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Kubati, la huida hacia adelante del asesino de Yoyes

Detenido esta semana por organizar homenajes a presos, el histórico etarra temió ser asesinado por la banda y lamentó estar marcado para "toda la puta vida"

Manuel Jabois
Kubati en Durango (Bizkaia), en 2014, durante un acto con otros expresos de ETA.
Kubati en Durango (Bizkaia), en 2014, durante un acto con otros expresos de ETA.CLAUDIO ÁLVAREZ

El 26 de noviembre de 1987 Gipuzkoa amaneció con 600 cabinas telefónicas vigiladas por 1.480 guardias civiles y policías de paisano. Una llamada interceptada a un colaborador de la banda terrorista ETA había desvelado que José Antonio López Ruiz, Kubati (Durango, Bizkaia, 66 años), miembro del Comando Goierri Costa, realizaría una llamada a las 12 del mediodía. A esa hora, un par de hombres de físico parecido al de Kubati que pretendían llamar desde una cabina en algún punto de Gipuzkoa fueron encañonados.

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Mientras, en el casco viejo de Tolosa, uno de los puntos más calientes, el terrorista entró en un bar para hacer la llamada, algo que haría fracasar la operación policial. Allí, sin embargo, había demasiado ruido. Kubati salió y se dirigió a una cabina. Había una persona desconocida vendiendo cupones de la Once cerca del teléfono que le hizo dudar. Pero siguió adelante. Lo cuenta el propio terrorista a Imanol Murúa Uría en Un final para ETA (Ttarttalo, 2016). Nada más descolgar el teléfono aparecieron tres patrols de la Guardia Civil, se bajaron varios agentes y le pusieron un fusil en la cabeza. Todo ello, dentro de la cabina.

Kubati se hizo el loco: "¿Pero qué pasa aquí?". Los agentes no estaban seguros de si era él y Kubati le daba al fusil con la mano, fingiéndose espantado, para que lo bajasen. "Estuve a punto de poder escapar", le dice a Murúa. Uno de los agentes decía "no es, no es", y otro se pegó a la espalda de terrorista, agarrándolo, y sintió un bulto: la pistola. "¡Este es, este es!". Así acabó la carrera del asesino Kubati.

Yoyes

La pistola era una Browning 9 milímetros Parabellum, la misma con la que, un año antes, Kubati se presentó en las fiestas de Ordizia (Gipuzkoa) junto a dos colaboradores que, tras robar un coche a punta de pistola a 200 metros, le señalaron a una mujer joven que estaba disfrutando de las fiestas con su hijo de tres años y un amigo del niño.

Kubati no la conocía físicamente, pero había oído hablar mucho de ella. La mujer tenía 32 años y se llamaba Dolores González Katarain, Yoyes, una histórica dirigente de ETA retirada de la banda, exiliada y de vuelta en su pueblo, donde nada más llegar empezaron las pintadas: "Yoyes, traidora", "Yoyes, chivata". Kubati se dirigió a ella en la avenida Gudari (Soldado vasco) y le preguntó: "¿Eres Yoyes?". "Sí". "¿Sabes quién soy?". "No". "Soy un militante de ETA y vengo a ejecutarte". Le disparó dos veces y, con Yoyes en el suelo, una más en la cabeza.

Lo único que pudo hacer el personal médico que llegó fue tratar de calmar el llanto de los niños que estaban con Yoyes cuando fue tiroteada. Nadie vio nada en las fiestas de Ordizia, un lugar abarrotado. Los que escucharon algo, creyeron que eran cohetes. "Las fiestas continuaron, y la multitud celebraba enfervorizada los lances del juego de pelota en el frontón de la localidad a poco más de 100 metros escasos del lugar del atentado", escribió José Luis Barbería en EL PAÍS. Los actos se suspendieron tres horas después y se celebró un pleno para condenar el asesinato, que votaron todos salvo Herri Batasuna apelando a un "contexto de represión brutal".

