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Viaje de la Antigua Roma al museo, con escala en el salón de una casa

Los vecinos de Medina Sidonia (Cádiz) donan más de 400 piezas arqueológicas que tenían en sus domicilios después de que las autoridades les invitaran a aflorarlas

Jesús A. Cañas
Los concejales Davinia Calderón y Daniel Caballero y el director del museo de Medina Sidonia, Salvador Montañés, inspeccionan una cabeza romana donada por Francisco Guerra.
Los concejales Davinia Calderón y Daniel Caballero y el director del museo de Medina Sidonia, Salvador Montañés, inspeccionan una cabeza romana donada por Francisco Guerra.Juan Carlos Toro

La pequeña Alejandra de Orellana mira con los ojos muy abiertos la lápida romana del siglo I que reluce tras el cristal de una vitrina del Museo Arqueológico de Medina Sidonia. Necesita saber qué es lo que pone. “Quinto Cornelio Materno, de 30 años. Aquí está enterrado”, le traduce Daniel Caballero, concejal en el Ayuntamiento de la localidad gaditana. La abuela de la niña, de 10 años, Milagrosa Dávila, la acaba de retar en mitad de la visita: “Con cuatro años, tu tía ya lo sabía decir”. Por aquel entonces, hace más de 30 años, en la familia estaban acostumbrados a ver la piedra en casa, como una de las joyas de la importante colección arqueológica que atesoró Antonio Orellana, marido de Milagrosa. Hoy, todas aquellas monedas, trozos de esculturas y demás piezas de mármol que el aficionado encontró y compró a lo largo de su vida están expuestos al público como parte los fondos municipales de su pueblo.

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La visita de Milagrosa y Alejandra a las piezas que fueron suyas justo coincide con la llegada de un nuevo inquilino en el museo. Una impresionante cabeza romana del siglo II después de Cristo, de pelo ensortijado y un mármol extraño en la provincia, luce sobre la mesa del director del museo, Salvador Montañés, desde hace pocos días. “Es mayor que el natural, puede ser de un emperador o un dios”, acierta a adelantar el arqueólogo. Poco más se sabe del origen de la pieza, aunque sí de su pasado más reciente. Ha estado los últimos 70 años en casa de la familia de Francisco Guerra, un antiguo vecino de la localidad que hoy reside en Sevilla, hasta que también se ha animado a donarla. Como Milagrosa o Francisco, ya son decenas los asidonenses que, en los últimos tres años, han cedido más de 400 piezas arqueológicas que hallaron y atesoraron en sus viviendas, antes de que la actual Ley de Patrimonio Histórico de 1985 obligase a comunicar su tenencia y entregarlas como bienes de dominio público.

La idea partió de Caballero, único concejal del PP en la oposición, que decidió iniciar en 2018 una campaña entre los 11.740 habitantes que tiene el pueblo para animarles a donar lo que décadas atrás encontraban de forma supuestamente esporádica, en la más mínima obra o arado de tierras. “Y funcionó. La mayoría de las piezas son monedas, pero también hay desde botones hasta amuletos”, relata el edil. Los hallazgos son huellas del pasado milenario de una localidad con asentamientos atestiguados desde la Edad del Bronce Final en la que prácticamente toda su superficie urbana —incluidas las zonas nuevas— son áreas de prevención arqueológica. Dávila recuerda cómo, después de cada tormenta, su marido Antonio “encontraba monedas por los tajos del Castillo”, uno de los núcleos históricos más importantes de la ciudad. Orellana incluso colaboró durante los años 80 en la excavación de las cloacas romanas de Medina, hoy integradas en su museo.

Milagrosa Dávila y Alejandra de Orellana, viuda y nieta de Antonio Orellana, contemplan una de las piezas que donaron al Museo de Arqueológico de Medina Sidonia.
Milagrosa Dávila y Alejandra de Orellana, viuda y nieta de Antonio Orellana, contemplan una de las piezas que donaron al Museo de Arqueológico de Medina Sidonia.Juan Carlos Toro

Guerra recuerda aquellos tiempos en los que llegó a fundar un grupo de aficionados a la arqueología, Gade, que también participó del destacado descubrimiento subterráneo. Aunque la cabeza que ahora ha cedido obraba en poder de la familia desde los años 60: “Se la dieron a mi padre. No sé quién o cómo”. El coleccionista tenía previsto entregarla a Medina “más adelante”, pero decidió acceder a la petición de Caballero el pasado 10 de julio, cuando el concejal se encargó de trasladarla de vuelta al pueblo con la asistencia de la Guardia Civil. En este caso, la pieza se ha integrado en la colección municipal como una donación, “ya que lo que aparece antes del año 1985 es legalizable y propiedad de quien lo posea”, como relata Salvador Montañés, director del museo de Medina. Posterior a esa fecha, tanto esa ley como las posteriores de cada comunidad autónoma, establecen el carácter demanial o público de lo que se localice bajo tierra, además de obligar a comunicar el hallazgo y entregarlo.

En la práctica, las circunstancias que rodean a la tenencia de estas piezas se convierten en “un acto de fe”, como valora Juan José Águila, responsable de la Sección de Patrimonio Histórico de la UCO de la Guardia Civil. No son pocos los casos judiciales de delitos contra el patrimonio que se enredan en elaboradas pruebas periciales que intentan demostrar si, realmente, los bienes arqueológicos tienen esa procedencia antigua o familiar. Además, la Ley del Patrimonio Histórico de Andalucía dio un plazo de un año, a partir de 2007, para que los poseedores de estos bienes comunicasen su tenencia a la Administración andaluza, “pero muy pocos lo hicieron”, asegura Águila. Con todo, el teniente tiene clara cuál es la finalidad de sus investigaciones: “El objetivo es recuperar bienes, más que aplicar penas. Consigues más acercándote a la gente, haciéndoles ver la bondad de entregarlas”. Es también el principio que llevan aplicando en el Ayuntamiento de Medina —el equipo de gobierno de IU apoya la iniciativa de Caballero— desde que recibieron la primera donación. ”Nuestra política es hacerlo de forma amigable, sin instrumentos coercitivos”, apunta Montañés.

Así fue como hace año y medio la colección de Antonio Orellana recaló en el museo de su pueblo. Su viuda cumplía así la última voluntad del coleccionista y su nieta ahora presume de abuelo en cada visita escolar. La institución, agradecida, le ha dedicado una exposición temporal con su nombre, al igual que pretende hacer con Francisco Guerra, cuando exponga la cabeza por primera vez. Todo parece indicar que estos no serán los últimos actos de gratitud que hará. El propio Guerra ya avanza que le quedan “algunas cosillas más” que acabará donando al pueblo. Y Milagrosa Dávila sabe de más tesoros ocultos: “Hay muchos que tienen cosas y deberían entregarlas. Los tiempos ya han cambiado”.

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Sobre la firma

Jesús A. Cañas
Es corresponsal de EL PAÍS en Cádiz desde 2016. Antes trabajó para periódicos del grupo Vocento. Se licenció en Periodismo por la Universidad de Sevilla y es Máster de Arquitectura y Patrimonio Histórico por la US y el IAPH. En 2019, recibió el premio Cádiz de Periodismo por uno de sus trabajos sobre el narcotráfico en el Estrecho de Gibraltar.

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