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Tecnólogos con la “A” de artista: apología del humanismo en la era digital

La mente de artista puede hacer que un director de tecnología se cuestione el statu quo de su empresa y llegue a soluciones disruptivas fuera de manual

En los últimos años estamos asistiendo a una progresiva tecnificación del empleo. Los llamados perfiles STEAM (aquellos relacionados con Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas, denominados así por sus siglas en inglés) son los más buscados en los procesos de selección y los que menos preocupaciones tienen acerca de su futura empleabilidad. Sin embargo, a ese dominio apabullante de lo tecnológico le está saliendo en los últimos tiempos una pequeña grieta en su inmaculado historial. Y es que, según apuntan las últimas tendencias en contratación, las habilidades de los artistas ganan peso entre las preferencias de los empleadores, convirtiéndose en un contraste muy valorado dentro de esos perfiles digitales. La combinación explosiva entre lo técnico y lo humanista, entre lo “hard” y los “soft”, un perfil que combina lo mejor de ambos mundos.

Las conexiones entre arte y ciencia no son nuevas. ¿Qué otra cosa es la música sino creatividad sustentada en pura matemática? La mirada de artista puede aportar mucha riqueza a un desarrollo de ingeniería o a un proyecto tecnológico. En primer lugar, brinda una visión holística del conjunto, una perspectiva a vista de pájaro que ayuda en la fase de planificación. Rodin solía decir que le resultaba muy fácil hacer sus esculturas, que las figuras ya estaban dentro del bloque de mármol y lo único que él tenía que hacer era retirar el material sobrante (una filosofía muy lean, por cierto). Pero detrás de esta hermosa metáfora, sólo el escultor sabía las horas de planificación y complejos cálculos que le llevaba concebir un proyecto antes de llegar a dar el primer golpe de cincel.

Dibujo de Leonardo Da Vinci.
Dibujo de Leonardo Da Vinci.Getty Images

Muy relacionada con esa cualidad, está la enorme capacidad de los artistas para proyectarse en el futuro. Igual que Rodín veía la figura dentro del bloque, un director de proyecto ha de ser capaz tanto de visualizar su trabajo acabado como de anticipar posibles complicaciones o contingencias que puedan presentarse por el camino. Las cualidades artísticas son aquellas que nos relacionan con el futuro. Los artistas trabajan en el presente pero siempre con el foco puesto en lo venidero. Una mirada que vemos hoy en algunas de las metodologías de innovación más exitosas como el visual thinking.

Pensar como un artista, además, puede generar otros beneficios adicionales a quienes toman responsabilidades en proyectos de carácter técnico. Uno de ellos es que les permite desarrollar la capacidad de observación. El artista aprende a mirar la realidad para tratar de captarla, es decir, para empatizar con ella y poder comprenderla. Y esta habilidad es hoy más necesaria que nunca, en una época en la que preguntar y practicar la escucha activa con los clientes ya no es suficiente, sino que hay que ser capaz de anticiparse a sus necesidades, de adivinarlas.

Las cualidades artísticas son aquellas que nos relacionan con el futuro.

Además, el pensamiento artístico abre el abanico de posibilidades y, por tanto, el registro de soluciones a un mismo problema o situación. Cuando Julio Verne describe un viaje humano a la Luna faltaba cien años para que semejante hazaña llegara a hacerse realidad. En su época era inviable, pero su mente de artista fue capaz de imaginarla, y eso abrió el camino para que otros plasmaran sus sueños en un proyecto palpable y viable. Ese mismo poder en manos de un médico ante una enfermedad incurable o de un ingeniero ante una obra irrealizable también puede llegar a alcanzar resultados asombrosos en el futuro.

Otro elemento ganador de los artistas es que son provocadores por naturaleza. Picasso, que era un gran pintor figurativo, se pasó al cubismo, entre otras cosas, para llevarle la contraria a la norma académica vigente. Debussy, que conocía a la perfección la armonía clásica imperante en la música de su tiempo, no creía en ella y se la saltó en muchas de sus composiciones para escándalo de los vigías del estándar. Estos genios eran provocadores y la provocación es el germen de toda evolución. La mente de artista es la que puede hacer que un director de tecnología pueda llegar a cuestionarse el statu quo de su empresa y llegar a soluciones disruptivas fuera de manual.

El pensamiento de artista es, también, una mente iterativa. Prueba infinidad de cosas, y consume toneladas de material en bocetos, versiones y proyectos defectuosos que no llegan a ninguna parte. Muchos de los prototipos de Leonardo no sirvieron para nada, como sus llamativos (pero inútiles) diseños de artefactos voladores. Pero los artistas tienen la agilidad (modelos agile) para extraer rápidamente aprendizajes de estos errores y seguir construyendo sobre ellos.

Un verdadero artista nunca piensa que su cuadro, libro o partitura está completamente terminado, siempre cree que puede mejorarlo. Y si se lo permitieran, iría al museo en el que está colgado su lienzo para llevárselo a su taller y seguir retocándolo. La innovación también trabaja siguiendo esos parámetros de obra inacabada, de vivir en versión beta y en permanente estado de revisión y mejora continua.

El artista personifica a la perfección modelos de trabajo que ahora triunfan por todo el mundo. Un artista está en continuo movimiento, trabaja por proyectos y salta de uno a otro en función de sus motivaciones e intereses, una dinámica que lo convierte en todo un estandarte de la gig economy. La interacción y colaboración con otros artistas, incluso de otras disciplinas, es, por otra parte, algo natural en su operativa, lo que entronca con los actuales modelos de inteligencia conectiva y trabajo colaborativo. Los artistas se inspiran unos a otros y no dudan en copiar como método de aprendizaje y para incorporar nuevos registros a sus capacidades. Hacen, en una palabra, benchmarking de cosas que les funcionaron a otros para crecer y mejorar.

Por último, los artistas poseen una herramienta de enorme poder en cualquier contexto: la imaginación. Combinada con la capacidad de trabajo, la imaginación es esa luz que hace aparecer la inspiración cuando parece que todas demás fuentes de han secado. Y ningún profesional inmerso en los proyectos de innovación y transformación digital por los que transitan las empresas hoy puede permitirse el lujo de prescindir de esa luz.

Fernando Botella. CEO de Think & Action

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