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La caída de ‘El Solitario’, la historia del atracador de bancos más astuto de los años noventa

Jaime Jiménez Arbe, natural de Madrid, tuvo en jaque durante años a la policía, pero una pista facilitada por un pastor tras su último robo posibilitó su captura. En 2008, fue condenado a 47 años de prisión

Efectivos de la Policía Foral custodian a Jaime Jiménez Arbe en el interior de la Audiencia Provincial de Navarra, en julio de 2008.
Efectivos de la Policía Foral custodian a Jaime Jiménez Arbe en el interior de la Audiencia Provincial de Navarra, en julio de 2008.EFE

Jaime Jiménez Arbe negó haber asesinado a dos guardias civiles el 9 de junio de 2004 durante el juicio en el que se le acusaba de los dos delitos —el fallo contempló una pena de 20 años por cada uno de ellos— y siete más por tenencia ilícita de armas. Antes, la vida de este madrileño le llevó a convertirse en el ladrón de sucursales bancarias más astuto de España. Durante siete años, todos sus robos los cometía sin fallos y no dejaba ningún tipo de huellas, lo que tuvo en jaque a las fuerzas de seguridad hasta el año 2000. Aquella vez, logró escapar después de un tiroteo nada más asaltar una oficina bancaria en un pueblo de Castellón. La larga carrera criminal acabó en 2007, cuando fue detenido en Portugal. Tres años antes, había asesinado a tiros a dos guardias civiles de Tráfico en Navarra. Este reportaje, publicado en EL PAÍS el 29 de julio de 2007, describe su historial delictivo y cómo fue capturado:

Ególatra. Paranoico. Buen tirador. Histriónico. Amante de la música. Autodidacta. Frío. Cerebral. Metódico. Inteligente. Solitario. Adjetivos para definir la personalidad de un hombre indefinible: Jaime Jiménez Arbe, madrileño de 51 años que durante mucho tiempo fue la peor pesadilla de la policía y la Guardia Civil. Es El Solitario, el atracador de bancos que hasta el lunes no tenía ni cara ni nombre. Ahora está en la cárcel de Monsanto (Lisboa) tras ser capturado cuando se disponía a dar un nuevo golpe en Figueira da Foz (Portugal). Ayer dejó la huelga de hambre que empezó el jueves exigiendo ser devuelto al penal de Coimbra.

Jiménez Arbe, mal estudiante en el Liceo Italiano de Madrid, fue uno de los primeros pastilleros (consumidor y traficante de droga) que hubo en España, asegura un policía. Por ese motivo tiene prohibida a perpetuidad su entrada en Suecia. De joven le gustaban las motos y la música, y fue integrante de Los Rocker. En esa época —en torno a 1972 o 1973— trabó amistad con José Antonio Martín Gardoqui, baterista de Burning, el grupo que triunfó con aquella canción de ¿Qué hace una chica como tú en un sitio como éste? Ambos tuvieron ya entonces problemas con la justicia, acusados de asaltar con navajas a viandantes. Hoy, Jiménez Arbe está recluido en Lisboa y Martín Gardoqui, ya en vías de reinserción, lo está en Picassent (Valencia).

Cuando en 2004 asesinó a dos guardias civiles se convirtió en el 'enemigo público número uno'

Quien con el paso del tiempo llegaría a ser El Solitario se casó muy joven con una finlandesa, a la que conoció en uno de sus muchos viajes al extranjero. Pero aquello duró poco. Más tarde matrimonió con Anne, una británica de Manchester, con la que en 1988 se asentó en un chalé adosado de la calle del Galeno, en una urbanización de Las Rozas (Madrid).

La madre de él, la maestra María Soledad, ayudó económicamente a la pareja, que pronto tuvo dos hijos. "Entonces parecían una familia normal", recuerda una vecina, ignorante entonces de que Jaime tenía ya ficha policial en España, Reino Unido y Suecia. Anne, que ocasionalmente daba clases de inglés a algunos niños de la urbanización, se divorció hace dos años de Jaime y se fue a vivir a otro chalé con sus dos hijos (hoy ya unos jovencitos).

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Jaime Jiménez trabajó como instalador de aire acondicionado y especialista en frío industrial. Pero su vocación era la de atracador de bancos. La policía supone que fue él quien en mayo de 1993, disfrazado con barba y peluca, desvalijó una sucursal de Ademuz (Valencia). Empezaba así a forjarse la leyenda de El Solitario, el delincuente más astuto y escurridizo del último decenio.

Gracias a los 'pinchazos' telefónicos la policía descubre que tiene una novia brasileña

Empezó por proveerse de las herramientas necesarias: pistolas, revólveres y metralletas, posiblemente inutilizadas, que él mismo se encargaba de restaurar en un taller montado a tal fin en el bajo de su chalé. Todo lo hizo de forma autodidacta, mediante libros, revistas y vídeos de armamento. En Estados Unidos compró un tubo apto para fabricar silenciadores y cañones de pistola. También consiguió chalecos antibalas —eso es trabajar con seguridad— y blindó con unas planchas de acero el respaldo y el cabezal del automóvil que empleaba en sus golpes (por si tenía algún encontronazo a tiros con la policía).

