Un brindis con el amigo muerto
El coruñés José Luis Gómez Cotelo, ya fallecido, ha convocado en su esquela a sus amigos para tomar hoy una cerveza y ver el partido del Dépor
Era un hombre "tranquilote", "pintoresco", "un chaval de barrio", "afable", que "caía bien y era amigo de todo el mundo". A diario llegaba con su bici hasta la cervecería Estrella de Galicia en Cuatro Caminos, A Coruña, la amarraba a la farola y entraba con su físico inconfundible, su camiseta de tiras y su olor a mar saludando al personal. Pero a José Luis Gómez Cotelo, Fruti, soltero y sin hijos, aunque con padres, hermanos y sobrinos, trabajador portuario y percebeiro, vino a buscarlo la muerte y se lo llevó volando, de forma "casi fulminante", el pasado 9 de septiembre con solo 55 años.
Gustavo Ponte, gerente del local, no sabe bien lo que le espera durante la jornada, pero calcula que la convocatoria juntará al menos a "unas 70 u 80 personas"
Sin embargo Fruti no quiere marcharse así sin más, con llanto, silencio y coronas en serie de tienda de tanatorio. A él le gustaba la fiesta y llevaba el escudo del Deportivo tatuado en el alma. Así que a través de su esquela ha dejado sentada su última voluntad y ha convocado este sábado por la tarde, a partir de las seis, a su enorme pandilla, prácticamente el grueso de la clientela de su cervecería de siempre. Será una "quedada" en la que se brindará por su eterno descanso y si hay suerte se corearán los goles del equipo local, que juega fuera, contra el Betis, a las seis y media.
La Estrella es un local emblemático de A Coruña fundado en 1972, antes ocupado por la propia fábrica de cerveza nacida en 1906 y transformado luego en negocio que despachaba esta bebida a los clientes que iban con sus cestas de comida al lugar que llamaban O Merendeiro; siempre en simbiosis, hay que decirlo, con su vecina Bonilla a la Vista, otro clásico coruñés de los churros y las patatas fritas. Allí, Fruti, que trabajaba en los barcos, empezó a ir hace ya no se sabe cuántos años, como el resto de los empleados del muelle y de la antigua Tabacalera, situados ambos en las inmediaciones.
El gerente de La Estrella, Gustavo Ponte, no sabe bien lo que le espera durante la jornada, pero calcula que la convocatoria a través de la esquela del cliente fallecido juntará al menos a "unas 70 u 80 personas". "La mayoría son clientes habituales, y con 50 de ellos ya contaba de todas todas porque siempre vienen a ver aquí juntos el partido del Dépor". Según Ponte, Nerea, sobrina de Fruti, fue "la que más se ha movido" para organizar la convocatoria y así cumplir el deseo de este hombre al que no se le puede llamar finado, porque su sentido de la amistad no ha tenido fin.
La vieja tradición de comer y beber en los velorios, de recordar las hazañas y anécdotas de la vida del muerto entre amigos y vecinos, parecía haberse perdido para siempre entre los asépticos pasillos de mármol y las tristes salas con sofá de polipiel de los tanatorios. Pero solo una semana antes de aparecer publicada en El Ideal Gallego y La Voz de Galicia la esquela de Fruti, salía en Faro de Vigo la nota mortuoria pero poco fúnebre de Alicia Jones, una galesa afincada desde hacía más de 50 años en la ciudad del sur de Galicia. En su esquela, su hija Julie Fernández convocaba a la gran colección de amigos que fue haciendo Alicia a lo largo de su vida a "un acto alegre de despedida de cinco a siete de la tarde" en la sala número 7 de Vigomemorial.
"En su recuerdo tomaremos la vino y el tortilla", prometía el texto incurriendo en aparentes erratas que no eran tales, sino un guiño de la hija a su madre y a todos los que la querían. Alicia, que de joven llegó a Vigo con una amiga para desempeñar su primer empleo como profesora de inglés en un colegio, nunca acabó de aprenderse bien eso de la concordancia de los artículos en castellano. "No se admiten flores, donen su importe a una ONG", terminaba advirtiendo la esquela de Alicia.
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