_
_
_
_

Dos estudios señalan al aceite de orujo de oliva como reductor del colesterol y del perímetro de la cintura

Un instituto del CSIC completa las primeras investigaciones en humanos de este producto de la aceituna y compara los efectos con los obtenidos al consumir aceite de girasol

Vista aérea de una extractora de orujo, en una foto de archivo.
Vista aérea de una extractora de orujo, en una foto de archivo.EUROPA PRESS
Raúl Limón

Mientras el aceite de oliva virgen ha sido estudiado exhaustivamente, su hermano, resultante del aprovechamiento integral de la aceituna y conocido como aceite de orujo de oliva, no contaba hasta ahora con investigaciones relevantes y revisadas en humanos que permitieran determinar sus efectos en la salud de los consumidores. El Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN) del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) ha comenzado a cubrir esta laguna con dos estudios en personas. Estos señalan los beneficios de su ingesta en la reducción de los niveles de colesterol, la grasa visceral, la circunferencia de la cintura y los niveles de insulina, aspectos directamente relacionados con la salud cardiovascular y con patologías asociadas, como la diabetes y la obesidad. Los trabajos han comparado el efecto del consumo del aceite de orujo de oliva con el de girasol alto oleico, muy empleado en restauración, y con el segundo aceite más consumido en España, el de girasol. Los resultados mostraron que el producto del olivar presenta ventajas que no ofrecen los elaborados con las semillas.

Aunque depende de muchos factores, de media, el 20% de la aceituna se aprovecha para obtener el aceite de oliva en sus tres categorías (oliva virgen extra, oliva virgen y oliva). El 80% restante es alpeorujo u orujo graso húmedo, compuesto por agua, piel, hueso y el aceite restante tras la primera molturación de la aceituna. El aceite de orujo de oliva es el resultado de la extracción de ese aceite restante, su refinado y su mezcla con virgen.

“En definitiva, el aceite de orujo de oliva viene de la aceituna y, por lo tanto, es normal que la composición sea parecida. La calidad de la grasa es idéntica, moninsaturada. Algunos de los componentes minoritarios son distintos porque el aceite de orujo de oliva ha estado en contacto con la piel, el hueso y la pulpa restante”, explica Raquel Mateos Briz, científica titular del ICTAN, coautora de los estudios y miembro del grupo de investigación Metabolismo y Bioactividad de Fitoquímicos.

Pese al fundamento de esta positiva sospecha, los estudios de este producto, del que España es principal productor mundial con 120.000 toneladas de las que se exporta el 85%, no se habían traslado a las personas y se habían centrado más en su potencial nutricional tras experimentos con animales, sus propiedades químicas y físicas, así como en su comportamiento en la fritura. La investigación presentada este jueves da ese paso fundamental.

“La característica que tienen estos estudios es que son crónicos, es decir, que durante un tiempo [cuatro semanas] el aceite de orujo de oliva fue la única fuente grasa que consumieron los voluntarios. Se habían hecho algunos ensayos midiendo lo que ocurre en la sangre a las horas de una ingesta aguda. Pero era un momento concreto. Esta es la primera vez que se hace un estudio crónico para ver los cambios en los marcadores que se quieren estudiar y que, en nuestro caso en particular, estaban relacionados con la salud cardiovascular, la obesidad y la diabetes”, añade Mateos Briz.

El primero de los estudios, publicado en European Journal of Nutrition, concluye que el aceite de orujo de oliva puede mejorar el perfil de los lípidos en sangre. Este trabajo evalúa el efecto del consumo dietético de aceite de orujo de oliva sobre los lípidos sanguíneos y en otros factores secundarios de riesgo de enfermedad cardiovascular, como la presión arterial, la inflamación y la función del endotelio (la capa que separa los tejidos de la sangre).

Los resultados arrojan una reducción significativa del colesterol conocido como “malo” (lipoproteínas de baja intensidad, LDL) y de apoliproteínas B (proteínas que se unen a los lípidos en la sangre y los transporta). Esta disminución se observó tanto en voluntarios sanos como en los de riesgo de presentar anomalías relacionadas con altos niveles de colesterol. Sin embargo, no se registró el mismo efecto tras el consumo de aceite de girasol alto oleico. El resto de los biomarcadores secundarios evaluados no se vieron afectados en ninguno de los casos.

En el segundo de los estudios que comparaba el aceite de orujo de oliva con el de girasol, recogido por Nutrients y realizado en 31 voluntarios con niveles normales de colesterol y 37 con hipercolesterolemia, el consumo de ninguno de los productos “tuvo efectos estadísticamente significativos sobre los marcadores relacionados con el perfil lipídico”. Sin embargo, sí se observó una disminución de la grasa visceral y, en los participantes con colesterol alto, un incremento de la leptina, una hormona que promueve la reducción de la ingesta energética mediante señales de saciedad en el cerebro. Aunque las autoras reconocen la necesidad de más estudios, sí concluyen que “la reducción de la grasa visceral después de la ingesta prolongada de aceite de orujo de oliva podría contribuir a mejorar el estado cardiometabólico, con un efecto potencialmente positivo sobre el tono vascular”.

“La discrepancia entre un estudio y otro [en relación con el perfil lipídico] se debe a que se trata de estudios en humanos. Los animales de experimentación tienen un perfil genético muy parecido y en ellos es más fácil controlar y sistematizar. En el caso de los humanos no es así y tampoco tenemos unos hábitos de vida, de actividad física o dietéticos iguales. Todos estos factores influyen en cómo cada persona responde ante la ingesta de los aceites estudiados”, aclara Laura Bravo Clemente, profesora de investigación del CSIC en el ICTAN y coautora de los trabajos.

