El ala más vandálica del independentismo
Expertos en la agitación social, los llamados Comités de Defensa de la República han recrudecido sus acciones
Sus últimas acciones, con cortes y sabotajes de peajes de autopistas, mensajes amenazantes a jueces y bloqueo de carreteras y vías férreas, han llevado a la Fiscalía a considerar que “ponen en peligro la paz pública y el orden constitucional”, y al Gobierno a poner escolta a magistrados que ejercen en Cataluña. Los llamados Comités de Defensa de la República (CDR) se han convertido en el activismo más violento del independentismo catalán.
No tienen líderes, ni elegidos ni proclamados. El número de personas que los integran es variable. No requieren financiación específica porque sus miembros son heterogéneos, desde jubilados hasta estudiantes, pasando por profesores universitarios o jóvenes anarquistas con señalamientos policiales. Practican la multimilitancia en el seno de la izquierda, pero pueden estar en más de una organización o en ninguna. Comparten la unidad de acción coordinados desde las redes sociales, y amparados en el anonimato que les ofrecen. Y tienen un objetivo común: “Independencia, socialismo y lucha antipatriarcal”. Los llamados CDR, los agitadores sociales del independentismo, son más que nada una capacidad, una herramienta aglutinadora, un artefacto movilizador muy bien engrasado, lo que les permite adaptarse fácilmente a la coyuntura política y ser espontáneos. Todas esas características les hacen muy escurridizos para las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado. Ahora es la Fiscalía de la Audiencia Nacional la que se ha propuesto reprimir sus acciones y ha acaba de iniciar una investigación por posibles delitos de “sedición y rebelión”.
Comenzaron llamándose Comités de Defensa del Referéndum y, tras la consulta del 1 de octubre, se autodenominaron Comités de Defensa de la República. Para la policía catalana, “son los mismos que se organizaron para esconder las urnas y colocarlas en los centros electorales aquel día los que ahora están detrás de los sabotajes en los peajes” y cortes de las vías o de las pintadas amenazantes a jueces. Y son también los que sacan a la calle a la masa del independentismo más radical llamando a la desobediencia. Son agitadores profesionales, “una poderosa herramienta de la izquierda independentista”, según fuentes policiales, que les otorgan una demostrada capacidad desestabilizadora. Los Mossos d'Esquadra, calculan que son “unos 350” los comités activos en Cataluña con “un número indeterminado de miembros cada uno y un amplio abanico de integrantes”. Sus últimas acciones evidencian un cambio de estrategia: de la resistencia pasiva a la activa.
Íntimamente ligados a la CUP (Candidatura d'Unitat Popular) a través de dos de sus principales corrientes, Poble Lliure (“Pueblo Libre”, organización independentista pancatalanista constituida en 2014) y Endavant-OSAN (Organización Socialista de Liberación Nacional, creada en el año 2000), los CDR han exhibido una capacidad organizativa que sorprendió a todos por primera vez —incluidas a las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado— el 1 de octubre, el día en que aparecieron más de 6.000 urnas fabricadas en China en los 2.315 centros de votación para un referéndum de autodeterminación suspendido por el Tribunal Constitucional.
Ni el CNI, ni la Guardia Civil ni la Policía fueron capaces de encontrarlas antes. La sociedad civil, organizada localmente en comisiones a través de las redes sociales con un objetivo esencialmente logístico, burló todos los controles policiales. Hasta la directora del Instituto de Seguridad Pública de Cataluña (ISPC), Annabel Marcos, trasladó algunas urnas ocultas en su coche y este martes fue cesada fulminantemente por el Ministerio del Interior, tras confirmar esos hechos.
Además de los 350 comités locales, los CDR cuentan con una estructura “sectorial” —ramificada por toda Cataluña, Valencia y Baleares— con el fin de articular sus distintos “frentes de lucha”. Por un lado, está el sector estudiantil, con el Sindicat d'Estudiants dels Països Catalan (SEPC). En el ámbito sociolaboral la referencia es la Coordinadora Obrera Sindical (COS). En la vertiente antirrepresiva cuentan con Alerta Solidària, que les da el apoyo jurídico necesario y cuyo portavoz, Xavier Pellicer, se encarga de difundir las campañas. Y por último, está el sector juvenil, representado por ARRAN, organización de la que provienen algunos de los que le han puesto cara a este movimiento, como Jordi Pujol Lizana (actualmente, concejal de la CUP en la localidad de Sant Sadurní d'Anoia) y Helena Vázquez Giner, quien leyó el comunicado del pasado 14 de octubre en Sabadell por el que los Comités de Defensa del Referéndum pasaban a ser Comités de Defensa de la República.
Manipulado por la CUP
Según fuentes policiales catalanas, el movimiento, que se dice asambleario y se organiza en las redes (@CDRCatOficial), “es manipulado con inteligencia por personas vinculadas a la CUP”. “Entre 2012 y 2017 iniciaron un periodo de tregua de protestas en las calles para atraer a más gente de la que hasta entonces aglutinaba la CUP”, analizan las mismas fuentes. Desde entonces hasta ahora han ido modulando sus acciones en función de las circunstancia política.
La reciente detención del expresidente de la Generalitat Carles Puigdemont en Alemania, la ruptura de la CUP con el antiguo Gobierno catalán y sus fallidos intentos de proponer un president de consenso junto a la llamada a la desobediencia, han ido acompañadas de un cambio en las acciones de los CDR hasta ahora. Se ha recrudecido la violencia. Según la policía catalana, “están más activos, se sienten liberados del compromiso de no romper nada”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.