Un dispositivo bajo la piel para abrir puertas o viajar en tren
Cerca de 5.000 personas en Suecia utilizan ya un implante NFC en su mano para almacenar información privada o en sustitución de tarjetas físicas
Lorena García se pone unos guantes esterilizados. Sujeta con sus dedos pulgar e índice un trozo de carne de la mano izquierda de Elbio Nielsen, emprendedor bilbaíno de 38 años. Poco a poco atraviesa con una aguja su piel e inmediatamente después la extrae. En cuestión de segundos ha introducido en su cuerpo un dispositivo del tamaño de un grano de arroz. Esta escena se ha desarrollado en Madrid, pero en Suecia unas 5.000 personas ya han pasado por este proceso. Llevan en su mano implantado un dispositivo que utilizan en su día a día para montar en el tren, entrar en sus oficinas de trabajo o en el gimnasio, sacar fotocopias e incluso comprar aperitivos en máquinas expendedoras. El desarrollo también podría aplicarse en el futuro en el ámbito de la telemedicina, cuya importancia ha quedado de manifiesto con la pandemia.
“Hemos pasado de tener ordenadores muy grandes a móviles y wearables. El siguiente paso es un dispositivo implantable”, explica Juanjo Tara, cofundador y CTO de Dsruptive. Esta compañía sueca vende cada mes cerca de 1.000 dispositivos NFC como el que Nielsen lleva ahora en su cuerpo. En el primer trimestre de 2020 ha enviado 1.000 unidades a Estados Unidos, 500 a Japón y 500 a Inglaterra. Tara, almeriense de 35 años, calcula que unas 50.000 personas en el mundo pueden tener un implante de este tipo. “Solo vendemos a empresas que después crean sus propios desarrollos para utilizarlos. No sabemos hasta qué punto los están implantando”.
A García, que en la actualidad trabaja en Madrid en el estudio Cool Tattoo Rivas, la contactaron unos días antes para proponerle implantar a Nielsen el dispositivo. Aceptó. Lleva siete años dedicándose a hacer piercings de forma profesional y afirma haber perdido la cuenta de los que ella misma lleva encima. “El procedimiento es muy similar a hacer una perforación corporal. Hay entrada y salida de la aguja y se deja una joya decorativa. En este caso se mete el dispositivo y queda dentro cuando se saca la aguja”, explica García, más conocida en su sector como la zurda. “Es una incisión pequeña que se cierra por sí sola y no es nada peligrosa, como si te sacan sangre”.
Nielsen sonríe y muestra orgulloso la parte de la mano, tapada con una tirita, en la que tiene el dispositivo —entre sus dedos pulgar e índice—. Asegura que no le ha dolido. En un primer momento, ha sentido “un pellizco”. Después, ha notado durante unos instantes un ligero aumento de temperatura. Se define a sí mismo como un early adopter (quienes se suman los primeros a las nuevas tendencias tecnológicas) y llevaba tiempo esperando este momento: “Desde niño soñaba con mezclarme con la tecnología. He visto la evolución del NFC desde hace 4 años y tengo claro que va a ser un área de negocio”.
Ahora se dedica a investigar qué proyectos basados en tecnología pueden triunfar. Su última apuesta es Fazil, un neobanco para conquistar a la generación Z —los nacidos después de 1997—. Le gustaría que sus clientes puedan pagar rápidamente con la mano. Sin necesidad de tarjetas de crédito “que contaminan y pesan en un bolsillo”.
“Instalar un dispositivo wearable en el cuerpo permite la reducción de interacciones entre humano y máquina. Esto es brutal porque podemos acortar tiempos que utilizamos en acciones muy repetitivas en el día a día como abrir puertas o pagar”, añade. Existen otras compañías como Dangerous Things o Biohax que exploran las posibilidades de estos implantes. El de Dsruptive se usa principalmente en tres ámbitos: para viajar en diferentes medios de transporte, en accesos a recintos y como medio de almacenamiento de información privada.
Pero en un contexto en el que se paga, se viaja y se guarda todo tipo de información con el móvil, ¿hasta qué punto tiene sentido implantarse este invento? “Imagina que viajas a un país que no conoces, te quedas sin batería y tienes que pagar. También es muy útil que guardes tu identificación o datos importantes para casos de emergencia. Al no necesitar batería, pasa a convertirse en tu salvavidas de información”, argumenta Nielsen.
En el ámbito médico, sus creadores auguran que en un futuro se podrá utilizar para buscar la causa de por qué una persona está nerviosa o cuál es la razón de que le haya subido la temperatura. “Para hacerte una prueba tienes que ir a un lugar concreto en un momento concreto [algo que puede resultar imposible en una situación como la de la actual pandemia]. Queremos crear propuestas médicas implantables y que lleves contigo un pequeño laboratorio para monitorizar tu salud”, concluye Tara.