Circunferencia de la cintura

El tercero de los estudios, derivado de la integración de los resultados obtenidos en los dos ensayos clínicos descritos en los artículos anteriores, fue publicado en Foods, ratificó los resultados significativos en la reducción del colesterol total, del LDL (el “malo”) y de un factor secundario significativo: la circunferencia de la cintura. Los voluntarios con niveles de colesterol normales (65) y moderadamente altos (67) consumieron aceite de orujo de oliva o de girasol alto oleico y normal. Solo los que consumieron el producto del olivar obtuvieron los beneficios principales.

“La disminución del perímetro de la cintura tampoco nos sorprendió porque está asociado con el propio aceite de oliva y la calidad de su grasa monoinsaturada, con alto contenido en ácido oleico, que contribuye a una menor grasa abdominal. También hay que tener en cuenta la serie de componentes minoritarios del aceite de orujo de oliva que refuerzan distintos mecanismos. Es un marcador interesantísimo para todos los sujetos con predisposición a la obesidad y uno de los que más se monitoriza porque está asociado con un alto riesgo cardiovascular. Los resultados han sido significativos y muy contundentes en ambos grupos de población, con colesterol normal y con hipercolesterolemia”, afirma Mateos Briz.

ICTAN CSIC
Raquel Mateos Briz, científica titular del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN-CSIC) y coautora de las investigaciones, en los laboratorios del centro.

Estos grupos de participantes se eligieron, según explica Bravo Clemente, porque son personas cuyos niveles de colesterol son normales, representando a los consumidores sanos, o moderadamente altos, una circunstancia, esta última, que se puede corregir con dieta. De esta forma, se excluyeron a personas con niveles altos de colesterol y que necesitan un tratamiento farmacológico para su regulación.

El consumo del aceite de orujo de oliva también ha mostrado un comportamiento beneficioso frente a la diabetes mellitus tipo 2, cuando los altos niveles de glucosa o azúcar en la sangre pueden controlarse mediante dieta y ejercicio. Los resultados del estudio muestran que el uso de la grasa del olivo reduce tiene efectos beneficiosos en el índice de resistencia a la insulina y aumenta la sensibilidad tisular, la respuesta de las células a la hormona y a la glucosa.

Cantidad y variedad

Para obtener los beneficios, la cantidad media que hay que ingerir al día es de 45 gramos, unas cuatro cucharadas que deben suponer el 20% de la energía que aporta la alimentación, lo deseable en cuanto a la ingesta de este tipo de grasa monoinsaturada.

No se trata, según defienden ambas investigadoras, de anteponer el consumo de un aceite al de otro tipo, sino de complementarlos, de usar cada uno para aquello que suponga una mejor experiencia. “Es como el vino, no siempre tomas tinto”, ejemplifica Mateos Briz.

De esta forma, el aceite de oliva virgen extra estaría más indicado para su consumo en crudo y en alimentos que precisen un sabor más intenso, mientras que el de orujo de oliva sería conveniente para procesos culinarios donde se requiera un gusto más suave. También para repostería, como sustituto de la mantequilla, en guisos o en frituras. “Ahí, el aceite de orujo de oliva tiene unas propiedades insuperables”, defiende Bravo Clemente.

Añade la investigadora, en cuanto a la producción industrial de dulces, donde el aceite de palma es muy utilizado, pese a aportar grasas muy saturadas negativas desde el punto de vista nutricional, que se están realizando estudios para utilizar aceite de orujo de oliva.

Los resultados de los trabajos del ICTAN coinciden con otros ajenos a este centro y realizados previamente con ratones. Es el caso de la investigación de Carmen Claro Cala, del departamento de Farmacología, Pediatría y Radiología de la Universidad de Sevilla, y Rosalía Rodríguez, de la Universidad Internacional de Cataluña. Su estudio, publicado en la revista Nutrients de MDPI, también relaciona el consumo de aceite de orujo de oliva con la reducción de la obesidad, la grasa corporal, la inflamación hepática y la resistencia a la insulina.

Otro estudio, cuyo investigador principal es Javier Sánchez Perona, científico de Alimentación y Salud en el Instituto de la Grasa (CSIC), señaló que el ácido oleanólico, α-tocoferol y β-sitosterol, compuestos bioactivos del aceite de orujo de oliva, previenen la sobreactivación de la microglía, un conjunto de células del sistema nervioso central cuya función principal es defensiva, y reducen la inflamación neuronal, relacionada con el alzhéimer.

Los trabajos presentados este jueves han sido promovidos por Oriva, una entidad interprofesional y sin ánimo de lucro del sector del aceite de orujo de oliva creada en 2015 para favorecer el conocimiento y los estudios científicos sobre este producto. “Apostamos por una investigación independiente, rigurosa y continuada colaborando con la principal institución de nuestro país en este ámbito, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas”, ha afirmado José Luis Maestro Sánchez-Cano, presidente de Oriva en una nota de la entidad.

Puedes escribirnos a rlimon@elpais.es y seguir a EL PAÍS Salud y Bienestar en Facebook, Twitter e Instagram.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Raúl Limón
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense, máster en Periodismo Digital por la Universidad Autónoma de Madrid y con formación en EEUU, es redactor de la sección de Ciencia. Colabora en televisión, ha escrito dos libros (uno de ellos Premio Lorca) y fue distinguido con el galardón a la Difusión en la Era Digital.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_