El libro será un avatar
Pensábamos que el mundo digital, un mundo virtual, estaría confinado tras una pantalla, pero ya comenzamos a ver que no será así: se ha derramado y comienza a habitar entre nosotros
Muchas culturas contienen y narran la existencia del avatar. Un espíritu, una divinidad que toma cuerpo y habita entre nosotros. Puede ser el cuerpo de un animal, de un árbol, de un ser humano. De esta manera se manifiesta, tiene lugar, aquello que no es de este mundo material. Las historias de estos prodigios son muy numerosas. Todas conectan un mundo intangible, invisible, con el que alcanzan nuestros sentidos.
Recientemente, los videojuegos, las redes sociales han introducido el término avatar para denominar la figuración que un usuario escoge para presentarse al otro lado de la pantalla. Es una interpretación opuesta, ya que lo real pasa a ser virtual. Por popular que se haya hecho este uso, el concepto potente es el original, el que procede del sánscrito con el significado de “descenso o encarnación de un dios”.
Pensábamos que el mundo digital, un mundo virtual, estaría confinado tras una pantalla, pero ya comenzamos a ver que no será así: se ha derramado y comienza a habitar entre nosotros. Y una forma de instalarse en este mundo que llamamos real es el avatar. Esto significa que las cosas están concebidas en ese espacio sin lugares que es la Red, el Aleph digital; son virtuales, es decir, están en potencia; son intangibles, ristras de ceros y unos, pero se pueden materializar, tener lugar y presencia en este mundo. El proceso se hace ya a través de la impresión 3D (una denominación quizá no muy satisfactoria para un fenómeno de esta trascendencia).
Un sinnúmero de objetos puede estar virtualmente, como ristras de ceros y unos comprimidas en el espacio sin lugares del Aleph, y materializarse y tomar lugar. Se necesita para ello materia en donde insuflar lo virtual. Y ya en estos primeros momentos nos asombran la cantidad y diversidad de aplicaciones que se están consiguiendo.
El libro no ha sido una excepción en los procesos de digitalización que a tantas cosas ha afectado y que, por la magnitud del fenómeno, se ha estado llamando migración digital. Por este proceso, al libro se le ha extraído la tinta que corre por los capilares de sus letras, se ha desecado y convertido en polvo, en polvo de ceros y unos, en una nube de polvo, que no ocupa lugar. ¿Se puede entender como desintegración… o como sublimación?
Si se queda en la nube, aunque reverbere en las pantallas (e-books), puede justificar el sentimiento de pérdida del objeto; pero si desciende y toma de nuevo cuerpo, volumen y peso, y hay, por tanto, que darle lugar, el libro se nos manifiesta como un avatar.
Si se queda en la nube, aunque reverbere en las pantallas (e-books), puede justificar el sentimiento de pérdida del objeto; pero si desciende y toma de nuevo cuerpo, volumen y peso, y hay, por tanto, que darle lugar, el libro se nos manifiesta como un avatar. Está concebido en el Aleph, en ese espacio sin lugares, pura virtualidad; pero precisamente por ser virtual tiene la potencia de concretarse en un objeto particular.
Sublimado en el Aleph, el libro adquiere unas propiedades imposibles si está en nuestras manos: no hay que transportarlo —es ubicuo—, ni hacer copias, por lo que no se degrada, y, como también es blando, si hay que remodelarlo o corregirlo, estas acciones no dejan huella. Características que se pierden cuando toma cuerpo.
No nos cuesta entender este fenómeno para el libro, a diferencia de otros procesos de materialización que se anuncian o que ya se producen. Y es que hemos estado imprimiendo sobre hojas de papel textos que flotaban en la pantalla, y en la actualidad la impresión bajo demanda es una práctica editorial muy común. La impresión 3D supone que se prescinde aún más de la intervención humana en las etapas de la producción.
Borges imaginó la Biblioteca Universal (La biblioteca de Babel) como una interminable y abismal arquitectura laberíntica. ¿Será, sin embargo, solo un punto, un espacio sin lugares, solo potencia de materializarse en forma de libro en cualquier lugar del mundo donde se le invoque? Y de ser así, ¿qué demanda de libros tendrá esta Biblioteca por parte de los alefitas?
Antonio Rodríguez de las Heras es catedrático de la Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexión, no es una predicción. Por él se mueven los alefitas, seres protéticos, en conexión continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracción del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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