Todo el mundo conoce al sospechoso
María José Arcos salió de casa para pasar unos días con un amigo un 15 de agosto de 1996. Su coche apareció junto al faro de Corrubedo (A Coruña) dos días después. Sin huellas. Nunca regresó
María José Arcos salió de su casa un jueves 15 de agosto, cerca de Santiago de Compostela. Era 1996. Le había explicado a familiares y amigos que pasaría unos días con un amigo. Se llevó su Seat Ibiza rojo, se despidió de su madre y nunca más se la volvió a ver. Encontrado el vehículo aparcado en las inmediaciones del faro de Corrubedo dos días después, la investigación policial intenta dar con su paradero, sin éxito. Se apunta a un posible asesinato, a un golpe de mar o, incluso, a que se suicidara. La familia de María José siempre ha mantenido viva la historia del caso. 15 años más tarde de la desaparición, se detuvo a un amigo de la mujer como posible culpable de asesinato. Este reportaje, publicado en EL PAÍS el 2 de agosto de 2009, describe la historia de María José, su desaparición y las labores de investigación posteriores en un caso aún sin resolver:
María José Arcos era una mujer de carácter con los 35 ya cumplidos. Un jueves por la mañana salió de su casa (Santiago de Compostela, día 15 de agosto de 1996). Había anunciado a familiares y amigos que pasaría el puente con un amigo. Tomó su Seat Ibiza rojo y se despidió de su madre. El sábado, la Guardia Civil llamó a casa preguntando por el propietario del coche: llevaba dos días aparcado junto al faro de Corrubedo (A Coruña). Nadie ha vuelto a verla.
De aquel último viaje sólo queda la presencia del Seat Ibiza rojo guardado ahora en un cobertizo entre paredes de ladrillo sin enfoscar. La familia lo conserva intacto, testigo inmóvil de un trayecto sin explicación. Quien lo condujo por última vez aquel día de agosto, tanto si fue María José como si otra persona, no dejó rastro. Extraño. Y cabe preguntarse por qué estaba tan limpio, cómo es posible que ella desapareciera sin el derecho a dejar alguna huella como testimonio de sus últimos actos.
Fue examinado dos veces. La primera, el lunes por la mañana, cuatro días después de la presunta desaparición de María José. Lo hizo de forma rutinaria la Guardia Civil de la localidad: no encontró huellas. La segunda, meses después, con equipos especiales traídos desde Madrid: no hubo hallazgos destacables, sólo huellas dactilares de su hermana Rosa. El caso se trató en sus inicios como una desaparición voluntaria. La policía no movió un dedo. Se permitió que la familia, ese mismo lunes, se llevara el automóvil. Cuando Rosa procedió a accionar el motor de arranque, se dio cuenta de que el asiento del conductor estaba dispuesto para una persona de mayor estatura que la suya. Y Rosa era más alta que María José. Tuvo que aproximar el asiento para maniobrar. El hallazgo era inútil: la Guardia Civil no había realizado una verificación tan aparentemente sencilla. Y su palabra no tendría valor.
Minutos antes, Rosa había abierto el coche delante de los agentes con un duplicado de las llaves. Colaboró con ellos en un primer examen de las pertenencias que había en su interior. No faltaba nada. Estaba su equipaje al completo, incluso las compras que había realizado unos días antes (un biquini entre otras prendas). Estaba su documentación. Su dinero. Su monedero. Su cajetilla de tabaco. Y su bolso. Estaba su bolso.
Trece años después, su abogado y sus compañeros de trabajo mantienen vivos todos los detalles del caso.
Recuerda su abogado: "Parto de la base de que entiendo que no se descarte ninguna posibilidad, ni siquiera la del suicidio, por mucho que la familia sostenga lo contrario. Y es cierto también que no se hicieron las cosas bien durante el primer mes después de su desaparición, que no se tomaron declaraciones, que hubo muchos defectos en los primeros pasos de la investigación. No se debe descartar ninguna posibilidad, no, pero... hay cosas, hay detalles que... realmente. Uno nos llamó la atención a todos los que conocimos a María José, lo comentamos muchas veces, lo hemos comentado ahora 13 años después... María José era una mujer pegada a un bolso y a una cajetilla de tabaco. Era inseparable de su bolso: se dirigía de un despacho a otro y llevaba el bolso encima, podía desprenderse de cualquier otro objeto menos del bolso... eso era imposible. Quienes la conocíamos, sabíamos que era imposible... así que... así que nunca saldría de ese coche sin su bolso y su cajetilla de tabaco... nunca... ni aunque fuera para suicidarse".
