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Las familias que están detrás de las adopciones especiales

Cualquier proceso de adopción es complejo, pero los casos de niños con patologías o grupos de hermanos presentan retos adicionales

Encarni Moreno con su familia.
Encarni Moreno con su familia.

Encarni Moreno, arquitecta y profesora murciana de 38 años, supo desde muy joven cómo quería que fuera su maternidad, y con tan solo 15 años ya se planteaba la idea de convertirse en la madre de un niño que no la tuviera. Lo que por aquel entonces aún no sabía aquella Encarni adolescente era que un documental en televisión les llevaría a ella y a su pareja en 2012 hasta la adopción internacional de Pasaje Verde (PV), el proceso de adopción de niños con necesidades especiales en China. O lo que es lo mismo, niños adoptables cuyas características condicionan sus posibilidades de adopción.

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“Aunque la decisión de optar por la adopción como el camino para aumentar nuestra familia ya la habíamos tomado al poco de casarnos de manera totalmente consciente y libre de condicionantes, al descubrir en lo que consistía el PV supe que por fin podía poner nombre a la maternidad que quería. En el caso de China, las patologías están claramente identificadas y clasificadas, y durante la idoneidad señalamos las que de manera honesta y realista podíamos asumir”, afirma.

La complejidad a nivel emocional de los procesos de adopción exige siempre una motivación y una preparación consciente y madura por parte de las familias que dirigen el ofrecimiento, pero en el caso de las llamadas adopciones especiales, se abren otros retos adicionales que no siempre son fáciles de asumir. Para Antonio Ferrandis Torres, vicepresidente de la Asociación Madrileña para la Prevención del Maltrato Infantil (APIMM) y jefe del Área de Adopciones de la Dirección General del Menor y la Familia de la Comunidad de Madrid, el concepto de adopción especial es “tan difuso que varía en función del tiempo y del espacio”. Pero si tuviera que hacer una definición, sería la de aquella para la que es más difícil encontrar familias adecuadas. “Hay quien se ofrece para adoptar a niños cuyos problemas sean recuperables (esto es una adopción estándar), y quien se considera capaz de vincularse, querer y aceptar con entusiasmo a un niño con unas necesidades mayores. Eso son las adopciones especiales”, explica.

Ese entusiasmo y esa capacidad de vinculación llevaron a Encarni a lanzar no uno sino dos ofrecimientos por el PV a China. El primero llegaba después de cinco años de espera en diciembre del 2014. El segundo, dos años después, en julio de 2016. “A ambos les pensamos mucho, les hicimos sitio desde el principio y fue el amor hacia nuestros hijos y hacia el proceso lo que nos llevó hasta ellos”. El tiempo de espera en el caso de las adopciones especiales suele ser más corto que el de las adopciones estándar, pero a Encarni no le sobra ningún día de los años que les estuvieron esperando porque, dice, ha sido el tiempo “mejor empleado” de su vida: “Me sirvió para proyectar qué madre quería ser y prepararme para ello”.

El error de pensar que es una vía rápida

La adopción de un niño con necesidades especiales no debe ser la vía “fácil” para crear una familia por pensar que será un camino más rápido. Esto es algo que para Belén Ruiz, trabajadora social y cofundadora de la asociación Apananá, que presta servicios de postadopción y acogimiento, es importante tener muy presente ya que, precisamente por esas necesidades especiales, estos niños “necesitan a unos padres especialmente preparados”. Y es que, según la trabajadora social, “a veces se minimizan los problemas de salud con los que pueden venir los niños”. Es por ello por lo que incide en que “las familias deben estar informadas de los distintos grados de afectación que puede tener una misma enfermedad así como de las implicaciones en la vida diaria de un niño que tenga que convivir con una enfermedad: cuidados que requiere, consultas médicas o mayor disponibilidad de tiempo por parte de los padres”.

El primer hijo de Encarni Moreno nació con labio leporino y fisura palatina bilateral. Fue operado en China con cuatro y once meses

El primer hijo de Encarni Moreno nació con labio leporino y fisura palatina bilateral. Fue operado en China con cuatro y 11 meses, y actualmente “es un niño con unos labios más gorditos que los demás, con una higiene bucal exquisita y que recibe mucho apoyo en logopedia, pero por lo demás es un niño normal”. Su segundo hijo nació con atresia anal, una enfermedad congénita que se caracteriza porque el recto no está conectado al ano y que le resolvieron en el país de nacimiento a los tres días de vida.

No solo es importante tener información en cuanto a patologías de tipo físico. Según explica Belén Ruiz, “la adopción de niños más mayores y de grupos de hermanos también se denomina de necesidades especiales, no por las características del niño en concreto, sino por la dificultad de encontrar familias disponibles. Lo que puede suponer una mayor dificultad en una adopción es la situación de negligencia, adversidad e institucionalización vivida de un niño, la edad en la que esto ha ocurrido y su duración en el tiempo, no la edad en el momento de la adopción, ya que ser más mayor no implica necesariamente estar más dañado o haber vivido más años esa situación de adversidad”.

