Antonio Pérez: “En niños con cáncer tenemos que conseguir la curación completa”
El jefe de oncología pediátrica del Hospital de La Paz lamenta que se desconoce demasiado sobre los tumores infantiles
Antonio Pérez Martínez (Granada, 48 años), jefe del Servicio de Hemato-Oncología Pediátrica del Hospital Universitario La Paz, en Madrid, comienza su charla en un evento organizado por el Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) recordando las grandes diferencias entre el cáncer de los adultos y el de los niños: “Lo único que compartimos con los adultos es la palabra cáncer. El cáncer es consustancial al envejecimiento y, sin embargo, en los niños hablamos de problemas del desarrollo, es un fenómeno biológico antagónico”.
El cáncer en niños, al contrario que en adultos, es una enfermedad infrecuente. Representa alrededor del 1% de los casos totales de tumores, pero también sucede en una edad en la que, al contrario que en la vejez, lo normal es estar sano. En España, solo los accidentes de tráfico matan a más personas en la niñez y la adolescencia. Ahora, el 80% de los tumores pediátricos se curan, pero el sufrimiento y las secuelas que dejan siguen siendo importantes.
Desde hace décadas, apenas se han introducido nuevos tratamientos para el cáncer infantil. “Sabemos muy poco sobre el cáncer en niños, porque se ha invertido muy poco en investigación”, señala Pérez. “La incidencia es poca y los niños responden bien a los tratamientos clásicos, pero el problema sigue teniendo una dimensión suficiente para hacer un plan estratégico nacional sobre cáncer pediátrico, porque hay demasiada información que desconocemos”, demanda.
El médico e investigador trabaja ahora para trasladar a los niños los grandes resultados de las inmunoterapias en el tratamiento del cáncer en adultos. Con su equipo, ha desarrollado una versión de una inmunoterapia celular conocida como CAR-T, con resultados prometedores. Estos tratamientos comienzan con una extracción de sangre para obtener linfocitos T (un tipo de células que nos defienden de todo tipo de amenazas, como infecciones o tumores) y modificarlos con ingeniería genética para que reconozcan las células cancerosas y las destruyan. Este tipo de enfoques es, según Pérez, el futuro de la oncología pediátrica, y ya ha logrado curaciones completas en tumores de la sangre.
Pregunta. ¿Se ha observado un incremento del cáncer infantil en los últimos años?
Respuesta. Hay un estudio reciente que indica de que quizá se esté incrementando un poco, pero no se asocia a nada, no se sabe explicar por qué. Se plantea que pueda ser por el cambio de la población en España. Aquí no hay niños y casi la mitad de las personas que tratamos tienen relación con la inmigración. Desde el punto de vista científico, el lugar dónde se han gestado esos niños, donde han nacido y se han desarrollado, es importante, pero necesitamos más información. También hay estudios que empiezan a hablar de la manipulación de la gestación, de la fertilización in vitro y la manipulación de los embriones. Es verdad que hay casos, pero decir que ese ha sido el desencadenante es complicado. Lo que sí puede suceder es lo que nos ha pasado con una niña que tuvo una leucemia MLL [un tipo de leucemia pediátrica especialmente agresivo] y que tenía un embrión congelado. En ese caso, a priori, la recomendación es que el otro embrión no siga adelante. Esto, claro, genera muchos problemas éticos.
P. ¿Hay mapas de distribución del cáncer infantil que puedan ayudar a identificar posibles riesgos que no se hayan percibido?
R. Ahora hay mapas que nos muestran la incidencia de cáncer de esófago, de pulmón, de mama. Puedes correlacionar el cáncer gástrico en zonas como Castilla y León, por el tema de las chacinas, el cáncer de pulmón en algunas zonas de Andalucía porque hay un gran índice de fumadores. Sin embargo, no hay mapa de cáncer pediátrico. Y queremos geolocalizar tres momentos en el tiempo de su desarrollo: dónde fue concebido ese niño, dónde nació y cuándo surge el cáncer. Si tenemos esos datos, podemos relacionarlos con mapas geológicos, exposición al benceno, zonas verdes cercanas, hábitos tóxicos como el tabaquismo, no solo en la madre sino en la vida familiar en general. Todo eso al final nos da una información muy valiosa.
