Zoido no sabe nada
El exministro del Interior ha intentado esquivar todas las preguntas en el juicio del 'procés'
Esta crónica tendría que haberse titulado Todos traicionaron a Urkullu. De hecho, así estaba titulada hasta las cuatro de la tarde, porque durante la sesión de la mañana Iñigo Urkullu, el jefe del Gobierno vasco, había dado una lección de lo que tiene que hacer un testigo cuando acude a un juicio: llegar puntual, saludar con cortesía, jurar o prometer decir la verdad –en su caso jurar— y responder a todas las preguntas en corto y por derecho, con fechas, nombres y detalles, sin hacer más valoración que su mirada, la de un político que intentó mediar entre Carles Puigdemont y Mariano Rajoy para que ni el primero declarara la independencia de Cataluña ni el segundo aplicara el artículo 155. Urkullu cuenta que los dos presidentes le dieron su palabra de que harían todo lo posible por evitarlo, y ya se sabe lo que ocurrió. Pero, a las cuatro en punto, el juez Manuel Marchena pide que entre en el Salón de Plenos del Tribunal Supremo el primer testigo de la tarde. Y el que aparece es Juan Ignacio Zoido.
Como a todos los testigos, el juez le pregunta por su nombre, edad, profesión y estado civil. Y Zoido, juez en excedencia y ministro del Interior durante el último Gobierno de Rajoy, responde que tiene 62 años, que es diputado y que está casado. Es a lo último a lo que responde con rapidez y diligencia. A partir de ahí, y durante las siguientes dos horas y media, con la voz temblorosa y la mirada huidiza, Juan Ignacio Zoido intenta esquivar todas las preguntas. Lo hace con una expresión que repite una y otra vez: “Lo desconozco”. Zoido lo desconoce todo, hasta el punto de que cuando la fiscal, los abogados de la defensa o de la acusación popular le preguntan por algo que en teoría debería saber por su cargo y por el momento en que lo ejerció —nada más y nada menos que ministro del Interior durante la intentona secesionista— , no resulta difícil adivinar cuál va a ser la respuesta del exministro: “Lo desconozco”.
Y esto, que por momentos resulta ridículo — ¿cómo no va a saber un ministro del Interior por qué envió a miles de guardias a Cataluña, qué pasó con los barcos destinados a albergarlos, por qué se cargó con violencia en los colegios electorales y por qué en un momento se dejó de cargar…?— se convierte de pronto en indigno. Porque no parece digno que un exministro del Interior, cuando le aprietan en un juicio en el que ni siquiera está imputado, sino que acude de testigo y bajo juramento, descargue la responsabilidad en sus antiguos colaboradores. Hay una frase que resume su declaración y que perseguirá a Zoido allá donde quiera llevar su carrera política. Es la respuesta que da el exministro cuando la fiscal Consuelo Madrigal le pregunta por la actuación de los antidisturbios de la Policía Nacional y de la Guardia Civil en los colegios electorales durante la jornada del 1 de octubre:
–¿Usted dio la orden de parar?
–Igual que yo no di la orden de actuar y dónde, tampoco di la orden de dejar de hacerlo. La decisión la tomaron los mandos operativos y ellos sabrán por qué lo hicieron.
Zoido podría haber dicho: “Asumo la actuación de policías y guardias civiles”. Pero no dijo eso. Lo que dijo fue: “Ellos sabrán por qué lo hicieron”. Y más tarde, también con la colaboración de la fiscal, habla de unas misteriosas “armas de guerra” que en aquel otoño caliente los Mossos d’Esquadra intentaron comprar, lo que el Ministerio del Interior impidió. Dicho así, sin contexto — y sin venir a cuento—, da la impresión de que la Generalitat intentó formar un Ejército con vistas a la secesión. La realidad —de la que en su momento informaron los medios— es que aquel intento de comprar subfusiles, granadas de asalto y rifles para francotiradores se produjo tras el atentado terrorista del 17 de agosto de 2017 en Barcelona. No se trataba por tanto de armas de guerra para un hipotético ejército catalán y republicano.
Dos meses antes de la matanza de Las Ramblas, exactamente el 19 de junio, Iñigo Urkullu viajó a Barcelona para conmemorar el 30º aniversario del atentado de ETA en Hipercor. El lehendakari explica que aprovechó el viaje para reunirse con Puigdemont, quien le pidió que intercediera ante el Gobierno del PP. Aquel mismo día, Urkullu se reunió con Soraya Sáenz de Santamaría y un mes después mantuvo un encuentro con Mariano Rajoy en La Moncloa. La conversación, a solas, duró dos horas y media, pero el miércoles Rajoy dijo, bajo juramento, que no se acordaba.
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