Habla su compañero de trabajo: "Después de que llamara la Guardia Civil, nos quedamos preocupados. No pensamos en una desaparición, pero decidí llamar a su amigo. María José tenía que haberse dejado el coche en Corrubedo por algún motivo. Hablé con él, me reuní con él, y me quedé helado. Me dijo que no había estado con ella, que había pasado el fin de semana en cama, solo, porque tuvo fiebre. Que no la vio. Es más, me dijo, incluso, que hacía tiempo que no la veía. Hablé otras veces con él. No podía entender que no la hubiera visto, porque teníamos evidencias de que seguían manteniendo la relación. Fue entonces cuando empezó a cambiar partes de su versión. Pasó de no hacer nada a estar en muchos sitios. Pero la policía no se movió durante mucho tiempo".
María José trabajaba en el sindicato Uniones Agrarias, vinculado al socialista Unión de Pequeños Agricultores (UPA). Tenía un puesto relevante como secretaria del secretario general. La movilización de familiares y amigos influyentes motivó que el caso llegara a las más altas instancias del Ministerio del Interior en Madrid. La familia fue recibida por Ricardo Martín Fluxá, por entonces secretario de Estado de Seguridad. Según Rosa, éste hizo la siguiente promesa: "Si la mitad de lo que ustedes dicen es cierto, llevaremos la investigación desde Madrid". Y así ha sido desde entonces, tanto con el Gobierno popular como con el Gobierno socialista.
Varios equipos han investigado el caso. Primero en Santiago, luego desde la Unidad Central de Delincuencia Especializada y Violenta (UDEV). Para cualquier policía es incómodo hacer memoria de un caso sin resolver. Detrás de este tipo de sucesos está la sombra de un fracaso. Los profesionales consultados responden con pocas palabras. Eluden entrar en detalles. O se inclinan por la opción menos comprometedora.
Habla el primer responsable de la investigación: "Me acuerdo perfectamente de aquel caso. Hay una versión de los hechos que la familia no quiere admitir. Suicidio. Se hizo una investigación profunda. Se comprobó todo. Más de una persona ha desaparecido en Corrubedo. No es anormal. Tampoco es anormal que no apareciera su cuerpo porque los fondos marinos de aquella zona están repletos de cuevas. Los buzos estuvieron trabajando durante días. Hubo un matrimonio de Madrid que la vio sola paseando por la costa. Se habló de un sospechoso, sí, pero todas sus coartadas encajaban. ¿Que tuvo un desengaño con esa persona? Puede ser, pero no teníamos ninguna línea de investigación con indicios de criminalidad. Vinieron especialistas de Madrid. Fue la primera vez que investigó su caso la Policía Científica. Utilizaron equipos con rayos, que no los teníamos en Galicia. Todo se comprobó".
El sospechoso no es un personaje anónimo. Es conocido en los ambientes de la clase dirigente de Santiago
Habla un miembro del primer equipo enviado desde Madrid: "Se hicieron todas las comprobaciones, pero nunca tuvimos respuesta a una serie de preguntas para descartar el suicidio o el accidente. ¿Había un móvil? ¿Quién se beneficiaba de su muerte? No había una respuesta clara a esas preguntas. Nunca la hubo. Y por mi experiencia he de decir que no siempre el principal sospechoso es el culpable. Con las apariencias hay que tener mucho cuidado. La realidad te da muchas sorpresas".
Habla el responsable de la investigación durante 10 años: "Aunque hayan pasado tantos años, no soy partidario de cerrar nunca una investigación. Posiblemente fue un suicidio o un accidente. Se investigó en profundidad. Enviamos gente de Madrid que comprobó todas las coartadas. Quizá con las técnicas actuales..., quizá la fiscalía pudo haber ordenado otras acciones... Pero no... no abandonaría nunca este caso".
Habla el actual responsable del caso: "No hay nada que hacer. La investigación está agotada. El sospechoso tenía una coartada perfecta. Todo fue comprobado. Se ha repetido tres veces la investigación desde el inicio y está perfecta. Pudo ser un golpe de mar o algo así. La vieron leyendo un libro al borde de la costa entre unas piedras. No ha habido fallos".
Los escasos testimonios registrados eran contradictorios entre sí. Si la vieron por la mañana del jueves leyendo un libro, resulta que uno de los residentes en el faro de Corrubedo testificó que su coche apareció aparcado en algún momento entre las tres y las siete de la madrugada del viernes. Un testimonio eliminaba el otro. "Lo del accidente, lo del golpe de mar, tampoco encaja", recuerda su abogado. "Tengo amigos en Corrubedo que afirmaban que aquellos días el mar estuvo en calma como no lo había estado en mucho tiempo". La familia pidió colaboración entre los vecinos de Corrubedo y recibió numerosas fotografías que muestran un mar tranquilo. "Además", insiste el abogado, "María José tenía otros planes para disfrutar de aquel puente y los suspendió porque había recibido una invitación de su amigo. Estaba claro que prefirió estar con él antes que un viaje aparentemente más atractivo. Hay una llamada telefónica que no se comprobó... y una toma de declaraciones que tardó más de un mes en realizarse...".