El cáncer pediátrico no es tan genético como el cáncer en adultos, un niño tiene muy poquitas mutaciones. Sin embargo, es una enfermedad más epigenética [la disciplina explica la acumulación de modificaciones sobre el genoma durante la vida del individuo que cambia cómo se expresan los genes] y sería muy interesante ver exposición a carcinógenos, a alquitrán, a benceno, para que puedas establecer asociaciones y realizar recomendaciones como: no se deben construir viviendas a menos de tal distancia de una gran autopista. Porque además, los niños tienen circunstancias distintas a las nuestras. El alquitrán de la carretera, por ejemplo, está en un lugar que por nuestra estatura nos queda lejos, pero para el niño está muy cerca.
“Sabemos muy poco sobre el cáncer en niños, porque se ha invertido muy poco en investigación”
P. ¿Hay formas de prevenir los tumores pediátricos?
R. No. No hay estrategias clínicas preventivas posibles. Ahora se plantea en algunos tumores que tiene un componente genético en línea germinal, podemos hacer con la prueba del talón cuando nacen si ese niño tiene predisposición a cáncer en edad pediátrica. Para ese niño, que es un niño sano, pero que se tiene miedo de que pueda desarrollar un tumor, en los controles normales que hace el pediatra se podría añadir otro control también para este riesgo. Pero manejar esa información genética es complejo. En primer lugar, porque a la familia se le está generando una angustia por algo que realmente no tiene la certeza de que se vaya a desarrollar.
P. Entre los pioneros del tratamiento del cáncer está Sidney Farber, que tenía un especial interés en el cáncer pediátrico, y entre los primeros tratamientos eficaces para el cáncer están las quimioterapias para leucemias en niños. Pero en las últimas décadas no hay grandes novedades en los medicamentos para el cáncer infantil. ¿Qué ha pasado?
R. Han pasado dos cosas fundamentales. La primera es que los niños responden muy bien a ese tipo de tratamiento convencional. Ocho de cada diez niños se cura con estas terapias inespecíficas. Y además, pese a los efectos adversos derivados de esa quimioterapia, el niño tiene una gran capacidad de recuperación. El mismo régimen, en un adulto, con esa toxicidad, acabaría con su vida. Con el esquema de tratamiento clásico de la leucemia, con cuatro o cinco fármacos aplicados en diferentes días y meses, variando la intensidad por pacientes, la leucemia ha pasado de ser incurable en el año 1948, a tener una supervivencia del 50% cuando yo nací y ahora estamos en el 80%. No ha habido ninguna innovación farmacológica en este periodo.
Pero se ha alcanzado un techo terapéutico y las secuelas son muy importantes. Ahora estamos empezando con los tratamientos celulares, pero eso es complejo, porque hay que tener muy buena formación en inmunohematología pediátrica, que no tiene nada que ver con el adulto, porque el sistema inmune del niño no se parece al del adulto. Mientras tanto, estamos matando moscas a cañonazos, porque funciona. Cuando hemos intentado trasladar la medicina personalizada de adultos a los niños, no funciona o funciona muy poquito. Sin embargo, la inmunoterapia celular en los niños es muy potente. El CAR-T es un chicle. Son unas células que tú pones, que cuando ven a su diana se expanden y cuando te cargas la leucemia, se contraen, y se quedan ahí hasta que la leucemia vuelve a aparecer y el CAR-T se vuelve a expandir. Esa es un poco en la estrategia que nos movemos ahora en el cáncer pediátrico.
Estamos en un momento en el que se pueden tratar a pacientes con pocos efectos adversos, que eso es fundamental, como hemos visto con algunas inmunoterapias. Queremos dejar de asociar cáncer a pañuelo rosa o a niño sin pelo. En adultos, probablemente no logremos curaciones completas, ahí quizá el objetivo sea la cronificación y mantener una buena calidad de vida. Moriremos con cáncer, pero no de cáncer. Pero en un niño no podemos permitir eso. En niños con cáncer tenemos que conseguir la curación completa. Y además, sin secuelas, si pegar cañonazos, de una forma elegante y dirigida.
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