España, paraíso o condena
Los subsaharianos del barco 'Aquarius' reciben con entusiasmo la noticia de que irán a Valencia; los magrebíes, con desolación
“Estamos contentísimos. ¡No vamos de vuelta a Libia! Vamos a una tierra de libertades, de libertad de expresión, de libertad de movimiento, de derecho a la educación”, decía exultante Moses, 26 años, activista juvenil en Sierra Leona, al saber que pisará tierra firme en España. La noticia de que el nuevo Gobierno socialista les abre las puertas justo cuando el Ejecutivo xenófobo de Italia se las cierra, de que Valencia es el puerto seguro en el que acabará esta odisea, no significa lo mismo para todos los migrantes a bordo del Aquarius. Aunque la primera reacción general fue mantenerse bien quietos y escanear al resto con los ojos. Era como si intentaran comprender por la reacción del resto si esto es bueno o malo.
Los 629 migrantes rescatados la noche del sábado al domingo fueron este martes finalmente repartidos en tres navíos. El Aquarius, fletado por SOS Mediterraneé y Médicos Sin Fronteras, llevará a 106 migrantes —los enfermos, las mujeres con niños o solas y sus maridos—, tantos como espacio tiene para que duerman bajo techo, mientras los 523 restantes han sido trasladados al Orione y al Dattilo, de la Marina y de la Guardia Costera de Italia. Esas son las instrucciones que recibió el martes por la mañana el capitán. El navío humanitario se había negado a navegar hasta España con todo el grupo a bordo por el riesgo para la seguridad que entraña.
Las diferencias sobre lo que implica para cada uno de los 629 individuos ir a España fueron evidentes al instante. Tan pronto como los miembros de Médicos Sin Fronteras terminaban de transmitir las novedades —megáfono en mano— un magrebí se levantó para pedir aclaraciones. Argelinos y marroquíes estaban desolados. Nasser decía el lunes que él y sus colegas habían decidido tirar para Europa por la ruta libia (larga, cara y muy peligrosa) porque “la frontera de Marruecos con España es muy difícil y si te pillan te devuelven”. Y ahora, de repente y por una carambola, irá allí en vez de a Italia, donde este año han sido desembarcados más de 13.000 rescatados en el Mediterráneo central. En realidad, todos los arribados este año menos los 629 del Aquarius.
El lunes, Sea Watch, que ha tomado el relevo como única ONG de rescate frente a Libia, explicaba en un tuit que la Marina italiana iba a desembarcar en su territorio a 937 personas rescatadas por sus buques y se preguntaba si la negativa de aceptar a los huéspedes del Aquarius era “un truco de (Matteo) Salvini (ministro del Interior) a expensas de gente en peligro”. El cierre de los puertos italianos no ha tenido, al menos por ahora, un efecto disuasorio. Siguen saliendo pateras de la costa libia. El martes por la tarde un navío de la Marina de EE UU rescató a 41 personas y recuperó los cadáveres de 12 más.
Ir y volver a Valencia significa que el Aquarius estará siete días por lo menos fuera de la zona de rescate. “Estoy muy preocupado porque enviar al Aquarius tan lejos para un desembarco, además de ser un retraso de la operación de rescate que continua, también reducirá los medios que se dedican al rastro y rescate en un área donde hay necesidad urgente de más medios”, afirmaba en el puente de mando Nicola Stalla, coordinador de rescates del buque humanitario.
“Vamos a tierra
de libertades”, celebraba un joven de Sierra Leona
Llegó a haber más de una decena de ONG de salvamento en el Mediterráneo, pero la creciente hostilidad de Italia, como vanguardia de la política de la UE, las ha dejado reducidas a un puñado. Al menos 784 personas se han ahogado desde enero.
Nada más saber que iría hacia España un joven abordó a esta periodista con cara de espanto y una pregunta directa: “¿Me van a deportar?”. Tras cuatro años en Libia, con otras tantas estancias en centros de detención (ser indocumentado en este país norteafricano es un delito), rozaba el sueño de ir a Italia y ahora Naveed Hussain, paquistaní de 28 años, vuelve a estar sumido en la incertidumbre más absoluta. Sabe que pronto estará en tierra firme. ¿Y luego?
El capitán del Aquarius esperaba zarpar el martes por la noche. La flotilla del barco de salvamento y los dos buques militares italianos llegarán a Valencia en unos tres días y medio en condiciones óptimas de navegación.
“¿Me van a deportar?”, preguntaba
un paquistaní
En una operación que duró varias horas, unos 400 varones fueron trasladados el martes del Aquarius a una lancha de la Guardia Costera, que los llevó hasta los buques en los que irán a Valencia. Algunos huéspedes se despedían del personal de las ONG con un apretón de manos. “Merci beaucoup”, le decía un argelino mientras avanza a proa embutido en el chaleco naranja. Iban tranquilos. Cada uno se llevaba en la mochila la manta que recibieron al llegar hace tres días.
La hora previa a la partida de los primeros fue un hormigueo en todas las cubiertas. Los miembros de SOS Mediterraneé, de Médicos Sin Fronteras y varios marineros se desplegaron por todo el barco. A los maridos les pidieron que se reunieran con sus esposas —“solo los casados que tengan hijos”— para asegurarse de que en el proceso de repartir a los 629 en tres naves no se separaba a familias. “Amigo, busca a tus parientes, a tus amigos y quédate con ellos”, les iba diciendo Wademer Mischutin, un rescatador alemán hijo de ruso. Alguno conseguía un bolígrafo para anotar un teléfono en un trozo de cartón. Para poder reencontrarse si acaban separados.
Diario de un rescate
En las crónicas publicadas cabe solo una pequeña parte de todo lo que ocurre en el barco. Los periodistas de EL PAÍS Naiara Galarraga y Óscar Corral están en el 'Aquarius' y narran en este diario de a bordo, una cronología llena de informaciones y detalles curiosos, el día a día de los migrantes rescatados por el buque y su viaje hacia un puerto seguro.
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