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Las defensas salen al ataque

Los abogados de los 12 procesados abren el juicio con duros alegatos y críticas a la actuación judicial, que descalifican como una “causa general” contra el independentismo

Los doce líderes independentistas juzgados, en el juicio. Primer banco, de izquierda a derecha, Joaquim Forn, Raül Romeva y Oriol Junqueras; segundo, Josep Rull, Jordi Turull y Jordi Sànchez; tercero, Dolors Bassa, Carme Forcadell y Jordi Cuixart; y cuarto, Meritxell Borràs, Santiago Vila y Carles Mundó. En vídeo, el abogado de Cuixart advierte de que no es aforado: "No entendemos porque estamos en un juicio delante del Supremo".Foto: atlas | Vídeo: Emilio Naranjo | ATLAS

Dentro de la sala, lo que más llamó la atención fue el silencio. O, más exactamente, el respetuoso silencio. En un proceso en el que el ruido, los insultos, las acusaciones más duras y los tuits envenenados han terminado por romper la convivencia en Cataluña y resucitar los viejos odios en el resto de España, lo más sorprendente es que en la primera sesión del juicio, bajo las grandes lámparas del Salón de Plenos del Tribunal Supremo, el silencio venció al ruido.

Fue posible gracias a la mano izquierda del presidente Manuel Marchena, que permitió los lazos amarillos y dejó que los encarcelados se abrazaran con sus familiares y amigos después de cada sesión, y también a la cortesía institucional de los abogados defensores, unos más duros que otros en sus alegatos, pero todos respetuosos con las reglas y con las formas. “Excelentísimas señorías”, llegó a decir un letrado, “este juicio es un fracaso social de todo el Estado español”. Y de ahí para arriba.

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Durante más de seis horas, las defensas salieron al ataque. Duro, argumentado, casi a la desesperada —nadie piensa a estas alturas que el juicio pueda ser suspendido ni los políticos presos puestos en libertad—, pero correcto. Ni un mal gesto en el estrado, ni un murmullo en la sala. Tanto que un conocido tertuliano, famoso por sus opiniones ex catedra y su afición a la bronca, terminó dando cabezadas durante la sesión de la mañana y por la tarde ya ni regresó.

Y eso que, a primera hora de la mañana, la irrupción en la plaza de París, junto a la sede del Tribunal Supremo, del líder de Vox, Santiago Abascal, hacía temer que el ruido irrumpiera en el juicio desde el día del estreno. De hecho, un vistazo al Salón de Plenos es una metáfora perfecta de la situación actual del país. A un lado, el secesionismo que quiere romper con España. Del otro, los abogados de Vox, el partido que era apenas un embrión cuando se personó en la causa, a finales de 2017, y ya ha monopolizado el discurso de la derecha y amenaza con entrar con fuerza en las instituciones. En medio, unos jueces que tratan de ofrecer transparencia en señal de su imparcialidad, pero que arrastran —como la causa misma— un reguero de sospechas y de dudas. Por esas rendijas, a veces del tamaño de una zanja, trataron este martes de colarse los argumentos de los abogados defensores.

El primero en intervenir, Andreu Van den Eynde, defensor del exvicepresident Oriol Junqueras, fue sin duda el más duro y acusó a la justicia de orquestar una “causa general” contra el independentismo. “Se han vulnerado prácticamente todos los derechos”, aseguró, “el derecho a la intimidad y la inviolabilidad del domicilio, el derecho a la reunión y manifestación, el de libertad de movimientos. Hasta el derecho a la libertad de culto, porque a Junqueras no le dejaban ir a misa en prisión”. El abogado fue poniendo en fila india las torpezas cometidas por los agentes del Estado, y ahí existe un auténtico manantial. Desde el teniente coronel de la Guardia Civil, responsable de una parte de la investigación, que por la noche se convertía en un tuitero faltón con el independentismo, hasta los mensajes de WhatsApp del senador del PP Ignacio Cosidó, que garantizaba a sus colegas que con Marchena todo estaba atado y bien atado: “Controlaremos la sala segunda desde detrás”. También salió a colación la actuación de Juan Ignacio Zoido, el ministro del Interior de Mariano Rajoy, que envió a los antidisturbios de la Policía Nacional y de la Guardia Civil a una operación imposible que, a la postre, se convirtió en la mejor baza del independentismo para pasear por Europa. El ataque de las defensas se convirtió también en un tráiler de la película que, durante los próximos tres meses, de martes a jueves y en sesiones de mañana y tarde, se proyectará en el Supremo.

Buenos augurios

Y en la primera sesión, además de los buenos augurios de convivencia –ni siquiera el abogado de Vox, Javier Ortega Smith, protestó cuando el tribunal permitió que los presos abrazaran a sus familiares y saludaran al presidente de la Generalitat, Joaquim Torra—, también hubo espacio para hacer pronósticos del talante de las defensas. La transparencia tiene sus daños colaterales, y la decisión de retransmitir en directo el juicio para evitar suspicacias puede modificar ciertos comportamientos. ¿Quién va a renunciar a sus minutos de gloria con la televisión en directo? Durante la primera sesión, los ejemplos más claros fueron los del ya citado Andreu Van den Eynde y los de Olga Arderiu, abogada de la expresidenta del Parlament Carme Forcadell, quien a las seis menos cuarto de la tarde y después de casi una hora hablando, se llevó el primer y único aviso del presidente del tribunal. Manuel Marchena, con una sonrisa y pidiéndole disculpas, interrumpió el discurso de la letrada para solicitarle que fuese terminando. “Creo además”, dijo Marchena, “que muchos de sus argumentos están ya recogidos en su extenso escrito de defensa, que si no recuerdo mal tenía 263 folios”.

“Una amarga necesidad”

La intervención del abogado de Junqueras fue incluso más tediosa. Tan llena de citas —hay quien no se resigna a ponerle un escaparate a sus conocimientos— que el abogado que intervino después, Javier Melero, el defensor del exconsejero del Interior Joaquim Forn, advirtió de que sus citas iban a ser más simples. Y tiró de un pasaje del proyecto alternativo del Código Penal alemán de 1969 que sostiene que el derecho penal debe ser entendido como “una amarga necesidad dentro de la comunidad de seres imperfectos que los hombres son”. Unos hombres que este martes, pese a sus diferencias seguramente insalvables, supieron guardar silencio cuando Jordi Cuixart y el exconseller Josep Rull se fundieron en un largo abrazo con sus familiares antes de emprender el regreso, ya de noche, a la prisión de Soto del Real.

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