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Entorno

Una película para ponerse en la piel de los refugiados sirios

Ver a través de los ojos de un refugiado. La película interactiva ‘Brothers Across Borders’, impulsada por Cruz Roja y Media Luna Roja, aplica la narrativa de los videojuegos para que los estudiantes de Secundaria de toda Europa empaticen con los exiliados sirios.

Rodaje de ‘Brothers Across Borders’.
Rodaje de ‘Brothers Across Borders’. Lino Escurís / Travis Lacy

Antes de que estallara la guerra, Mehmet nunca había salido de Siria. Entonces era un adolescente y, al igual que sus padres y sus hermanos pequeños, ni siquiera tenía pasaporte. Vivían juntos en una pequeña localidad cerca de Alepo, a unos 70 kilómetros de Turquía. El conflicto los sorprendió de repente. Pese a todo, tuvieron más suerte que otros. “Unos contrabandistas nos pasaron al otro lado y pudimos cruzar la frontera, pero para quienes están en el sur de Siria resulta muy complicado salir del país”, explica. “Muchos se ven obligados a quedarse. No pueden abandonar sus casas porque no tienen a dónde ir. Les pueden bombardear en cualquier momento. Hay gente inocente que pierde las piernas, las manos, la vida. Es una masacre”, relata desde Ankara, donde quienes han huido se concentran sobre todo en el barrio Altindağ-Siteler, al que llaman pequeño Alepo.

Mehmet, que hoy tiene 22 años y lleva seis exiliado en Turquía, es el protagonista de Brothers Across Borders, una película interactiva producida por Laban Stories para Cruz Roja y Media Luna Roja que quiere acercar el drama de los desplazados sirios a estudiantes de Secundaria de toda Europa. El filme no narra su historia particular, pero sí una muy similar, en la que también hay un desplazamiento forzoso, una separación familiar angustiosa y una búsqueda.

Ninguno de los actores es profesional. Todos son refugiados, como Mehmet. Hacen más o menos de sí mismos. Desde el agricultor del campo hasta el vendedor callejero de pistachos. No obstante, lo novedoso de la propuesta reside en su narrativa, que se basa en la elección múltiple y obliga al espectador a tomar decisiones para que avance la trama.

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El proyecto, financiado por la Fundación Madad, el fondo fiduciario regional de la Unión Europea en respuesta a la crisis siria, cuenta en primera persona la historia de Ismael, un joven desplazado que viaja a Turquía en busca de su desaparecido hermano Muhammed. El espectador no ve el rostro del protagonista, solo sus manos, como si fueran las propias. También maneja su móvil, da la réplica en sus conversaciones, decide sus rutas.

En su afán por acercarse a los adolescentes de entre 12 y 17 años, la película ha apostado por aproximarse a su lenguaje. Ofrece una estructura similar a la de los viejos libros de Elige tu propia aventura. Algo así como la versión comprometida de Bandersnatch, el capítulo interactivo de la serie Black Mirror. En este caso, el propósito no es entretener, sino divulgar y generar empatía más allá de las cifras que ofrece el telediario. El filme se ha traducido a ocho idiomas y su versión en castellano puede verse en www.brothersacrossborders. com/es/, donde también está ya disponible una guía dirigida a docentes con actividades para realizar en clase.

“Llevábamos tiempo queriendo aplicar los conceptos y las técnicas de los videojuegos a un proyecto educativo”, explica Klaus Nørskov, director de comunicación de Cruz Roja Dinamarca, país del que procede el equipo de rodaje y que ha impulsado la película junto a otras 14 sociedades de Cruz Roja y Media Luna Roja. “Pensamos que este formato sería capaz de dejar una huella más profunda que un libro o un filme convencional”, añade. “Hay que buscar nuevas formas de comunicar para generar impacto, sobre todo cuando te diriges a gente joven”.

“Queríamos dejar de lado la parte política de la crisis siria y centrarnos en el lado humano, con el que todos pueden identificarse”, señala el danés Mikkel Keldorf, director del filme. Su equipo ya tenía experiencia en proyectos experimentales de enfoque social, como The Slum Challenge, una película interactiva sobre los suburbios de Filipinas, o Beyond the Wall, un documental de realidad virtual que sigue los pasos de un migrante hondureño hacia EE UU.

Elegir, una decisión siempre difícil

Según afirma Keldorf, los refugiados se ven obligados a escoger entre opciones que implican consecuencias negativas, algo que ha buscado reflejar en el filme. “No importa que elijas quedarte en Siria, huir a la UE o asentarte en Turquía. Ninguna alternativa es completamente buena y cualquier refugiado siempre se pregunta si la decisión que tomó es la correcta”.

