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Accesibilidad

Objetivo: que las ‘smart cities’ no generen más barreras a las personas con discapacidad

Utilizar comandos de voz para abrir puertas es un ejemplo de cómo la tecnología puede tirar barreras. Siempre que las innovaciones en sí sean accesibles para todos

Las ciudades inteligentes existen pero nadie las ha visto. Este es quizá uno de los rasgos que las definen: utilizan tecnología para hacer la vida de los ciudadanos más sencilla sin que éstos se den cuenta. Su objetivo es crear un entorno sostenible, que optimice el uso que los ciudadanos hacen de los espacios públicos y que facilite la movilidad. Pero hay un conjunto de la población para el que las smart cities pueden marcar una diferencia fundamental: las personas con discapacidad. La tecnología puede utilizarse para hacer las ciudades más accesibles, tal y como sucede actualmente con el uso de señales sonoras cuando los semáforos se ponen en verde. El 90% de los expertos consultados por la organización Smart cities for all (promovida por Microsoft) en esta encuesta está de acuerdo en que las iniciativas de ciudades inteligentes ayudarían a las personas con discapacidad y a las personas mayores a estar más incluidas en sus comunidades.

Esta misma idea es la que defiende José Luis Borau, jefe del departamento de accesibilidad al medio físico de Fundación ONCE. "Incluir la tecnología abre un gran abanico de posibilidades para ofrecer la información de la ciudad en muchos formatos distintos y adaptados a las necesidades de cada persona", asegura Borau. Consciente de esta situación, la Fundación ONCE acuñó el término smart human cities, incluyendo la variante humana dentro del concepto tradicional de ciudad inteligente. Aseguran que una ciudad no es necesariamente más inteligente por utilizar más tecnología y que poner sensores por doquier y desarrollar apps móviles no es la solución si no se orienta a que la ciudad deje de ser un entorno hostil para una parte de la población. "El objetivo hacia el que deberían tender todas las ciudades inteligentes es ayudar a que los entornos públicos sean para todos", defiende Borau.

En esta misma línea se mueve Changing Places, un proyecto del MIT que se basa en desarrollar urbes "más humanas, habitables y sostenibles para las personas". Luis Alonso, arquitecto e investigador en el laboratorio Media Lab del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) de Estados Unidos defiende la necesidad de devolver la escala humana a las ciudades, en términos de distancias, movilidad o diseño. Aunque Alonso no desarrolla proyectos para personas con discapacidad, sí que comparte la idea de que no siempre más tecnología es mejor.

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La meta final es conseguir que las personas con discapacidad puedan ganar en bienestar, autonomía e independencia. Una de las claves está en cómo transmitir la información de la ciudad a esas personas de forma que ni una persona ciega ni una sorda ni una en silla de ruedas tenga dificultades para abrir una puerta, por ejemplo.

Además, hacer de la ciudad un entorno más accesible no es solo beneficioso para las personas con discapacidad. "No debemos perder de vista que esto es una cuestión que nos afecta a todos", asegura Borau. "Los problemas de movilidad que tiene una persona que va en silla de ruedas por la ciudad son los mismos que los que tiene alguien que lleva un carrito de bebé o que arrastra una maleta enorme: los escalones por doquier, los pavimentos levantados por las raíces de los árboles, las aceras demasiado estrechas".

La tecnología puede hacer mucho para salvar esos escollos. Uno de los proyectos que se están desarrollando ya en España lo demuestra. Distintas instituciones están colaborando para que las personas ciegas puedan completar el Camino de Santiago de forma autónoma. En este caso, una aplicación móvil pensada para personas con discapacidad visual guía a los peregrinos por todos los puntos de interés utilizando señales auditivas y elementos interpretativos como el lenguaje braille.

A pesar de que los datos aseguran que las smart cities pueden mejorar la vida de las personas con discapacidad, el 60% de los expertos considera que estas personas se quedan atrás con la llegada de las nuevas tecnologías a la ciudad. Algunas grandes urbes, como Nueva York, incorporaron en los quioscos pantallas inteligentes con información principalmente visual y textual, lo que creaba barreras para los usuarios con discapacidades visuales o con discapacidades de procesamiento sensorial.

Como resultado, la Federación Americana para Ciegos (FAC) demandó al Ayuntamiento. ¿Por qué? Las pantallas táctiles no eran accesibles para muchos usuarios. De forma que antes del cambio, las personas ciegas podían comprar en el quiosco. Después, no. Victor Pineda, CEO de World Enabled, considera que las pantallas táctiles no son 100% accesibles. Por eso, allá donde estén, dejan a alguien fuera.

"Hay que tener cuidado para que las soluciones que se implementan no generen más barreras", advierte Borau. Corremos el riesgo de tirar de un montón de aplicaciones para mejorar el uso de la ciudad que no son accesibles para todos."No se puede perder de vista la brecha digital: el acceso a la tecnología de personas con distintas discapacidades es diferente, de la misma forma que muchas personas mayores no están familiarizadas con ciertos dispositivos", sentencia Borau. 

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