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Tres motivos para dudar de las bondades del ‘blockchain’

El 'blockchain' está en todas las conversaciones (y en muchos artículos de EL PAÍS RETINA). Pero… ¿y si se tratase de una burbuja?

Guillermo Vega
Getty Images

El blockchain está en todas las conversaciones (y en muchos artículos de EL PAÍS RETINA). Los expertos dicen que propiciará una revolución, y los periodistas nos hemos volcado a escribir sobre el tema, en ocasiones sin terminar de entenderlo del todo. Pero… ¿y si esto fuese otra burbuja que pasará con el tiempo?

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Aengus Collins, responsable de Riesgos Globales en el Foro Económico Mundial, se muestra categórico en este sentido. “Son nuevas tecnologías que poca gente comprende del todo. No hay duda de que con el tiempo surgirán aplicaciones importantes, o incluso transformadoras”, asegura en un artículo escrito para el blog de la institución, “pero hay indicios de comportamientos propios de una burbuja cuando se glosa el amplio catálogo de transformaciones radicales que va a atraer las DLT”. 

DLT son siglas que corresponden a distributed ledger technology, es decir, tecnología de libro descentralizado, que es la base de blockchain y que consiste en una base de datos que en vez de estar gestionada por un ordenador central se comparte entre muchos nodos.

Por eso, autores como Jon Evans aseguran que las redes blockchain no son el nuevo internet, sino el nuevo Linux, es decir, tecnologías complejas que el usuario final no quiere usar. “Ocho años después del lanzamiento de Bitcoin, Satoshi Nakamoto sigue siendo el único creador que ha creado una cadena de bloques que un número apreciable de personas quiere usar”.

Deberíamos “estar atentos al creciente abismo entre las afirmaciones que se lanzan sobre las potenciales aplicaciones de la DLT y la realidad actual de esas aplicaciones”, asegura Aengus Collins. Para ello, conviene mirar hacia atrás sobre todo lo que se ha dicho sobre las revoluciones tecnológicas y comprobar que “no hay todavía mucho cambio concreto sobre lo que basarnos”. Es más, en su opinión, muchas organizaciones están poniendo el ojo en el enfoque erróneo: "en vez de poner sus problemas sobre la mesa y reflexionar sobre si la tecnología DLT puede ayudar, están poniendo la tecnología DLT sobre la mesa y buscando problemas a los que podrían aplicar esta tecnología".

En este mismo sentido apunta Jason Bloomberg, columnista de Forbes. Otros, como Axel Pierron, asegura que ni siquiera su implementación en los mercados de capitales va a conducir a una caída de los costes. Más bien al contrario.

No solo eso: tampoco está claro que vaya a funcionar, realmente. Debido a su naturaleza descentralizada, basada en el P2P, las transacciones solo se completan cuando todos los nodos actualizan sus libros, lo que puede tardar horas, y restar así atractivo a estas operaciones. “Blockchain tiene mucho que demostrar”, asegura Peter Hiom, de ASX.

Volvemos a Collins, quien admite que cada vez más se desconfía de las instituciones, pero que “deberíamos tener cuidado en dramatizar excesivamente esta situación”. A diario se llevan a cabo innumerables transacciones e interacciones que se basan en sofisticadas redes de confianza, lo que, en opinión de Collins, puede entenderse como que “se están buscando soluciones a problemas que nadie tiene”. En su opinión, “incluso si es cierto que estamos en medio de un declive estructural de la confianza interpersonal, eso no significa automáticamente que las DLT sean la respuesta: quizás deberíamos priorizar la reconstrucción de la confianza antes de aceptar su desaparición y dejarlo todo en manos del despliegue de una tecnología optimizada para un mundo sin confianza”.

Por último, ¿resulta conveniente reemplazar los métodos sociales para generar confianza por métodos basados en la descentralización y la tecnología? Collins propone recurrir a la experiencia reciente, con la descentralización radical de internet en lo que respecta a las noticias y a los flujos de información. “Esto ha tenido unos efectos democratizadores innegables”, explica, pero relata también el lado oscuro. “Nos estamos dando cada vez más cuenta de consecuencias problemáticas”, como las cajas de resonancia de ciertas informaciones “que han contribuido a que hayamos alcanzado niveles de fragmentación y polarización tales que nos haga preocuparnos por la salud de la democracia”.

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Sobre la firma

Guillermo Vega
Corresponsal en Canarias y miembro del equipo de edición del diario. Trabajó en la Cadena Ser, Cinco Días y fue jefe de EL PAÍS Retina y de la sección de Tecnología. Licenciado en Ciencias de la Información, diplomado en Traducción e Interpretación y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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