la edad comienzan antes en las mujeres, pero evolucionan más lentamente que en los hombres, y que no todos los órganos de un mismo individuo envejecen igual.

“Poco se sabe sobre los cambios específicos que ocurren con el envejecimiento en los seres humanos”, admite Michel Ben Ezra, autor del estudio danés e investigador de la Universidad de Copenhague. De la misma opinión es Pablo Burraco, científico de la Estación Biológica de Doñana del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (EBD-CSIC), y autor del trabajo español, en el que ha participado la Universidad de Glasgow. “Dicen que si alguien piensa que entiende el envejecimiento es que no lo conoce”, comenta. Ambos intentan desentrañar los mecanismos de este proceso.

La investigación del Centro para el Envejecimiento Saludable de la Universidad de Copenhague, publicado en Biorxiv y aún sin revisar, sugiere que las mujeres muestran los primeros signos de envejecimiento a partir de los 19 años, pero que el proceso es más gradual. Sin embargo, en los hombres se muestran más tarde, alrededor de los 40 años, pero se aceleran a partir de esa edad.

Para llegar a esta conclusión, los investigadores han analizado marcadores de senescencia celular en 33 millones de informes de biopsias de 4,9 millones de personas de todas las edades entre 1970 y 2018. Sin embargo, pese a la amplia muestra, esta es una de las limitaciones del estudio: todos son individuos a quienes se les hizo un examen por alguna patología. “Las biopsias solo se tomaron cuando los participantes buscaron atención médica. Por lo tanto, el envejecimiento masculino puede parecer que comienza más tarde porque los hombres tienden a buscar ayuda médica cuando sus síntomas están más avanzados, al contrario que las mujeres”, admite Morten Scheibye-Knudsen, coautor del estudio, en New Scientist.

Para Manuel Tena-Sempere, catedrático de Fisiología de la Universidad de Córdoba, “el factor probablemente más diferencial es la menopausia porque en el caso de la mujer hay un cese drástico de la secreción de las hormonas ováricas y eso tiene una repercusión importante a corto, medio y largo plazo que puede condicionar el envejecimiento femenino”. “En el caso del hombre”, añade, “si hay una disminución de los niveles de andrógenos, es gradual y su impacto y consecuencias son muy diferentes”.

El estudio danés apunta también que no todos los tejidos envejecen igual, un aspecto que confirma el estudio realizado por el CSIC español y publicado en Proceedings of the Royal Society B. Esta investigación se ha centrado en los telómeros (extremos de los cromosomas) cuyo acortamiento es un marcador del envejecimiento biológico.

“Los telómeros”, explica el investigador del CSIC, “no son codificantes, pero son muy importantes cuando las células se dividen. Se acortan a lo largo de la vida, pero también como respuesta al estrés, por lo que no son marcadores de la edad cronológica sino de la biológica”.

El estudio se ha llevado a cabo en cinco tejidos diferentes de una especie de rana (Xenopus laevis) porque su metamorfosis, desde el embrión a las fases larvaria y adulta, permite observar modificaciones muy rápidas. “Podemos ver cómo afectan estos cambios del desarrollo en distintos órganos, cómo los animales que crecen más rápido tienen telómeros más cortos”, aclara Burraco.

“Los cambios en los diferentes órganos responden a dinámicas muy diferentes. Por ejemplo, en el hígado, que crece mucho a lo largo de la vida, vemos un acortamiento con el tiempo, el patrón que se espera durante un envejecimiento más o menos gradual. Pero el corazón se mantiene muy estable desde el principio de la vida. Parece que hay mecanismos que protegen el acortamiento de los telómeros. En el caso del intestino, después de la metamorfosis [la larva es vegetariana y el adulto, carnívoro] observamos telómeros más largos después de la metamorfosis que atribuimos a la existencia de un gran número de células madre”, explica el investigador de la EBD-CSIC.

El acortamiento de los telómeros se produce durante la división celular. “Cada vez que se dividen no son capaces de replicar las secuencias originales y se acortan”, aclara Burraco. Es un proceso similar al de una copia de una copia de un original. En el camino de la reproducción se pierden datos: “La proteína que se encarga de replicar los telómeros, la telomerasa, no es capaz de completar el proceso totalmente”.

El otro factor es el estrés del órgano durante su desarrollo. “Por ejemplo”, explica el científico, “los radicales libres que son oxidantes golpean el ADN y hacen que se rompa”.

La identificación de estos procesos abre la vía a intervenir en ellos. En el caso del intestino, donde se produce un fenómeno contrario al del hígado y los telómeros se alargan en los individuos juveniles analizados, se observa una “migración de células madre para remodelarlo”, para adaptarlo a su nueva condición de carnívoro. “Es un patrón de rejuvenecimiento de un órgano, por lo que es una de las líneas a explorar”, afirma Burraco´.

También se abre la vía para la actuación directa sobre los telómeros gracias a las técnicas de edición genética. En este punto, el investigador es más cauto: “Creo que sería posible, pero el problema es encontrar el equilibrio porque podría alargar la vida, pero también generar muchos problemas. Hay que entender hasta dónde se puede llegar, no vaya a ser que vayamos a producir una reproducción descontrolada de células generando un cáncer, por ejemplo”.

Pero son las líneas con las que quiere continuar la investigación: analizar cómo el aumento de la actividad de la telomerasa o la reducción del estrés oxidativo afecta a la dinámica del envejecimiento.

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Sobre la firma

Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

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