Los principales clientes de Dsruptive, según Tara, están en “sociedades maduras digitalmente” como Japón, EE UU, Inglaterra y Suecia. En este último país, están asociados con la compañía ferroviaria SJ. “Es como el Renfe de Suecia. Puedes montar en el tren sin tener el billete en físico o en tu móvil, simplemente llevándolo en el dispositivo”, explica.
Los perfiles de quienes apuestan por introducir esta tecnología en su cuerpo varían mucho: “Tanto mujeres como hombres desde 18 y hasta 60 años”. Implantarse el dispositivo cuesta entre 150 y 200 euros. En Suecia es legal hacerlo en estudios de tatuajes y piercings porque “está considerado como un piercing subcutáneo”. En Japón y Londres solo se realiza en clínicas privadas. Este último modelo es el que pretenden traer a España: “Queremos asegurar que la gente confíe en que se puede quitar y poner fácilmente”. El dispositivo está pensado para aguantar en el cuerpo al menos 25 años. Pero en cualquier momento “se puede acudir a una clínica para que te lo retiren o lo reemplazen”.
Posibles ciberataques
En España un 20% de los ciudadanos estaría dispuesto a implantarse un dispositivo en el cuerpo para sustituir al teléfono móvil, según recoge el informe Y después de los Smartphone, ¿qué? Ciudadano Cyborg de Línea Directa. El estudio, publicado en 2019, se basa en entrevistas realizadas a 1.700 mayores de 18 años. Entre sus argumentos favoritos para introducir este tipo de tecnología en el cuerpo, destacan el almacenamiento de datos, disponer de una cámara integrada y contar con un GPS. El dispositivo de Dsruptive, por el momento, solo cuenta con la primera funcionalidad.
Entre las principales desventajas que aprecian los españoles están los posibles problemas de salud por tener un cuerpo extraño en el organismo o el tener que ceder datos a terceros de su vida personal. En el mundo hay quienes se instalan dispositivos de diferentes tamaños y sin las condiciones de higiene y seguridad necesarias por su cuenta. Ese biohacking casero puede ser muy perjudicial para la salud. Desde Dsruptive, lo desaconsejan. Además, aseguran que su tecnología está dentro de una cápsula de un cristal biocompatible. Se la compran a una empresa médica que crea implantes. “Está testeado en humanos y no crea ningún rechazo”, afirma Tara.
En el código ético de Dsruptive, se establece que nadie puede ser implantado en contra de su voluntad. El objetivo es que “el usuario tenga el control total del dispositivo y los datos almacenados en él”. ¿Es posible garantizar al 100% que ningún tercero tenga acceso a esta información o evitar que se produzca un ciberataque? “Nadie puede asegurarlo al 100%. Siempre hay un riesgo”, reconoce Tara, que subraya que la empresa utiliza servidores seguros y encripta los datos de usuarios para evitarlo.
Por el momento, introducir en el cuerpo un dispositivo de este tipo en España es alegal, ya que no existe ningún tipo de regulación. El fundador de Dsruptive sostiene que se está trabajando en una ley al respecto y afirma que ya hay cerca de 10 personas con el implante: “Son clientes a nivel personal. Hicimos una ronda de beta testers, es decir, gente que quería probar la tecnología, y se apuntaron desde lugares como Barcelona o Jaén”.
Con Fazil, esperan alcanzar al público general. Nielsen considera que pasarán entre dos y cinco años hasta que este tipo de tecnología se implemente de forma masiva en España. Él lo ve como una forma de “intervenir el cuerpo humano para mejorarlo”. Y no le cabe duda de que que muchos jóvenes van a estar interesados: “La generación Z ve de forma natural la tecnología. Son nativos digitales y quieren ser parte de ella. Buscan la forma de destacar y diferenciarse”.
Sin batería pero con tecnología NFC
El dispositivo, que cuenta con un LED que se ilumina cada vez que se activa, no funciona con batería. Usa la tecnología NFC (near field communication, por sus siglas en inglés) que hoy en día tienen miles de tarjetas de crédito. Tara también tiene un dispositivo implantado. Basta con acercar un smartphone a su mano para que se abra en una ventana su perfil de LinkedIn.
Para grabar, leer o eliminar información en el dispositivo, se necesita una aplicación. Hay diferentes alternativas para realizar este tipo de acciones sobre etiquetas NFC en la Play Store y en la App Store. El fundador de Dsruptive lo compara con una memoria USB: “Puedes modificar con el móvil la información que tienes dentro. Solo hay que acercarlo a la mano e indicar que quieres grabar una nueva información”. Para poder acceder con él al trabajo o al gimnasio, hay que registrar el implante en el sistema al igual que se haría normalmente con una tarjeta tradicional.
El espacio de almacenamiento es la principal limitación del dispositivo, según Tara: "No queremos hacer implantes muy grandes". Este mide dos milímetros de ancho y 15 de alto. Tiene dos kilobytes de memoria, que son "unos 2.000 caracteres de información". "Ahora el reto tecnológico es crear la microelectrónica dentro para que el dispositivo sea más complejo sin ampliar el tamaño", sostiene.
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