Palabra de Marta Ferrusola, la madre superiora
Jordi Pujol defendía su honorabilidad en el Parlament el mismo día en que su esposa redactaba la nota en clave para mover dinero en Andorra
14 de diciembre de 1995. Jueves. Media mañana en Barcelona. Jordi Pujol i Soley interviene en la segunda jornada del debate de su quinta investidura como presidente de la Generalitat. Contesta al portavoz de Iniciativa, Rafael Ribó: “Asumo claramente y sin ninguna angustia el compromiso que me pide de hacer lo máximo posible para que la Generalitat sea una Administración honesta. Solo, a cambio, pido también el compromiso, de quien sea, de que no se hagan —y en algún caso no se sigan haciendo— ataques sistemáticos sin base, sin nada que lo demuestre, contra la honorabilidad de muchas personas”. Pujol, que había superado sin mácula el caso Banca Catalana, presentándose como víctima del Gobierno de Felipe González, defendía su honor ante las críticas por trato de favor de la Generalitat a los negocios de su familia.
Ese mismo día, Marta Ferrusola Lladós, esposa de Pujol desde 1956, firmaba, según la policía, una nota manuscrita a la Banca Reig de Andorra para mover dos millones de pesetas (12.000 euros) en sus cuentas. La “madre superiora de la Congregación” quería traspasar “dos misales” a “la biblioteca del capellán de la parroquia”. Desde que Pujol confesase el 25 de julio de 2015 que él y su familia ocultaron a Hacienda en el extranjero durante 34 años una fortuna, y pese a todas las sospechas sobre sus negocios y los de sus hijos, quizá no haya sufrido otro golpe mayor la imagen del político más importante de la Cataluña democrática, de quien entre 1980 y 2003 fue todo en esa comunidad como presidente de la Generalitat. Y su esposa no se quedaba entonces atrás.
De ser la dona que con fervor jaleaba la militancia convergente tras cada victoria electoral, la barcelonesa Ferrusola, que el 28 de junio cumplirá 82 años, ha pasado a fingida “madre superiora”. De asimilar a su familia con Cataluña a estar imputada con todos ellos —Pujol y los siete hijos de la pareja— en la Audiencia Nacional por blanqueo y fraude fiscal por el dinero que ocultaban en Andorra, unos fondos a cuyo mando el juez José de la Mata sitúa a la propia Ferrusola. De ser todo, a verse considerada por la policía —y apuntada por el juez— como parte de una “organización criminal” que durante 24 años —de 1990 a 2014— escondió más de 70 millones en la banca andorrana.
Dos veces ha acudido Ferrusola ante el juez por esta causa: en enero de 2015 ante el instructor inicial en Barcelona y en febrero de 2016 ya en la Audiencia. En ambas se acogió a su derecho a no declarar. El único escueto testimonio público que ha dejado al respecto fue su comparecencia el 23 de febrero de 2015 —el mismo día que su esposo y su hijo mayor Jordi— en la Comisión de Investigación sobre el Fraude y la Evasión Fiscal y las Prácticas de Corrupción Política abierta la pasada legislatura en el Parlament.
Comenzó diciendo que no iba a declarar y “no”, “nunca”, “no lo sé”, “no entiendo nada de eso” son las expresiones más repetidas en los poco más de 15 folios que ocupa la transcripción de su comparecencia en el Diario de sesiones del Parlament. Suscribió totalmente la versión que desde la confesión de su marido y hasta ahora, pese a los crecientes indicios de un supuesto origen irregular de los fondos, mantiene imperturbable la familia: el dinero es una herencia regularizada de Florenci Pujol, padre del expresident. Con todo, sí dejó Ferrusola apuntes de interés vistos los actuales avances de la investigación: no tuvo cuentas en paraísos fiscales — su hijo mayor admitió ante De la Mata en febrero de 2016 que Ferrusola se benefició de una estructura en Panamá para eludir el pago de impuestos andorranos—, no sabe quién dio a su primogénito poderes para operar en las cuentas ni sabía a qué negocios se dedicaba, sus viajes a Andorra nunca fueron para hacer gestiones sobre los fondos, desconoce desde cuándo tenía dinero en Andorra… Y una frase redonda en respuesta a Ciudadanos: “Me da pena. Mucha pena. Cataluña no se merece esto”.
Cuando era primera dama, sus declaraciones lindando con lo xenófobo o, ya tras dejar su esposo el Govern, considerando que el tripartito de Pasqual Maragall les había “robado el Gobierno” en 2004 o despreciando al sucesor de este, el también socialista José Montilla, por ser “un andaluz que tiene el nombre en castellano” levantaron, entre otras, notable polvareda. Pero faltaba por llegar la madre superiora.
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