Se le echó serrín a la sangre de Yoyes y, poco después, los niños recorrían el lugar en bicicleta. Cuando un año después se detuvo a Kubati, la operación se llamó Akaitz en homenaje al hijo de Yoyes, algo que no sentó bien a parte de la familia de la víctima, perteneciente a la izquierda abertzale. Akaitz es hoy doctor en bioquímica en Estados Unidos. La orden a Kubati de matar a Yoyes la dio Francisco Múgica Garmendia, Pakito: nació en Ordizia, el mismo pueblo que Yoyes, el mismo año (se llevaban seis meses) y habían sido amigos.

Los presos

A ese mundo pertenece José Antonio López, Kubati, acusado esta semana de los delitos de enaltecimiento del terrorismo y humillación a las víctimas junto a tres miembros de Sortu, Haimar Altuna, Oihana San Vicente y Oihana Garmendi. Fue detenido y puesto en libertad con cargos por la organización de 95 actos de bienvenida (ongietorris) a etarras salidos de las cárceles entre 2016 y 2019. Kubati es portavoz de la iniciativa Kalera Kalera como lo fue antes del colectivos de presos de ETA.

Ya fue detenido en 2018 por la organización del homenaje a Belén González Peñalba, Carmen, en un acto en el frontón de Lazkao con la presencia de Arnaldo Otegi, Rafael Díez Usabiaga, Pernando Barrena e históricos de la banda terrorista como Eugenio Etxebeste, Antxon. González Peñalba había fallecido de cáncer. Kubati y Miren Zabaleta, de Sortu, alabaron "su lucha" y su "compromiso" y recordaron su papel como negociadora con el Estado español en Argel y Zúrich. González Peñalba fue autora del secuestro de Diego Prado y Colón de Carvajal, el ametrallamiento del militar Fausto Escrigas y el atentado con coche bomba de la plaza de la República Argentina, junto a sus compañeros del Comando Madrid, Iñaki de Juana Chaos y el arrepentido Soares Gamboa; allí murió un ciudadano estadounidense, Eugene Kenneth, y resultaron heridos 16 guardias civiles (la bomba iba dirigida a un autobús del Cuerpo) y un transeúnte.

La de Kubati es una portavocía peculiar. En 1994 se hicieron públicas unas conversaciones interceptadas en la cárcel en las que confesaba tener miedo de que ETA lo matase si intentaba salirse de las directrices de la banda. Nadie mejor que él sabía de lo que hablaba. En esas conversaciones se mostraba favorable a sustituir la "lucha armada" por la política, y se confesaba: "Estoy metido dentro de un todo, y dentro de ese todo no me puedo desmarcar, porque desmarcarme sería meterme un tiro a mí, sería irme al agujero". También decía no estar convencido antes "de lo que pensaba y esas cosas", lamentó estar marcado "para toda la puta vida" y definía su papel: "Intentar desde dentro que esto se solucione".

Gregorio Ordóñez, portavoz del PP vasco, dijo que lo que tenía que haber hecho Kubati era "haberse descabalgado del caballo de la violencia cuando estaba montado en él, y no ahora que está en la cárcel y quiere salir". La reacción del terrorista desde la cárcel fue publicar aprisa una tribuna en el diario Egin reafirmando su lealtad a la banda y marcando y señalando objetivos, entre ellos el del propio Ordóñez, candidato del PP a la Alcaldía de San Sebastián. A Ordóñez, como a Ramón Jáuregui y otros políticos vascos, dedicó Kubati en público su teatral desmentido a sus confesiones en privado: "Solo quiero acusaros de querer ser verdugos de la honradez y del amor a unas siglas: ETA (...) Me despido de todos vosotros con desprecio y con el deseo esperanzador de que algún día, al poner la radio, oiga por ella una buena noticia que me alegre el día". "Cobarde asesino y héroe de pacotilla", le respondió un primo de Yoyes.

