Ingenio e innovación para la transición energética
Es especialmente relevante que las instituciones agilicen la burocracia y optimicen el uso de los fondos públicos para el desarrollo de tecnologías verdes
Desde la aparición del ser humano, la energía ha impulsado el progreso económico de las civilizaciones, siendo un factor decisivo en todas las revoluciones industriales. El 2023 ha sido clave. En la COP28 de Dubai casi doscientos países acordaron un abandono progresivo de los combustibles fósiles, un hito sin precedentes que demuestra un convencimiento global sobre la necesidad de la transición energética.
La buena noticia es que contamos con las soluciones tecnológicas para llevar a cabo esta transformación y, en el caso concreto de España, una excelente posición en cuanto a recursos naturales, industriales y humanos.
La alta disponibilidad de viento, sol y agua, para producir energía limpia, autóctona e inagotable, redunda en menores costes de la energía y aumento de la independencia energética. En 2023, más del 50% de la electricidad consumida en España fue de origen renovable.
Por otro lado, existe un ecosistema de innovación de primer nivel. En un mundo hiperconectado, la colaboración de todos los actores del sector energético (administraciones públicas, universidades, centros tecnológicos, empresas, proveedores, startups, consumidores, ...) es vital para avanzar con agilidad y rapidez.
Tenemos mimbres para afrontar los retos en los que estamos trabajando, aunque no olvidemos que la transformación que necesitamos es enorme. Los combustibles fósiles aún suponen más del 80% de la energía consumida a nivel mundial y dos tercios del consumo energético primario en España, según la Agencia Internacional de la Energía. Su peso es todavía elevado en usos como el transporte, climatización de edificios y parte de la industria. Ahí es donde tenemos que poner el foco, ya que la electrificación es imparable: vehículos eléctricos, bombas de calor y electrificación de procesos industriales, para lo que son imprescindibles las redes de distribución digitalizadas y el almacenamiento de energía.
Para lograrlo necesitamos un marco colaborativo y estable, con compromisos financieros públicos y privados. Es especialmente relevante que las instituciones agilicen la burocracia y optimicen el uso de los fondos públicos para el desarrollo de tecnologías verdes innovadoras.
Todo esto nos lleva al papel central de la innovación, tanto en el corto plazo (innovación incremental) como en un horizonte más lejano (innovación radical). Tecnologías mejoradas o disruptivas que nos permitan ganar en autosuficiencia y descarbonización sin renunciar a la competitividad y a la seguridad de suministro. Es necesario seguir investigando y desarrollando soluciones como el hidrógeno verde y sus derivados, nuevos materiales para mejorar la capacidad y duración de las baterías y soluciones de eficiencia energética para la demanda, entre otros. Otra área relevante son las tecnologías digitales y la inteligencia artificial, fundamentales para integrar, coordinar y operar un sistema eléctrico con energías intermitentes, productores descentralizados y nuevos elementos.
La transición energética es una carrera de fondo que empezó hace más de 20 años. Los avances que posibilitan que vayamos cumpliendo los objetivos climáticos son el fruto de décadas de innovación. Como muestra, en Iberdrola llevamos años analizando, ensayando e invirtiendo (o descartando, si no es viable) en nuevas tecnologías —redes inteligentes, energía eólica marina, almacenamiento, movilidad eléctrica—, claves para demostrar que los modelos de negocio sostenibles en la transición energética son una realidad actual.
Si don Quijote viajara desde el siglo XVII hasta nuestros días, vería que, gracias al ingenio, los molinos de viento de La Mancha son hoy unos auténticos gigantes en el mar. Ingenio e innovación para alcanzar un futuro eléctrico y sostenible.
Beatriz Crisóstomo Merino es directora global de innovación y medio ambiente de Iberdrola.
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