Aislamiento digital para protegerse de las ciberguerras
Rusia trabaja en la creación de su propio internet, China prohíbe ciertas plataformas, Corea del Norte apenas cuenta con una veintena de páginas web… todas estas estrategias tienen sentido en la era de la interconexión
Una buena parte de los soldados de nuestros días no llevan armas de fuego. Ni siquiera armas blancas, a no ser que el teclado de un ordenador o un ratón inalámbrico se puedan considerar elementos punzantes. Tampoco los campos de batalla son los mismos: la guerra entre naciones tiene lugar en internet y se libra entre unos y ceros.
Por este motivo, no resulta extraño que Rusia haya anunciado recientemente que se desconectará temporalmente de internet para poner a prueba su proyecto de Red soberana. China prohíbe plataformas como Google, Facebook o Twitter en sus fronteras; las limitaciones son algo mayores en el caso de Corea del Norte. Solo dos millones de sus habitantes —en el país viven cerca de 25 millones de personas— tienen acceso a un internet local que apenas cuenta con una veintena de páginas web.
El coronel y analista geopolítico Pedro Baños divide las amenazas a las que se enfrentan los países en internet en dos grupos. Por un lado, están los países que perciben que se puede incrementar su inestabilidad por la difusión de cierta información, ya sea falsa o verdadera. Esto puede derivar en que la población se movilice para provocar disturbios y es una amenaza que perciben en mayor medida los países de régimen autoritario.
Por otro lado, internet también puede concebirse como un instrumento de guerra con el que un Estado puede hackear los sistemas informáticos de otro para colapsarlo o robarle información. Por no hablar de que desde las centrales nucleares hasta los suministros de agua y electricidad se controlan en nuestros días a través de internet.
En este marco, los países más avanzados se preguntan cómo podrían sobrevivir a un ataque de esta naturaleza. “Desconectando sus sistemas durante unas horas, Rusia puede comprobar si tiene capacidad para superar un ataque, si es capaz de vivir de un modo analógico”, ilustra el coronel. “Es una práctica inteligente, ya que el ciberespacio es un campo de batalla muy duro y los países tienen que ser conscientes de que la amenaza existe”.
La estrategia rusa consistiría entonces en aprovechar las ventajas de internet mientras se sientan seguros, pero tener la posibilidad de desconectarse si perciben una amenaza. Algo similar a un puente levadizo que se baja en tiempo de paz comercial y se sube cuando se acerca el enemigo.
El caso de China, en opinión de Baños, responde a motivaciones diferentes. La fundamental sería evitar que exista la tentación de movilizar a la población por medio de las redes sociales. “Es una estrategia que ha funcionado en las revueltas árabes: inculcar ideas en la población a través de internet para que hagan oposición al gobierno”, recuerda.
Algunos países intentan recuperar de alguna manera la soberanía sobre el equivalente virtual a su territorio.
Ángel Gómez de Ágreda, autor del libro Mundo Orwell: Manual supervivencia para mundo hiperconectado
Pero este no es el único motivo: hay razones mucho más profundas que tienen que ver con su autoridad y capacidad de control. “El escenario en el que vivimos está basado en plataformas artificiales, muchas veces privadas. Algunos países intentan recuperar de alguna manera la soberanía sobre el equivalente virtual a su territorio. Quieren tener un mayor control sobre los datos de sus ciudadanos para poder influir en ellos antes de que lo hagan terceros países”, expone Ángel Gómez de Ágreda, autor del libro Mundo Orwell: Manual supervivencia para mundo hiperconectado. El escritor es coronel del Ejército del Aire y antiguo jefe de la sección de Cooperación del Mando Conjunto de Ciberdefensa.
La estrategia parece funcionar. La Gran Cibermuralla que ha levantado China frente a plataformas globales de la talla de Google y Facebook ha permitido el auge de Baidu y Wechat, sus homólogas nacionales. La recopilación de información personal de estas plataformas sirve al país para poder competir en el campo de la inteligencia artificial, una tecnología que necesita grandes cantidades de datos para prosperar. Si atendemos a una de las frases más manidas de cualquier evento tecnológico —“Los datos son el petróleo del siglo XXI”, repiten los expertos hasta la saciedad—, vemos que, en este contexto, la información se convierte para las naciones en una de las materias primas más valiosas a explotar.
En este punto, Gómez hace una llamada de atención a Europa: “Si no nos preocupamos por crear nuestras plataformas y desarrollar tecnología en la línea de la inteligencia artificial o las redes 5G, estaremos abriendo la puerta a otras potencias que se adelanten. Así es como se conquistan los ciberespacios de soberanía”.
Europa debe potenciar sus propios ecosistemas, pero sin dejar de preocuparse por su seguridad. España es uno de los países que recibe más ciberataques en el mundo; concretamente, el quinto, según datos de Kaspersky Lab. “Deberíamos proteger mejor nuestros sistemas, tanto estatales como privados”, advierte Baños. “Tenemos varios departamentos de ciberseguridad que están haciendo muy buen trabajo, pero nos queda mucho camino por delante si nos comparamos con otros países”.
Al fin y al cabo, Rusia y China no son los únicos ejemplos de países que optan por blindarse fuertemente en internet para proteger sus fronteras. “Probablemente, los más avanzados sean los países bálticos, que han sufrido numerosos ataques, e Israel e Irán, que se encuentran en una batalla permanente contra sus adversarios y perciben amenazas con mayor frecuencia”, señala Baños.
En otro extremo se sitúa Corea del Norte, que aprovecha las plataformas internacionales para efectuar ataques de propaganda política, desinformación y hackeos a diversas multinacionales al amparo de su inmunidad en la red. “El país no aprovecha comercialmente las ventajas de internet, pero esto también tiene sus ventajas. Si no tienes infraestructura, no te pueden atacar”, explica Gómez.
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