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Pensar en beta también es pensar

La mentalidad digital implica convertirse en un nuevo tipo de ciudadano. Un ciudadano beta que piensa a la velocidad del rayo y que actúa y aprende a cada paso

Getty Images

La Tierra sigue empleando 365 días en dar una vuelta completa alrededor del Sol y continúan siendo 24 las horas que tarda nuestro planeta en girar completamente sobre sí mismo. En eso no se ha producido ningún cambio desde los tiempos de los primeros hombres. Pero no nos engañemos pensando que seguimos avanzando a la misma velocidad de nuestros antepasados. Ni siquiera que lo hacemos a la misma velocidad de nuestros padres o abuelos. Porque la manera de hacer negocios, de trabajar, de aprender, de disfrutar del ocio, de comprar y de vivir en general, no transcurre a la misma velocidad de siempre. De hecho, esa velocidad se ha incrementado de manera exponencial.

La razón de este acelerón sin precedentes en la historia de la humanidad es la tecnología. Los desarrollos tecnológicos que caracterizan esta revolución 4.0 que estamos viviendo son tan vertiginosos que apenas sí da tiempo a asimilarlos. Al menos en la forma tradicional que los humanos tenemos de asimilar las cosas. Desde tiempos inmemoriales, el homo sapiens ha manejado el cambio tras dedicarle una lenta y, a veces, pesada digestión. Antes de tomar medidas drásticas, el ser humano necesitaba reflexionar largamente sobre ellas.

Hoy no hay tiempo para eso. La pausa y la reflexión quedan fuera de lugar porque, sencillamente, nos condenan a llegar tarde. Y llegar tarde es tanto como no llegar (o peor). En la nueva era digital las decisiones llevan la cadencia de un pestañeo y la reflexión y la prudencia dejan paso a un modo de pensar más intuitivo y osado.

Pero que no cunda el pánico. Pensar en modo digital también es pensar. Y detrás de esa toma de decisiones express no hay irreflexión sino un cambio de posición. Antes, tomar una decisión sobre la adopción de un modelo de negocio o la implantación de una metodología de trabajo nuevas llevaba su tiempo porque esas determinaciones estaban hechas para durar. Ahora esas mismas decisiones deben ser casi instantáneas porque su expectativa de aplicabilidad está limitada a lo que tarde en surgir algo nuevo que reemplace lo antiguo. Y eso suele tardar muy poco.

El nuevo mono ha modificado su posición para poder empezar a pensar de otro modo, desde otro ángulo. De una forma más intuitiva y creativa en la que el error deja de ser algo catastrófico para convertirse en una parte más del proceso de avance. De alguna manera, lo definitivo pierde su sentido y todo se convierte en eventual. Los procesos no terminan jamás y se convierten, en cambio, en un viaje de mejora continua.

En la jerga de los programadores, se suele decir que estar en modo beta es trabajar con una versión de prueba y no definitiva de un desarrollo. Un modo en el que los prototipos son testados en situaciones casi reales y son mejorados sobre la marcha a partir de la experiencia. Se trata de una filosofía que encaja muy bien con el modo de hacer las cosas que caracteriza a la revolución digital. De alguna manera, el ser humano debe aprender a pensar en beta y no como algo excepcional, sino como parte de una nueva normalidad.

Esa forma de pensar fuera de la caja requiere un profundo cambio de mentalidad. Requiere desechar un buen puñado de ideas preconcebidas acerca de nuestra forma de trabajar, de aprender y de relacionarnos con nuestros compañeros y clientes. Implica convertirse en un nuevo tipo de ciudadano, en un ciudadano beta que piensa a la velocidad del rayo. Que actúa y aprende a cada paso.

Fernando Botella es autor de Bienvenidos a la Revolución 4.0 (Alienta Editorial, 2018).

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