Los hijos del cinturón del vodka
Niños adoptados en el Este de gestantes que consumieron alcohol sufren secuelas incurables
“Yo no sería mi amigo”. Así resume Iván, de 12 años, su incapacidad para integrarse en la sociedad que le rodea en Sevilla. Es uno de los miles de niños con Síndrome Alcohólico Fetal (conocido como SAF o TEAF), una patología generada por los daños cerebrales y neurológicos causados por la ingesta de alcohol por parte de la madre durante la gestación y a la que se le dedica mundialmente cada 9 de septiembre. Iván es adoptado y sus problemas son compartidos por muchos de los más de 12.000 menores de Rusia y los países de su entorno acogidos en España en los últimos 20 años. Es la maldición de los niños del cinturón del vodka, como se conoce a estas naciones, aunque no afecta solo a los nacidos en estos lugares.
Iván ha pasado por cuatro neurólogos, cuatro psicólogos y otros tantos colegios hasta que una profesional de Sevilla ha identificado la patología.
Los síntomas son múltiples: descoordinación, hiperactividad, incapacidad de concentración, desmemoria, discapacidad para el aprendizaje, ansiedad, agresividad, incomprensión de conceptos como el valor de las cosas o el tiempo, indefensión ante cualquier manipulación y otra media docena de secuelas físicas. El resultado de este conjunto de dolencias es una persona impredecible sin capacidad de desenvolverse socialmente.
“No lo soportan ni los profesores ni los compañeros”, afirma su madre, quien se resigna ante el hecho de que no hay cura para los daños que sufre su hijo Iván. “La mejor terapia es el cariño. No hay otra”, admite.
Su situación, comparada con la de otros afectados, es llevadera. R. L., una exempleada de banca de 61 años vive ahora su particular pesadilla en Fuengirola (Málaga). Adoptó a una niña búlgara y dos menores rusos que ahora tienen 24, 21 y 18 años. La mayor tiene diagnosticada una enfermedad mental, que le llevó a ausentarse de casa y vivir en la calle sin ser consciente de lo que hacía. La segunda tiene síntomas menos agudizados y sobrelleva su impulsividad y falta de atención. Pero el tercero ha llegado a sufrir problemas de drogas, le ha robado y se ha agredido a sí mismo hasta 15 veces en los últimos dos años. “Es raro el mes que no paso por Urgencias”, afirma.
Como nadie le diagnosticaba el mal, sus familiares achacaban la desobediencia crónica de los niños, la falta de atención y la actitud violenta a una mala educación. Hasta que supieron de los antecedentes alcohólicos de las madres, ocultado en los expedientes de los niños en sus países de origen, y un facultativo ató cabos que daban sentido a la infinidad de pruebas médicas realizadas.
“El SAF es la segunda causa de retraso mental”, advierte Marga Muñiz, especialista en problemas de aprendizaje y presidenta de la ONG Tolerancia Cero, que se ha lanzado este 9 de septiembre para aglutinar las necesidades de los afectados y luchar por soluciones.
“Los efectos del alcohol, en cualquier cantidad, durante el embarazo son poco conocidos por la mayoría de las mujeres y el 40% admite un consumo social durante el primer trimestre. En los colegios, la patología ni siquiera está incluida en los formularios de identificación de enfermedades susceptibles de atención específica. Muchos profesores la confunden con otras dolencias o califican a los niños como alumnos conflictivos. El SAF no se difunde y ni los médicos ni muchos de los equipos de orientación educativa conocen el síndrome”, resume Muñiz.
A finales de septiembre, la organización que preside Muñiz y la Escuela de Salud Pública de Andalucía celebran las primeras jornadas virtuales para afrontar por primera vez un problema del que no existe ni una unidad de referencia en el sistema sanitario de la comunidad. En España, Cataluña lidera las unidades especializadas para estos casos.
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