Sobre el caso pesan como una losa los defectos de investigación cometidos en las primeras semanas
Antes de su último viaje, María José había tenido varias conversaciones telefónicas con su amigo, conversaciones que éste negó en un primer momento. Una de ellas se produjo desde un locutorio el día anterior a su marcha: María José le llamó para ultimar los preparativos. Pensaba pasar con él cuatro días, confesó a sus amistades. Por la tarde recibió una llamada en casa cuando estaba planchando la ropa en compañía de su madre. Cerró la puerta y su madre no pudo escuchar la conversación, pero recuerda que fue larga y que María José terminó muy contrariada. Tanto, que manifestó que quizá no se fuera los cuatro días que tenía previsto, que se iría por la mañana y posiblemente volvería por la noche. Ambas conversaciones no pudieron ser comprobadas por la policía: en el caso de la segunda, porque el teléfono de su casa no tenía línea digital y no había forma de comprobar la procedencia de la llamada. La familia investigó por su cuenta en el locutorio.
"Después de examinar cientos de resguardos de llamadas, encontramos uno que correspondía a un teléfono del sospechoso y que se realizó pasadas las 13.00 horas del miércoles", afirma su hermana Rosa. La policía de Santiago no hizo caso a las peticiones de la familia. Hasta el mes de octubre no accedió a tomar declaración a los familiares. La comisaría de Santiago descartó desde el primer momento que hubiera algo extraño en su desaparición. A la vista de lo que la familia consideraba falta de interés policial, decidieron acudir a altas instancias en Madrid. Desde entonces, todas las investigaciones se han realizado desde la capital, pero, como reconoce algún investigador, el tiempo perdido en las primeras semanas fue clave.
Habla el primer responsable de la investigación: "Se lo repito. Se comprobó todo. ¿El caso de Pontevedra? También se comprobó. Nada. Las coartadas encajan".
El caso de Pontevedra. Por una confidencia desde fuentes policiales, la familia tuvo conocimiento de otro suceso acaecido unos años antes, en 1990. Había tres coincidencias con la desaparición de María José: un mismo sospechoso, una persona desaparecida y una ausencia de investigación policial. Fue un asunto de dos hombres que habían compartido relación con una misma mujer. Uno de ellos decidió hablar con el otro. Quedaron una noche para verse, a altas horas. Tras aquella cita, de la que hubo testigos, uno de los dos desapareció y nunca más se supo de él. De hecho, su mujer le llegó a denunciar en un primer momento por abandono de hogar. Quien sigue vivo es la misma persona con la que supuestamente María José iba a disfrutar del puente de agosto.
Nunca hubo acuerdo entre las dos fiscalías encargadas de ambos casos para comunicarse información. Ambos sucesos se han mantenido a lo largo de los años como asuntos inconexos entre sí. El caso de Pontevedra se reabrió en el año 2000, entre otras cosas para solicitar una prueba de ADN a uno de los hijos del desaparecido para enviarla a un banco de datos de desaparecidos: la prueba se realizó en 2006. De aquel hombre desaparecido (José Ramón Pazos Pérez), como de María José, tampoco ha vuelto a saberse nada.
El sospechoso nunca fue imputado. Todas sus coartadas (tuvo un puente muy activo) fueron comprobadas. El caso nunca avanzó de forma consistente. La familia mantuvo una larga lucha. Organizó movilizaciones populares, puso en marcha una página web (mariajosearcos.com). No hace mucho tiempo, fueron recibidos por el actual fiscal general del Estado, Cándido Gómez Pumpido, a quien solicitaron una coordinación entre las fiscalías y mantener ambos sumarios abiertos. Pero sobre el caso pesa como una losa los defectos de investigación cometidos en las primeras semanas.
Han pasado 13 años y los actores secundarios de este suceso conviven en Santiago de Compostela. El sospechoso es persona conocida en los ambientes de la clase dirigente de la ciudad. Su nombre llegó a ser divulgado en un periódico local. No es un personaje anónimo. No ha cambiado de domicilio ni de trabajo. Demasiada gente conoce el caso y su condición de único sospechoso. Rosa, la hermana de María José, también está vinculada al sindicato Uniones Agrarias. Como los mejores amigos de la desaparecida.
Todos ellos coinciden en algún acto con indeterminada frecuencia. Cruzan las miradas. Rosa sabe que esas miradas hablan. Ninguno ha olvidado.
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