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El Ejército aún se sacude su pasado franquista

El manifiesto de militares retirados que ensalza al dictador es “preocupante” para unos e inofensivas “charlas de viejos trasnochados” para otros

Franco (centro), rodeado de militares que hacen el saludo fascista, en el primer desfile de la victoria, el 19 de mayo de 1939. En vídeo: Verdades y mitos históricos del Valle de los Caídos.Vídeo: EFE / EPV
Elena G. Sevillano

A principios de mes, y en plena polémica por la exhumación de los restos del Francisco Franco del Valle de los Caídos, 181 militares retirados difundieron un manifiesto en el que ensalzan al dictador, justifican el golpe de Estado de 1936 y aluden al “actual desmoronamiento territorial de la Nación”. Entre ellos, mandos que tuvieron altas responsabilidades hasta hace bien poco. Según sus promotores, llevan casi 700 adhesiones. Días después un capitán de navío retirado, Arturo Maira, lanzó un contramanifiesto de rechazo a la reivindicación de la figura del dictador, que suma menos de 30 adhesiones. Es imposible no hacerse la pregunta: ¿pervive el franquismo en las actuales Fuerzas Armadas?

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Para el historiador Carlos Navajas lo ocurrido con el manifiesto que exalta al dictador es preocupante, porque demuestra que quedan elementos de franquismo en el Ejército español. “Ha encontrado una amplia acogida entre los militares en la reserva y retirados más conservadores, impensable hace 10 o 20 años, y ha provocado una tímida reacción de los militares más progresistas”, resume. Navajas, profesor de historia contemporánea de la Universidad de La Rioja y autor del libro recién publicado Democratización, profesionalización y crisis. Las Fuerzas Armadas y la sociedad en la España democrática (1975-2015), también saca otra conclusión: “Si hay una clarísima lección histórica es la de que los militares no deben intervenir nunca en política, e incluso ni ex militares, porque estos lo hacen por su antigua condición de militares en activo, no como ciudadanos civiles”.

Pero, ¿realmente participan los militares en política? Como colectivo, por supuesto, no —la legislación española establece que deben mantenerse en “la neutralidad política”—, pero algunos de sus integrantes o ex integrantes todavía lo hacen, explica Navajas, que de hecho ve una reactivación en la última década. En su libro explica que la intervención de los militares en política, a lo que llama pretorianismo, acabó hacia 1987 pero “resurgió clarísimamente en enero de 2006 con el famoso caso Mena, un auténtico pre-golpe en palabras de José Bono”, afirma.

El Gobierno, con Bono como ministro de Defensa, cesó y obligó a pasar a la reserva al jefe de la Fuerza Terrestre del Ejército de Tierra, el teniente general José Mena, por un discurso incendiario en el que dio a entender que el Ejército tendría que intervenir si algún estatuto sobrepasara la Constitución. En sus memorias, Bono describió años después esos meses, cuando se estaba negociando el Estatut de Cataluña, como de “situación pregolpista”.

“A partir de ahí”, continúa Navajas, “ha habido un auténtico rosario de intervenciones en política, que yo llamo neopretoriarismo, ligadas al resurgimiento del ‘problema catalán’, a la propia crisis económica de 2008 y siguientes y, como acabamos de ver, a la figura de Francisco Franco y su valoración”.

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Fernando Puell de la Villa, historiador y militar, asegura en cambio que en los últimos años no ha habido participación política de ningún tipo y que “el Ejército está hoy día totalmente despolitizado, lo cual no quiere decir que no sea un estamento eminentemente conservador”. “El español y todos los ejércitos occidentales”, puntualiza. “En los 40 años que se van a cumplir ahora de la Constitución, una de las grandes aportaciones de la Transición a la normalización del Estado español ha sido la total despolitización de los militares. Las Fuerzas Armadas son el organismo del Estado que más se transformó. Cambiaron radicalmente. La mejor prueba de que el Ejército está en su sitio y desactivado políticamente es que en el tema catalán no ha rechistado”, añade.

Para Puell, autor de varios libros sobre el Ejército español, los firmantes del manifiesto “no tienen ninguna influencia en las fuerzas armadas; están totalmente desvinculados”. Subraya que la lista no es pública, pero aun asumiendo los casi 700 firmantes que dicen haber conseguido, “es una insignificancia en un colectivo que puede alcanzar los 50.000 militares retirados”. “Se trata de personas que fueron educadas durante el franquismo. En las academias militares había una especie de culto hacia la figura del caudillo. Tienen nostalgias”, explica. Pocos o muchos, “la mejor postura es no hablar de ello en absoluto. Como militar retirado que soy a esto no le doy ninguna importancia”, dice.

Los expertos coinciden en que no hay estudios que permitan saber qué ideología tiene el Ejército actualmente. A la población española se le pregunta de vez en cuando por su opinión sobre las Fuerzas Armadas —el 60,9% de los españoles la tienen muy buena o buena, según una encuesta de 2015 del CIS— y habitualmente por sus preferencias políticas, pero nada se sabe del posicionamiento de los militares.