Durante siete años no llamó la atención de nadie. Atracaba en Navarra, en Aragón, en Galicia, en La Rioja... Sin tiros, sin violencia. Entraba en el banco, se llevaba el dinero... y adiós. Nunca dejaba huellas. Su carrera iba como la seda. Hasta que el 10 de mayo de 2000 asaltó una sucursal de Vall d'Uixó (Castellón) y estuvo a punto de ser capturado por un grupo de valerosos policías locales, con los que mantuvo un feroz tiroteo —hubo 200 disparos— en el que resultó muerto uno de los agentes.

'El Solitario', durante el juicio en el que se le acusaba de haber asesinado a dos guardias civiles en 2004.
'El Solitario', durante el juicio en el que se le acusaba de haber asesinado a dos guardias civiles en 2004.EFE

Pese al sangriento tropiezo de Castellón, Jiménez Arbe continuó forjando su biografía delictiva sin problemas. Hasta que el 9 de junio de 2004 asesinó a tiros a dos guardias civiles de Tráfico en Castejón (Navarra) porque se vio perdido: conducía un Suzuki con matrículas falsas porque ese día había planeado robar un banco en Logroño. Desde ese momento, se convirtió en el enemigo público número 1.

La Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía persiguieron durante años a un fantasma. Tenían las imágenes captadas por las cámaras de los bancos, pero la peluca y la barba postiza le hacían irreconocible. Además, llevaba las palmas de las manos forradas de esparadrapo para no dejar ni una huella. Un tipo astuto y metódico.

El pasado 18 de mayo, El Solitario volvió a actuar. Fue en una caja de ahorros de Toro (Zamora), donde se apoderó de 6.000 euros e hirió de un tiro en una pierna al cajero Luis Alonso Medina, de 53 años. Ese día, el viento empezó a soplar en su contra: un pastor vio cómo se ponía la peluca y la perilla y cómo se alejaba en una furgoneta Renault Kangoo. ¡Por fin había una pista!

Los atracos con éxito y cuantiosos los apuntaba en su agenda con un 'OK, arrivederci'

El Ministerio del Interior difundió nuevas imágenes del fugitivo y requirió la colaboración ciudadana. Hubo más de 200 llamadas. Un día de finales de mayo pasado, el comisario Emilio Alcázar, jefe de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de Madrid (UDYCO), recibió una llamada. El anónimo comunicante dio datos sobre un tipo que podría ser El Solitario. Juan Manuel Calleja, jefe de la Brigada Judicial de Madrid, montó un equipo dirigido por Alcázar, Gloria Martínez, comisaria de la Unidad de Delincuencia Especializada y Violenta de Madrid (UDEV), y Santiago Calvo, jefe del Grupo XIII. Así empezó la Operación Gloria, en la que también colaboraron agentes de la UDEV central encabezados por el inspector-jefe Jaime Barrado.

"Vimos que el sospechoso no trabajaba, que tenía los mismos ojos azules, las mismas manos grandes y que sus andares eran muy parecidos a los del delincuente que buscábamos. Tenía una Renault Kangoo. Había muchas coincidencias y empezamos a seguirle", recuerda uno de los responsables de la investigación. Tenía el coche a nombre de su madre, igual que sus cuentas bancarias (con un saldo de 5.000 euros). Su casa y una nave de Pinto, a nombre de su ex esposa Anne.

Casi no existía para el Estado en ningún registro, aunque el pasado abril se inscribió en el Inem para demandar empleo como experto en instalaciones de frío. Rastreando su pasado, los policías descubrieron que en la clínica López Ibor le habían diagnosticado paranoia y que, por eso, no había hecho la mili. Desde ese momento, el fantasmal atracador apodado El Solitario ya tiene nombre y apellidos: Jaime Jiménez Arbe. Es astuto y desconfiado. Siempre toma precauciones. Gracias a los pinchazos telefónicos los policías descubren que habla con su última novia, Iris Roberta M., una brasileña que vive en Natal, en el Estado de Rio Grande do Norte. Gracias a eso, la Brigada Judicial de Madrid escucha una conversación en la que Jiménez le pregunta a la chica: "¿Cómo se dice en portugués 'buenos días, quiero hablar con el director?". Y le pide que se lo diga en un tono que no parezca imperativo, sino amable.

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Los agentes deducen que el sospechoso está preparando un golpe en Portugal. Sobre todo, cuando escuchan decirle a su novia brasileña: "Voy a estar unos días fuera de Madrid". Los seguimientos así lo confirman pocos días después, al ver cómo planifica meticulosamente el robo sobre el terreno en Figueira da Foz, cerca de Coimbra.

El pasado lunes, cuando iba a ejecutar el atraco en una sucursal de la Caixa de Crédito Agrícola, varios policías portugueses cayeron sobre él. Era el final de la larga carrera criminal de El Solitario.

Los investigadores ahora analizan 28 cuadernos con anotaciones de coordenadas, planos y mapas que constituyen una especie de hoja de ruta de los atracos perpetrados por este individuo a lo largo de más de un decenio. Esta especie de agenda técnica apenas contiene comentarios, excepto cuando se refiere a algún atraco cuantioso y exitoso, en que cierra el expediente con un OK, arrivederci [en italiano, Perfecto. Hasta la vista].

La policía ha hallado en casa de El Solitario un DNI de un ciudadano que estaba en una oficina del Banco Exterior de España en Viveiro (Lugo) asaltada en mayo de 1994. Eso permite añadir un nuevo golpe a la lista de treinta y tantos que la policía ya imputaba a El Solitario. "Y quizás tiene muchos más que aún desconocemos", señala el comisario Calleja.

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