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Dos desaparecidas, 11 años y un solo sospechoso

Una década de diferencia y una sola persona. Dos mujeres mallorquinas, de 54 y 72 años, desaparecieron sin dejar rastro tras haberse encontrado con dicho individuo días antes. Este sigue en libertad

Panorámica del barrio Cala Major, en Palma.
Panorámica del barrio Cala Major, en Palma. LANOEL

Tanto Margalida Bestard, de 72 años, como Ángeles Arroyo, de 54, les une un mismo destino y un mismo individuo pese a separarlas once largos años. La primera desapareció en 1996, la segunda, en 2007. Sin ningún rastro. Ambas mujeres, procedentes de Mallorca, conocían a Antonio S.O.; único sospechoso de la investigación policial que se llevó a cabo tras las dos desapariciones. La policía se había centrado en su persona porque Margalida y Ángeles desaparecieron tras haber contactado con él. El individuo fue detenido dos veces y puesto en libertad por falta de pruebas concluyentes. Este reportaje, publicado en EL PAÍS el 25 de mayo de 2008, describe las pesquisas policíacas llevadas a cabo: 

Dos mujeres desaparecidas en Mallorca, con 11 años de diferencia, y un mismo sospechoso. Ángeles Arroyo Agrás, de 54 años, dueña de un bar, no ha vuelto a ser vista desde el 6 de noviembre de 1996. La viuda Margalida Bestard Ramis, de 72 años, propietaria de un bloque de apartamentos, desapareció el 10 de octubre de 2007. Más de una década separa un caso del otro, pero en ambos aparece un mismo nombre: Antonio S. O., un manitas de 63 años, ebanista, electricista y fontanero, fue detenido en ambas ocasiones y puesto en libertad por los jueces al no apreciar pruebas contundentes en su contra.

Ángeles Arroyo regentaba un bar contiguo a un local donde Antonio poseía una tienda de souvenirs en Cala Major. Algunos testigos declararon en su día que Ángeles y Antonio habían discutido días antes de la misteriosa desaparición de la mujer. Pero tuvo que transcurrir más de un año hasta que, en 1998, la Brigada de Policía Judicial detuvo al sospechoso, tras inspeccionar su tienda y descubrir manchas de sangre presuntamente pertenecientes a la víctima.

Desde octubre de 2007 nadie sabe qué fue de Margalida Bestard, de 72 años

El arrestado admitió que a veces había tenido alguna trifulca con Ángeles porque una jardinera y las mesas de su bar dificultaban el paso a los clientes de su tienda de recuerdos. Cuando fue interrogado acerca de los restos de sangre, aseguró que tales manchas se debían a que Ángeles se había cortado con una botella de cristal y que había acudido a su establecimiento para que le curaran con agua oxigenada y mercromina.

Ante los indicios, el juez encargado del sumario envió al fontanero a prisión y allí pasó varias semanas, hasta que quedó libre por falta de pruebas. Si no había cadáver, no se le podía acusar de ningún crimen.

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Sin embargo, la policía no olvida. El Grupo de Homicidios de la policía mallorquina tampoco se deja nada en el cajón. Así que en julio de 2007, un decenio después de la desaparición de Ángeles, los agentes encargados de las pesquisas decidieron rastrear con georradares una finca de 10.000 metros cuadrados de Llucmajor, que el sospechoso había vendido recientemente. El objetivo era localizar algún desnivel, algún montículo, alguna grieta en la tierra, que revelara el ocultamiento de un cadáver, según fuentes de la investigación. El rastreo concluyó sin resultados.

Margalida Bestard, a la izquierda, con su hija Catalina, en agosto de 2006.
Margalida Bestard, a la izquierda, con su hija Catalina, en agosto de 2006.

Pero 11 años después de la evaporación de Ángeles Arroyo, en octubre del año pasado el fontanero se vio envuelto en la enigmática desaparición de la viuda Margalida Bestard. Fue vista con vida por última vez el día que salió de su casa de Pòrtol para cobrar los alquileres de unos apartamentos que posee en el edificio Marineta, en El Arenal.

Había quedado en verse allí mismo con una asistenta a la que había contratado para limpiar unos pisos que tenía previsto arrendar en breve. "Mi madre estuvo con Jenny, la empleada, limpiando unos apartamentos. A media mañana le dijo a la chica: 'Me voy a cobrar unos recibos y luego comemos algo", recuerda Miquel Serra Bestard, el hijo de Margalida. Cobró los alquileres, pero jamás volvió a reunirse con la empleada doméstica, quien, alarmada, alertó a la familia.

Serra ha explicado que su madre conoció al tal Antonio en enero de 2006, cuando éste le compró, a través de una inmobiliaria, uno de los apartamentos del número 5 de la calle de Marineta, en el Arenal.

Ángeles Arroyo, dueña de un bar, no ha vuelto a ser vista desde 1996

La operación mercantil no tuvo ningún contratiempo: Antonio pagó puntualmente los 150.000 euros y firmó las escrituras. En teoría, ahí acababa todo. Pero diez meses después, le llegaron a Margalida los recibos de la tasa de basuras y de la contribución urbana. Ella decidió entregárselos al comprador pidiéndole que pagase los 200 euros que reclamaba el Ayuntamiento y que, además, tramitase el cambio de titularidad.

En octubre de 2007, Margalida recibió, otra vez, el recibo de la tasa de recogida de basuras y el de la contribución. Contrariada por ese hecho, se citó el día 10 con Antonio S., al que recriminó que aún no hubiera efectuado el cambio de titularidad del inmueble. "Mi madre era una mujer educada, pero enérgica. Es posible que le dijera que a ella no la toreaba nadie, y que desatara las iras de ese individuo. Eso podría haber sido el origen de lo ocurrido", aventura Serra.

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Antonio S. ha reconocido que ese día se encontró con Margalida en el ascensor y que ésta acordó dejarle los recibos en su buzón. "No volví a verla más", aseguró. Ni él ni nadie. Desde entonces, a la septuagenaria se la ha tragado la tierra.

Hace tres semanas, Antonio S. O. fue detenido por la Guardia Civil. Los agentes excavaron y rastrearon una finca rústica del Camí Vell de Porreres, cerca de Algaida, propiedad del arrestado, así como dos viviendas y un garaje. Durante la operación, que se prolongó durante tres días, estuvo tranquilo y despreocupado, como si aquello no fuera con él. O bien porque tenía la certeza, como así sucedió, de que no iba a descubrirse el menor indicio de la septuagenaria desaparecida.

La juez de guardia de Palma, Magdalena Morro, decretó la libertad del detenido, con la obligación de comparecer cada 15 días, pese a recaer sobre él la sospecha de estar relacionado con "la desaparición forzosa y el homicidio" de Bestard.

"No entiendo cómo funciona la justicia. Seguro que hay gente en la cárcel por mucho menos. La familia está indignada. Es incomprensible que este hombre esté en la calle tan tranquilo, teniendo en cuenta que un capitán de la Guardia Civil nos comentó que había suficientes indicios en su contra", agrega Serra. Éste sostiene que la policía y la Guardia Civil le han contado que el sospechoso es un hombre "fácilmente irascible y alterable".

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