En el año 2000 varios profesores de ciencia política de la Universidad de Barcelona se propusieron hacer una investigación sobre los futuros oficiales y suboficiales de las fuerzas armadas. Pasaron una encuesta de 311 preguntas a todos los alumnos (más de 2.500) de las academias de los tres ejércitos y les preguntaron, entre otras cosas, dónde se situaban ideológicamente. En 2004 el think tank Cidob publicó el estudio, titulado Quiénes son y qué piensan los futuros oficiales y suboficiales del Ejército español, el único relativamente reciente que aborda esta cuestión. La media resultó estar en “derecha moderada”, pero los investigadores, conscientes de que la media no tiene en cuenta la dispersión de los valores, afinaron un poco más: “Más de una cuarta parte del universo de estudio se sitúa en las posiciones más escoradas de la derecha”, concluyeron.

Firmantes investigados

El Ministerio de Defensa ha citado a declarar la próxima semana a cinco mandos en la reserva que apoyaron el manifiesto de exaltación de la figura de Franco. A un cabo en activo que firmó el contramanifiesto le ha abierto “una información previa” y se le va a asignar un instructor, según confirmó una portavoz.

En los cuarteles la polémica ha pasado sin pena ni gloria, asegura Jorge Bravo, presidente de la Asociación Unificada de Militares Españoles (AUME). “Entre los suboficiales y la tropa, no se habla de ello. He estado en cuarteles y si acaso se comenta como cualquier otra noticia, como el partido de fútbol de turno. Ni inquieta ni hay movimiento de nada”, asegura.

Algunos de los firmantes no son militares que lleven décadas retirados, sino que acaban de dejar puestos de enorme responsabilidad. El general Juan Enrique Aparicio, por ejemplo, se sentaba a negociar hace apenas año y medio en la misma mesa que Bravo en su calidad de Jefe del Mando de Personal de Ejército de Tierra. “El ejército viene de donde viene y hay mandos de esa ideología que se acaban de ir y alguno que todavía está que estudiaron en academias militares durante la dictadura”, dice Bravo. “Algo queda del franquismo, hay una cierta cultura que se va transmitiendo. Y hay reductos, unidades muy ligadas a ese pasado, como la Legión. Seguramente quedan algunos mandos que son de la misma línea, pero no la mayoría”, afirma.

“Los militares no viven aislados. Se han educado en los mismos colegios que los demás antes de ingresar en las academias”, asegura Puell, que da clases de historia militar en el Instituto Universitario General Gutiérrez Mellado, en concreto una asignatura con cierto componente político: El papel de las Fuerzas Armadas en la reciente historia de España. Casi la mitad de sus alumnos son militares; el resto civiles, y no ve grandes diferencias entre ellos. “Hoy día la actitud, el lenguaje de los militares a los que doy clase es la normal en la sociedad”, asegura.

Para Zaida Cantera, comandante retirada del Ejército de Tierra y ahora diputada del PSOE, el franquismo en el Ejército “pervive, igual que pervive en la sociedad, con la diferencia que en este caso pervive como hemos podido comprobar en la cúpula militar, donde el sistema de ascenso permite que determinadas familias se perpetúen. Solo hay que ver cuántos mandos hay y cuáles son los apellidos y el origen de muchos de ellos. Ojo, no de todos, pero casualmente parece que si entras con un determinado apellido tienes garantizada una carrera. He visto en mandos y alguna tropa actitudes marcadamente franquistas que luego ante políticos manifestaban su lealtad a la democracia. También he visto justo lo contrario pero en este caso ocupan menos puestos de poder”, añade. Casos como el del ex JEMAD (Jefe de Estado Mayor de la Defensa) Julio Rodríguez, hoy dirigente de Podemos, son una excepción.

El historiador Carlos Navajas ve clara la “disparidad de fuerzas existente entre el sector más conservador de las Fuerzas Armadas y el más progresista”. Y cree que desde los sucesivos gobiernos democráticos se ha hecho poco por romper con la herencia franquista. “Los conservadores no han hecho nada por razones electorales e ideológicas y los progresistas podrían haber hecho algo más, si exceptuamos tal vez el mandato de Carme Chacón”. En su opinión, se tendría que haber “profundizado en la democratización de las fuerzas armadas y en su concepción como una profesión, no como una institución equiparable hasta cierto punto a otras instituciones del Estado”.

Bravo cree que “los cambios necesarios en las Fuerzas Armadas se ven frenados por la ideología de algunos mandos de la cúpula militar”. No le preocupan los militares en la reserva del manifiesto, pero sí “los mandos que hay todavía transmitiendo estas ideas. Los hay por ejemplo que no permiten el asociacionismo y no nos permiten movernos por los cuarteles. Y son ellos mismos los que eligen a sus sucesores”.

En cuanto al manifiesto, los militares franquistas “erraron un poco el tiro”, opina Bravo. “Lo hicieron para ver si sumaban a más gente, quizá algún político del PP, pero se han quedado solos”. Un militar retirado que pide anonimato define el texto como “charlas de viejos trasnochados” y apunta: “Se les ha hecho algo de caso porque han salido en plena polémica por la exhumación de Franco y porque es agosto. En otro momento no tendrían ni un titular”.

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Sobre la firma

Elena G. Sevillano
Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.

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