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Europa se duerme en los laureles de la inteligencia artificial

La UE puede liderar las nuevas fórmulas en las que máquinas y humanos trabajarán juntos para predecir tendencias y gestionar las complejidades que nos depara el futuro

En los años 80, ante la presión incipiente de Japón, los Gobiernos de Alemania y Francia unieron fuerzas logrando que la Unión Europea tuviese un estándar único de tecnología wireless: el 2G. Como resultado, durante décadas Europa dominó la telefonía móvil.

Hoy, la inteligencia artificial se sitúa como una de las tecnologías más prometedoras del futuro e incluso algunos se aventuran a decir que estamos ante una nueva solución con un impacto similar a la que en su día tuvo la irrupción de la electricidad o la máquina de vapor. Pero la batalla por la inteligencia artificial parece tener ya unos claros vencedores, dos caras de la misma moneda: EE UU apostando por un modelo centrado en las empresas privadas y China apoyándose en el tamaño de su población y la utilización masiva de sistemas de reconocimiento facial en lugares públicos.

¿Qué valor puede aportar la inteligencia artificial a la industria? El potencial es tan grande que expertos de Accenture, en su informe How AI Boosts Industry Profits and Innovation, pronostican ya unos porcentajes medios de mejora de la productividad del 39% para 2035.

Y al igual que en su día pasó con la carrera espacial, hoy la competencia entre China y EE UU por liderar la inteligencia artificial ha hecho que los tiempos se estén acelerando. Ante este escenario, puede que muchos vean una Unión Europea abocada a conformarse con ser una colonia de estos dos grandes imperios tecnológicos. Sin embargo, como afirmaba recientemente la canciller alemana Angela Merkel, existe una tercera vía entre lo puramente privado y lo puramente estatal, en la que Europa debe posicionarse para convertirse en un actor relevante en este nuevo orden tecnológico mundial.

Europa es un polo de talento en el desarrollo de automatismos industriales y es el hogar de muchas empresas manufactureras. Uno de los últimos informes del World Economic Forum así lo confirma, con cinco de las que consideras las fábricas más inteligentes del mundo en Europa.

Europa solo ha sido capaz de capturar el 12% del potencial de la digitalización

¿Y si el futuro tecnológico de Europa pasa por ser capaz de poner en valor la ventaja competitiva que supone su gran conocimiento de los mercados industriales y centrar esfuerzos en el desarrollo de la inteligencia artificial, creando y entrenando los algoritmos que definirán la industria del futuro y el IoT? ¿Y si Europa puede crear una tercera vía descentralizada en la que los datos pueden ser compartidos entre los distintos actores implicados?

Hoy, Europa tan solo ha sido capaz de capturar el 12% del potencial de la digitalización, tal y como recogía McKinsey en su informe 10 imperatives for Europe in the age of AI and automation, por lo que el margen de mejora es muy grande. Si Europa trabaja de forma combinada, con una aproximación común que trascienda las fronteras y los silos políticos, poniendo en valor las mejores innovaciones y prácticas,

Europa puede llevar sus valores también a este nuevo orden y liderar la próxima disrupción que nos lleve a un modelo inteligente que inspire una nueva narrativa económica para el continente. Pero por el camino tendremos que ser capaces de superar dos de las inercias típicas de la Unión Europea: su voluntad de intentar satisfacer tanto intereses nacionales como comerciales y el riesgo de que la inercia institucional limite la mayoría de la inversión a las instituciones académicas ya existentes, en vez de favorecer y dinamizar ecosistemas de talento más amplios, en los que tengan cabida un amplio abanico de actores.

La primera consideración es obvia, aunque absolutamente crítica: el acceso y la gestión de los datos debe ser sencilla. Hay que crear un ecosistema que permita compartir los datos a través de distintas plataformas: la denominada nueva economía de API. Para hacerlo, hay que usar modelos de datos y semántica normalizados y crear un modelo de referencia que permita la compatibilidad entre sistemas y pueda agregar distintos datos para su análisis.

El objetivo no es solo conseguir los datos, sino ser capaces de generar valor a partir de ellos.

Por supuesto, esto tiene que realizarse sin quebrantar la privacidad de las personas físicas ni poner en peligro la propiedad intelectual de las empresas. Es muy difícil imaginar que, sin estos datos, haya cualquier tipo de investigación en inteligencia artificial en Europa. Tenemos que redoblar esfuerzos e ir hacia un mercado único de datos. Un mercado que, si queremos que sea capaz de atraer inversión y eliminar reticencias, debe trabajar a partir de modelos de confianza, en los que la transparencia domine todas las actuaciones, tanto en lo que se refiere a su almacenamiento como a su uso y la forma en la que se crean estos modelos.

En segundo lugar, hay que poner mucho énfasis en la inteligencia artificial en los sistemas descentralizados de control. Es una oportunidad, tanto por nuestra tradición industrial, como por lo avanzado de nuestra automatización.

Hoy el objetivo no es solo conseguir los datos, sino ser capaces de generar valor a partir de ellos. Lo que hasta hoy permanece enjaulado y oculto nos ha de permitir mejorar la eficiencia de los activos y los flujos de sus operaciones de formas que hoy nos parecen imposibles.

Europa podrá salir reforzada si se focaliza en inteligencia artificial y aprendizaje automático, supera las barreras nacionales, apuesta por una estrategia europea que siga esta línea y da paso a un mercado único de datos. De esta forma, podrá liderar las nuevas fórmulas en las que máquinas y humanos trabajarán juntos para aprender a predecir las tendencias y gestionar las complejidades que nos depara el futuro.

Emmanuel Lagarrigue es EVP & Global Chief Strategy Officer Schneider Electric

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