Un viaje largo, duro y costoso
La travesía de los migrantes hasta España deja sin tres barcos de rescate durante una semana una zona caliente de pateras frente a Libia
Los 106 migrantes que quedan a bordo del Aquarius recuperaron ayer un poco de su dignidad. Por fin pudieron lavarse los dientes y ducharse —solo los que llegaban empapados en gasolina se enjabonaron bajo un chorro inmediatamente después del rescate—. Y recibieron zuecos de plástico y calcetines limpios. Pero también sintieron los mareos. La mar estaba picada, las olas eran de dos metros, saltaban a cubierta, y la travesía hacia Valencia —que comenzó el martes a las 21.00 y durará unos cuatro días— es bastante más complicada que las que hacen habitualmente los barcos de las ONG desde la zona de rastreo frente a Libia hasta el sur de Sicilia. El viento soplaba de proa.
La mayoría de los huéspedes del Aquarius pasó la jornada intentando mitigar el mareo. Evitaban los movimientos bruscos en un intento de calmar el estómago. Un cambio radical respecto a los dos últimos días, cuando estuvo parado a la espera de instrucciones. Lassine, 32 años, y Awa, 30, son de los pocos que se encontraban bien. “Estoy mucho mejor que el primer día, entonces estuve fatal”, explicaba él, que era ferrallero en Costa de Marfil. Él llevaba en Libia dos años sin encontrar trabajo, por lo que ella se trasladó allí con la idea de intentar el salto a Europa. Y ahora marchan rumbo a España, país del que lo desconocen todo. Un migrante preguntaba la víspera qué lengua se habla en España y si, una vez comprado un móvil, podía cambiar el idioma en el que opera.
El resto de los rescatados y transferidos al Aquarius en la madrugada del domingo frente a Libia viajan en el Dattilo, que encabeza la flotilla, y el Orione, los dos mayores buques de la Guardia Costera de Italia. Los enfermos, las mujeres solas y las familias se han quedado en la embarcación de las ONG, pero otras muchas mujeres y menores no acompañados (el grupo incluye 123) están en esos navíos militares, que han asegurado a las ONG que disponen de médicos e intérpretes.
El Aquarius era ayer un lugar distinto. Se acabó el hacinamiento, se podía caminar por las cubiertas sin temor a pisar a nadie mientras dormitaba. La tensión había desaparecido, pero no el cansancio. El ánimo era otro: estaban contentos de tener un puerto seguro que los quiere acoger tras las negativas de las autoridades italianas y maltesas.
El Mediterráneo puede dar una imagen engañosa. El punto entre Italia y Malta donde el buque estuvo parado 48 horas era un plato de sopa, pero a medida que avanza la travesía las condiciones de navegación fueron empeorando. El Golfo de León es especialmente temido. “Está clasificado al nivel del Atlántico norte”, explica Nicola Stalla, coordinador de rescate del Aquarius. Este viaje será muy distinto a los habituales desde que empezó a salvar vidas en el Mediterráneo, en 2016. Las leyes que rigen los rescates establecen que los náufragos deben ser llevados a un puerto seguro en el menor tiempo posible. Por eso lo habitual es que los migrantes estén a bordo tres días a lo sumo.
La travesía que ha emprendido este convoy es de cuatro días. Y esto preocupa y genera recelo entre las ONG, ya que se deja una zona caliente de transito de pateras sin tres buques de rescate. “Un barco similar al que acaba de llevar a 900 personas a Catania (en referencia a uno de los buques militares de esta flotilla) es enviado a España, a cientos de millas náuticas de donde es más necesitado de manera urgente por pateras en peligro”, recalca Stalla. El Diciotti fue autorizado a desembarcar en Catania a los 900 migrantes tres días después de que el ministro del Interior Italiano, Matteo Salvini, cerrara los puertos al Aquarius, lo que derivó en esta crisis.
El coordinador de rescate de SOS Mediterraneé recuerda que incluso para las personas a las que traslada la travesía es dura: “Esta gente que rescatamos no va en un yate a motor y bien alimentada. Hasta poco antes de salir de Libia muchos de ellos han estado meses detenidos en los campos de concentración que son hoy los campos libios. Requieren atención médica y cuidados inmediatos”.
En mayo de 2017, el Aquarius tuvo que emprender una travesía más larga de lo habitual con 1.032 personas a bordo, su récord. Como los puertos de Sicilia fueron cerrados, les obligaron a navegar hasta Salerno. Esta vez decisiones políticas tomadas en Roma y en Madrid les llevan hasta Valencia.
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