Mehmet también se vio obligado a tomar la suya. Tras abandonar los alrededores de Alepo, donde vivía, su familia llegó primero a la ciudad turca de Kilis. De allí pasaron a Gaziantep, donde les acogieron otros parientes. “Cuando llegamos a Turquía no teníamos nada, ni siquiera muebles, pero la gente local nos ayudó. Si no utilizaban una silla, nos la regalaban”, recuerda. “Para mí, lo difícil fue ponerme a trabajar por primera vez, porque antes solo había ido a la escuela. Trabajé un año hasta que empecé a estudiar para poder acceder a la universidad turca. Saqué buenas notas y entré”, continúa.

Instante de la grabación
Instante de la grabación

A los dos años, su situación cambió de nuevo. Su padre se separó del resto de la familia para buscar una vida mejor en Europa occidental. Del municipio costero de Ismir cruzó a Grecia en barco, y más tarde se desplazó caminando hasta Dinamarca, donde al tiempo pudieron reunirse con él su mujer y dos de sus hijos. Mehmet, sin embargo, eligió quedarse en Turquía.

“Estaba en la universidad y no quería dejarlo. Si hubiera ido con ellos a Dinamarca, habría tenido que volver al instituto y aprender un idioma nuevo desde cero”, explica este joven de origen turcomano, que hoy cursa con una beca cuarto de Ingeniería de la Construcción en la ciudad turca de Adana. “Mi padre tiene trabajo y mis hermanos estudian. Nos encontramos todos bien pese a estar separados”, afirma Mehmet. Seguramente, probará suerte en Dubái o en algún otro país árabe cuando termine la carrera.

De los casi seis millones de personas que han abandonado Siria desde que empezó la guerra, unos 3,6 millones están en Turquía, como él. Es el país al que primero llegan muchos de ellos y el que más desplazados alberga. Casi 800.000 han pasado por los 15 centros de Media Luna Roja que hay diseminados por el territorio, donde se ofrecen clases de idiomas, ayuda médica y psicológica o apoyo para buscar trabajo.

Una buena parte acude en busca de familiares, “aunque encontrarlos no es tan sencillo como se muestra en la película”, puntualiza Ece Ceren Doğar, responsable de comunicación de este movimiento internacional en Turquía y parte del equipo de producción de Brothers Across Borders. El filme muestra cómo el protagonista usa el móvil para casi todo. “Existen bastantes prejuicios respecto a los refugiados, incluso en Turquía, donde la población está acostumbrada a su presencia. La gente piensa que no tienen smartphones, cuando la realidad es que los utilizan con normalidad, como todo el mundo. De hecho, muchos consiguen información útil sobre el paradero de sus parientes a través de Instagram, grupos de WhatsApp, Facebook o YouTube”, cuenta.

Sumergirse en el relato

La película se rodó en las ciudades turcas de Gaziantep e Ismir, ambas con bastante población siria. La primera, situada al sur de Turquía, es uno de los destinos donde se concentran más refugiados por su cercanía con la frontera. La segunda, en la costa del Mediterráneo, uno de los principales puertos desde los que partir por mar hacia Grecia. Hubo que pedir permisos especiales y reclutar actores voluntarios, esta última fue una misión complicada en el caso de las mujeres, según recuerda el director.

Para grabar en primera persona las calles del exilio, Mehmet se enfundó un casco con una cámara GH5 Lumix suspendida a la altura de los ojos, un micrófono prendido del cuello y una grabadora en la nuca, todo ello amarrado por correas y brazos metálicos. Con toda la parafernalia, parecía un cíborg. “Al principio me ficharon como traductor porque hablo turco, árabe e inglés, y podía hacer de puente entre el equipo de rodaje, los refugiados y la población local, pero al final acabé de actor”, recuerda entre risas antes de ponerse más serio. “Creo que hemos hecho un buen trabajo. Me gustaría que la película sirviera para que la gente tome conciencia de lo que está pasando con esas vidas. Decir que hay una guerra en Siria es demasiado simple”.

Aunque la producción de un proyecto como Brothers Across Borders es mucho más exigente desde el punto de vista técnico que un filme convencional, Keldorf confía en su poder. “En realidad, necesitas rodar cinco o seis películas diferentes para construir varias vías por las que el espectador pueda caminar”, explica el director, para quien las nuevas tecnologías van a redefinir la manera que tenemos de entender el mundo. “Conforme más nos adentramos en tramas interactivas, más se empieza a difuminar la barrera entre el cine y los videojuegos. Nosotros mismos nos convertimos en el relato. Todavía estamos en una fase inicial, pero sumergirse en una realidad significa comprenderla. ¿Acaso no es lo que buscamos al rodar historias como esta?”.

Premisas

No es lo mismo saber que la crisis de Siria suma ya 13 millones de desplazados internos, que ponerle cara a uno de ellos. Tampoco la experiencia de ver una noticia sobre exiliados se parece a la de tener que buscarse la vida en un país extranjero sin apenas dinero ni contactos y arrastrando los traumas de la guerra. Es la premisa de la que parte Brothers Across Borders.

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