El pasado jueves se cumplieron 25 años del día en que Kubati encendió la radio y escuchó una buena noticia para él, el asesinato a tiros en una cafetería de San Sebastián de un hombre de 37 años, Gregorio Ordóñez, padre de un bebé de 16 meses; una de las personalidades más arrojadas y lúcidas del País Vasco, alguien que se metió en política en 1981, con 23 años, "por amor" a su tierra.

Cuentas pendientes

Kubati pasó 26 años de cárcel por 13 asesinatos cometidos entre 1984 y 1987, entre ellos el de Rafael Garrido, gobernador militar de Gipuzkoa, su mujer Daniela Velasco y el hijo de ambos, Daniel Garrido, de 16 años. Los tres iban en un vehículo conducido por el chófer del gobernador, que sobrevivió a las graves quemaduras. El vehículo frenó en un semáforo en rojo en el cruce de la avenida del Boulevard y la calle Legazpi de San Sebastián, y allí les adelantó una moto en la que iban dos etarras, Kubati y Lasa Getaria (Fermín), que tiraron al techo del coche una bomba. Producto de la explosión falleció también una mujer portuguesa que paseaba por la calle, María José Teixeira. ETA "lamentó" las muertes de la esposa de gobernador, su hijo y la transeúnte.

Kubati salió de la cárcel una noche de noviembre de 2013 entre insultos y con su coche zarandeado por una treintena de personas, varias de ellas víctimas del terrorismo, que acudieron a la cárcel de Puerto I, en Cádiz. Un año después, en Durango, leyó un comunicado en un acto con decenas de presos en el que asumían la legalidad penitenciaria y renunciaban a usar las armas en el futuro. Pelo abundante y cano, gafas, buen aspecto. Veinte años después había llegado Kubati, su asesino, a la misma decisión que Yoyes, si bien tuvo la prudencia de que su banda estuviese conforme. "¿Cómo voy a apoyar a un HB convertido en payaso de un militarismo de corte fascista?", escribió la exdirigente de ETA en sus diarios, publicados bajo el título Yoyes, desde mi ventana (Alberdania, 2009), un libro en el que vuelca su día a día como refugiada, sus reflexiones sobre terrorismo, política, feminismo y, sobre todo, el embarazo y su hijo. También apunta sus sueños; en uno de ellos, meses antes de morir, sueña que la cúpula de ETA se reúne en Francia con ella presente para enviarla de vuelta a México. Expresa su desacuerdo, dice que volverá a Euskadi, a su pueblo, y los dirigentes terroristas le recuerdan que tiene un hijo.

Los días de libertad de Kubati no están asegurados. Tiene una causa pendiente por el asesinato de los agentes de la Guarda Civil Ignacio Mateu Isturiz y Adrián González Revilla en 1986. Después de una instrucción de 31 años, el caso —que llegó a darse por imposible— se reabrió con la aportación de nuevas evidencias que involucrarían a Kubati y Fermín.

Para defenderse en ese juicio, según adelantó el pasado 26 de diciembre Mikel Segovia en El Independiente, Kubati ha citado como testigo al exgeneral Enrique Rodríguez Galindo, jefe del cuartel de Intxaurrondo en los años ochenta y uno de los responsables del terrorismo de Estado, el GAL, condenado por ser miembro de esa banda y responsable, en 1983, del secuestro, tortura (en la residencia oficial del gobernador civil, Julen Elgorriaga), asesinato y enterramiento en cal viva de dos presuntos militantes de ETA de 18 años, José Antonio Lasa y José Ignacio Zabala.

Galindo fue condenado a 71 años de prisión, de los que cumplió cuatro (salió en 2004) aduciendo el Ministerio de Interior "problemas de salud física y mental". Ahora deberá declarar como testigo a petición de una de sus bestias negras, Kubati. Galindo fue el jefe del operativo de vigilancia de 600 cabinas y movilización de 1.480 agentes en la caza de Kubati. Lo cuenta él mismo en sus memorias, Mi vida contra ETA (Planeta, 2006), el libro al que se agarra Kubati para no volver a la cárcel y por el que ha pedido que Galindo declare. El juicio será en octubre.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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