De hacer ‘slime’ en el salón de casa a facturar más de dos millones al año
Olivya Soth y Christine Ly, dueñas de una empresa del conocido en España como ‘blandiblú’, han convertido la venta de ‘moco’ de colores en un sofisticado negocio que no para de crecer
Cada viernes, a las tres de la tarde, decenas de miles de personas entran en la página web de Olivya Soth y Christine Ly, ambas de 26 años. Todos saben que a esa hora, sin faltar una semana, reponen existencias. En menos de 10 minutos, como ocurre en los conciertos de los grandes artistas, no quedará nada. Un decepcionante cartel de sold out (agotado) aparecerá junto a la foto de todos y cada uno de los productos. También una cuenta atrás que indica el día de la próxima venta. El codiciado tesoro cabe en una cajita redonda de plástico, es blando, un poco viscoso y de infinitos colores y olores: slime, una masa de aspecto gelatinoso más conocida en España como blandiblú. La empresa de Ly y Soth, OG Slime, afincada en Los Ángeles, factura más de dos millones de dólares al año (unos 1,8 millones de euros) y ha convertido la venta de moco en un negocio refinado y en auge. Sus clientes principales son adultos que lo utilizan para relajarse y manosearlo mientras hacen otra cosa, compartir tiempo y diversión con sus familias o por probar cómo se siente.
@ogslimes Spa pt. 2 (ASMR edition) restock drops tomorrow (1/19) at 3 pm pst / 6 pm est 🫧 Which one is your favorite?! #slime #ogslimes #restock #spa #fypシ
♬ original sound - og slimes ☻
El slime se popularizó en 2015-2016, cuenta por videollamada Soth, cuando empezaron a circular miles de videos de cómo hacerlo en casa y se convirtió en el tutorial más buscado en Google. Las redes y las nuevas formas de publicitar productos han permitido que empresas tan específicas y fuera de lo común, con un modelo de negocio impensable hace unos años, se conviertan en un éxito global.
En Instagram, la etiqueta supera los 15,4 millones de publicaciones y los hashtags #slimetutorial y o #slimevideo los 2,2 y 2,5 millones respectivamente. En TikTok ya hay más de 4,7 millones de vídeos de slime colgados. “Tenemos tanto miedo de que un día simplemente muera. Pero cada año crece y la gente está cada vez más interesada”, admite. Y añade: “Hemos subido y bajado a lo largo de los años, pero ahora estamos subiendo y esperamos facturar entre seis y 10 millones de dólares este año”.
La ahora empresa millonaria echó a andar en esa especie de época dorada que describe Soth. Su socia, Ly, acababa de entrar en la Universidad y, como tantos otros, un día de aburrimiento se topó con un vídeo de slime en Instagram. “Se obsesionó, empezó a experimentar en casa y se convirtió en su pasatiempo principal”, relata. Lo hacía en su habitación y en el salón, probando nuevas texturas y fórmulas, y grababa lo que creaba. Cada vez más personas veían sus vídeos y querían comprar el moco de colores. Tres años después, Soth se unió al emergente negocio y ambas dejaron los estudios.
Parte del éxito de OG Slime, opina Soth, es que han conseguido sofisticar un producto originalmente destinado a los niños. Su página web no tiene nada de infantil, más bien imita el estilo de una moderna tienda de ropa y a la tipografía de los artistas pop actuales. También los tipos de slime que ofrecen, con nombres originales, texturas sorprendentes y olores poco comunes. El más vendido, por ejemplo, parece nieve y huele al ungüento Vicks Vaporub. Otros imitan el sushi o incluyen piedras, cristales o abalorios. Hasta han creado uno con olor y color a gasolina. “Tenemos entre 20 y 25 texturas diferentes, aunque no todas disponibles al mismo tiempo”, cuenta Soth.
Cada semana sacan a la venta entre cinco o seis nuevos y fabrican casi 1.000 unidades de cada uno de ellos, además de los básicos que siempre reponen. En total, venden unos 12.000-15.000 botecitos de slime al mes, por un precio de entre 14,95 y 18,95 dólares. “Trabajamos mucho durante semanas para que se terminen en diez minutos. Luego mucha gente se queja en los comentarios y correos electrónicos. Pero lleva más de un mes preparar [cada tanda]”, explica Soth. En la empresa son 13 personas y cada tipo de slime lo planifican con uno o dos meses de antelación. El almacén recuerda a la parte trasera de una pastelería o tienda de gominolas, con máquinas de mezclado, estanterías llenas de elementos decorativos y tarros de colores.
La receta es sencilla: pegamento y bórax, un compuesto de ácido bórico, sosa y agua que consigue que el slime tenga textura gelatinosa. Se puede encontrar también en productos como detergentes, pesticidas, limpiadores del hogar o suavizantes, entre otros. Después le añaden el color, el aroma y los distintos tipos de abalorios y sustancias para conseguir diferentes texturas. La mayoría de sus clientes son adultos, señala Soth, entre 18 y 40 años y que compran el slime para ellos mismos: “Muchos son personas que tratan de reconfortar a su niño interior y simplemente quieren un poco de alegría y divertirse, y pueden compartir esa experiencia con sus hijos, su familia o sus amigos, ya sean mayores o más jóvenes que ellos”.
En Estados Unidos, otros han visto lo que Ly y Soth advirtieron en su día, que el slime no pasa de moda y da dinero, y han montado empresas que acumulan cientos de miles de seguidores en redes sociales: Pilotslime, Momoslime, Slime Obsidian, etc. En España, por ahora, no hay ninguna compañía similar. En parte, por el material que hace que el blandiblú sea blandiblú. El bórax suscitó polémica en 2017 porque una madre de Manchester (Reino Unido) subió a Facebook fotos de las quemaduras que tenía su hija en las manos después de jugar con un slime que había hecho siguiendo un vídeo de YouTube. Y la regulación europea considera el bórax candidato a la lista de “sustancias altamente preocupantes” por sus posibles efectos sobre la salud, y debe advertirse en el etiquetado su riesgo para la fertilidad y el desarrollo fetal.
Pero, ¿qué tiene el slime que lo hace tan popular? Gran parte, dice Soth, es el marketing. Que las etiquetas, los nombres y los vídeos lo hagan parecer interesante, diferente y cool. “Hacer que quieran tocarlo. Además, es realmente relajante y se puede usar para calmar el estrés o la ansiedad. Varios terapeutas nos han comprado y dicho que los usan en sus sesiones con pacientes. Es una experiencia multisensorial”, explica. Algunos de los vídeos de OG Slime superan los 3 millones de visualizaciones y la mayoría tiene más de medio millón. En Instagram les siguen 1,3 millones de personas y en TikTok un millón y medio.
Aun así, no muchos apostaron por su idea al principio. Lo más complicado, relata, fue que les tomaran en serio: “Cuando hablábamos con alguien, teníamos reuniones o incluso tratábamos de conseguir el almacén, no lo entendían y no lo querían. Y somos mujeres jóvenes. Lo más difícil es demostrarles [que podemos] todo el tiempo”. Ahora están a punto de mudarse a un almacén mucho más grande y duplicar la producción. “No puedo creer que cada año sigamos haciendo esto”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.