El factor Trapero
El 'major' sopesa declarar como testigo para contrarrestar las acusaciones de su némesis, Pérez de los Cobos
A Carles Puigdemont y a Josep Lluís Trapero deben de pitarles los oídos desde que empezó el juicio del procés. Su ausencia en la sala de plenos no impide que estén muy presentes. Sus nombres son los más pronunciados. Y casi nunca para bien. El expresident, por su inflexible determinación de convocar el referéndum. El major de los Mossos, por sus escasas ganas de impedirlo.
Frente a las críticas, Puigdemont reacciona con su habitual hiperactividad en Twitter, para dar o quitar según convenga, como un comentarista deportivo: Turull ha dado "un baño" a la Fiscalía, Rull ha estado "espectacular". Y así. El expresident, procesado rebelde y huido a Bélgica, quisiera acudir al Tribunal Supremo, pero como testigo: "No me puedo defender de todo lo que se dice de mí. Es injusto".
Nada que ver con la actitud de Trapero. Enrocado en su defensa y convencido de su verdad, el héroe de los atentados de Barcelona y Cambrils guarda un silencio abismal. El próximo jueves por la mañana tiene una oportunidad de romperlo. Ganas no le faltan después de ver cómo los máximos responsables del Ministerio del Interior, la Policía y la Guardia Civil destrozaban su figura.
Trapero, de 53 años, está preparando a conciencia su testifical. Aunque no ha tomado la decisión de comparecer —su abogada, la penalista Olga Tubau, prefiere mantener vivo el misterio—, fuentes de las defensas dan por hecho que lo hará. Aunque deba medir sus palabras. Su condición de procesado ante la Audiencia Nacional —nada menos que por rebelión— invita a la prudencia y le permite, en todo caso, seleccionar las preguntas que va a responder.
"Le conviene anticiparse y contar su verdad, porque los hechos que el Supremo dé por probados van a ser fuente de prueba", explica uno de los abogados del procés. Otra letrada añade que el "factor Trapero" demuestra "lo absurdo" de haber dividido la causa: por un lado, los 12 líderes independentistas; por el otro, los jefes políticos y policiales de los Mossos.
A ratos, el juicio a los dirigentes del procés parece más un juicio a Trapero y a los Mossos. Los mandos de Interior han puesto en la picota al major, convertido a su pesar en fetiche y hombre de moda del independentismo tras los atentados del 17-A. No solo por su gestión de la tragedia, sino por la frase con la que despachó a un periodista quejoso por una rueda de prensa en catalán. "Bueno, pues molt bé, pues adiós", dijo Trapero, hijo de un taxista de Valladolid y criado en el barrio de Singuerlín, puro extrarradio.
Si los jefes de Policía y Guardia Civil dispararon contra Trapero, el coordinador del 1-O le bombardeó. El coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, que nunca se entendió con el major, le acusó de "alinearse" con la Generalitat para celebrar el 1-O, de poner "palos en las ruedas" y de organizar un dispositivo "insuficiente e ineficaz".
Es evidente que algo pasó entre Trapero y De los Cobos. "Dos gallos en un gallinero", resumen fuentes cercanas al Govern. Sus reuniones en Fiscalía fueron mal desde el principio. Con un carácter difícil —es obstinado, testarudo, poco dado a los matices—, el major no soportó ponerse a las órdenes de un coronel. De los Cobos declaró que los problemas entre ellos iban más allá de las competencias: había "tensión" y "diferencias de criterio". El coordinador citó una frase de Trapero que hoy suena a profética: "Cada uno es responsable de sus actos".
Y Trapero, para bien o para mal, está convencido de los suyos. En sus declaraciones en la Audiencia Nacional ha defendido el papel de los Mossos tanto el 20-S como el 1-O. No es previsible que, si declara, apunte especialmente al exconseller Joaquim Forn, que defendió la labor de la policía y echó un capote a Trapero igual que hicieron sus comisarios Manel Castellví y Emili Quevedo. Ambos recordaron que el major trató de convencer a Puigdemont, dos veces, de que desconvocara la consulta ilegal. Eso subrayará también Trapero.
Por perfil y trayectoria, Puigdemont (periodista antes que político) y Trapero (investigador antes que jefe) poco tienen en común. Pero sus vidas se han entrelazado, convertidos ahora en blanco preferente del juicio. Aunque ya mandaba a los Mossos desde 2013, Puigdemont blindó sus funciones al nombrarle major en abril de 2017, ya en pleno procés.
En agosto de 2016, Puigdemont y Trapero asistieron a una fiesta en una casa de Cadaqués, en la Costa Brava. Una reunión de amigos en la que estaban Joan Laporta (expresidente del Barça) y la periodista Pilar Rahola. Un acto sin relevancia jurídica alguna pero que trascendió porque el vídeo fue difundido en redes. El expresident toca a la guitarra Let it be, de Los Beatles, mientras Trapero y los demás cantan. Luego es el major el que coge la guitarra. Lleva una camisa hawaiana y un gorro de paja. Interpreta Paraules d'amor, de Joan Manel Serrat. Eran otros tiempos. Las palabras que ahora le llegan, desde la sala de plenos del Supremo, son más de guerra que de amor.
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