En opinión de Antonio Ferrandis, “acercarse a la adopción de niños con dificultades porque será más rápido es un error garrafal”, y añade que “hay que reflexionar y madurar sobre qué se puede aceptar o encajar en la familia antes de tomar ninguna decisión, ser consciente de las implicaciones que esto va a tener para la propia vida, para la vida del niño e incluso para la vida de los otros hijos que pueda tener la familia”.

No solo padres preparados

Dice la investigadora Ana Berástegui, referente en el contexto de la adopción, en un artículo publicado en la revista científica Papeles del psicólogo “que tan irresponsable es promover la adopción de niños con condiciones especiales sin que haya apoyo e información detrás como no hacerlo”, ya que lo que realmente se necesitan son familias "motivadas, capacitadas, informadas y apoyadas".

“Quien desde el primer momento abre sus expectativas a las dificultades no se enfrenta a la posibilidad de fracaso”

En este sentido, el factor esencial de éxito y fracaso en las adopciones pasa para Antonio Ferrandis por las expectativas: “Quien desde el primer momento abre sus expectativas a las dificultades no se enfrenta a la posibilidad de fracaso”. Para el jefe del Área de Adopciones de la Comunidad de Madrid, “el perfil de familias que han madurado y tomado responsablemente esta decisión es tan especial que son normalmente personas con mucha motivación, mucho entusiasmo y mucha capacidad de implicación. Estas familias suelen tener menos conflictos, menos dificultades y menos adopciones que fracasan porque son familias especialmente motivadas. Quien decide amar a un niño que va a sufrir más o que ha sufrido más e implicar su vida en ello suele ser el de un perfil de familia muy especial”.

Añade Belén Ruiz que aunque estas familias no necesariamente tienen un perfil económico más alto, sí que debería tenerse en cuenta que la familia sea capaz de asumir los gastos que la propia necesidad especial pueda suponer. “Por ejemplo, si la Seguridad Social no cubre todos los tratamientos de una enfermedad o si se van a precisar apoyos especiales que tampoco estén cubiertos, como en el caso de los niños con síndrome de alcoholismo fetal, los padres deben poder hacer frente a esos gastos Y, desde luego, deberían ser padres más formados y con unas capacidades, habilidades y sensibilidad especial".

Importante también es el apoyo postadoptivo a las familias, ya que se trata de personas con mayores necesidades. Sin embargo, ¿son satisfactorios los apoyos que tiene la sociedad occidental para atender a las personas que tienen alguna necesidad especial? “Ciertamente creo que no, hacen falta muchos más, como es consciente cualquier asociación que apoye estas causas”, responde Antonio Ferrandis.

El derecho a una familia

Según la Dirección General de la Familia y el Menor de la Comunidad de Madrid, desde el año 2010 se han producido una media de entre 3 y 10 adopciones especiales al año en dicha región. En 2016, por ejemplo, de las 37 adopciones domésticas que se produjeron, cinco fueron adopciones de niños con necesidades especiales. Más complicado es tener cifras a nivel internacional, ya que depende de si el país al que se lanza el ofrecimiento considera especial o no determinadas características, pero se calcula que se producen entre un 5% y un 7% de adopciones especiales. Si extrapolamos los datos al resto de España, hablamos de aproximadamente 30 adopciones al año a nivel nacional y 20 a escala internacional.

El reducido número de adopciones de este tipo en nuestro país se debe a que aunque en los centros de acogida puede haber niños con necesidades especiales (especialmente niños mayores o grupos de hermanos), no todos los niños son adoptables o no cumplen las características que la mayor parte de los adoptantes “desean”. Un hecho paradójico ya que la adopción no está pensada para responder al deseo del adulto, sino para darle una familia a un niño que la necesita, tenga necesidades especiales o no. “Las adopciones tienen necesidades siempre, tienen complejidad siempre y un factor de riesgo siempre. Si una familia quiere a toda costa un bebé sano y sin riesgos, la adopción no es su sitio”, explica Antonio Ferrandis.

Es por ello que familias como la de Encarni Moreno hacen visible el hecho de que la adopción requiere de una reflexión honesta y profunda de nuestra capacidad de asumir la fragilidad de determinadas expectativas, y que los lazos de sangre y la biología no son determinantes para constituir verdaderas relaciones de amor entre padres e hijos. “La adopción de nuestros hijos ha sido lo mejor que hemos hecho en nuestra vida. Lejos de lo que piensan muchos, nuestros hijos no sustituyen a niños no nacidos, nuestros hijos no son una segunda opción sino la primera y han sido deseados exactamente igual que los hijos que han parido nuestras amigas. Teniendo eso claro, es verdad que el camino hasta ellos está “lleno de gente”: el funcionario del registro, las charlas con otras familias, la psicóloga que te hace la entrevista, la trabajadora social que visita tu casa, la comisión que acepta tu caso y te considera idóneo para continuar el proceso; también de muchos documentos y de muchos sellos. Pero todo ha sido necesario para garantizar la seguridad del proceso y entender que, lejos de examinarnos, el sistema está muy preocupado por conocer en qué familias crecerán estos niños”.

Niños con una historia de adversidad y ruptura guardada a buen recaudo en su mochila vital y sobre la que inevitablemente habrá que trabajar; algo que las familias adoptivas deben asumir con entusiasmo y con valentía. Porque todas las adopciones son siempre especiales de algún modo, como lo son también las familias que se ofrecen a ellas.

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