Lina amamanta a su “milagro”
Una médica lucense de 62 años reivindica la maternidad tardía: "La naturaleza deja a la mujer sin óvulos, pero el cuerpo sigue preparado para el embarazo"
Lina amamanta a Lina. Y alrededor se hace la paz. Apenas necesitó ayudarse al principio con el sacaleches. Sus pechos empezaron a dar de sí como hace tantos y tantos años podrían hacerlo. Y el bebé enseguida tomó el relevo de la máquina. La niña "sabe chupar" y "en la lactancia materna, el único estímulo necesario es la succión", comenta. Esta mujer de 62 años, médica de urgencias en el municipio lucense de Palas de Rei, dio a luz el martes pasado, con una cesárea programada para las 10 de la mañana, una cría sana de 3.375 gramos. El miércoles festivo, aún con la sonda y las vías puestas, se levantó y empezó a atender a su niña deseada, cargada de energía y dispuesta a marchar a casa al día siguiente si le daban el alta. El jueves, los médicos que pasaban consulta decidieron sacarle las ataduras pero aún tuvo que quedarse en el hospital. Y Lina estaba pletórica, atendiendo orgullosa el reguero de llamadas de las teles, las radios y la prensa, aguantando sin queja el dolor del abdomen cortado. "Estoy loca de alegría con mi milagrito: es una niña muy buena", decía a todos. "La naturaleza deja a la mujer sin óvulos, pero el resto del cuerpo sigue preparado para el embarazo". Después de que otros se negasen, un médico de Madrid cuya identidad guarda en secreto le implantó un embrión ajeno y funcionó a la primera. Le costó 3.000 euros y solo viajó a la capital una vez. La "suerte" le vino "toda junta", como "recompensa" a una vida de lucha y sufrimiento.
Porque hace 27 años Lina Álvarez dio a luz a Exiquio, Xiquito, el niño de sus ojos que nació con parálisis cerebral. Entonces tenía marido, pero él era más débil: "enfermaba en cada ingreso hospitalario del pequeño, lo llevaba muy mal", recuerda. "Acabamos rompiendo cuando nuestro hijo tenía tres años, y no volví a tener pareja porque ningún hombre quiso comprometerse con una mujer que cuidaba a un chico con parálisis cerebral". Fue por aquella época cuando comenzó su odisea, segura de que había sido una prueba médica de la gestación, la amniocentesis, la que le había provocado el gravísimo daño al feto. La guerra judicial contra los facultativos de la sanidad pública a los que consideraba culpables se prolongó años. Acampó ante los juzgados de Lugo con pancartas cada vez más grandes y rotundas, llegó al Congreso y a Estrasburgo.
Pero siempre se topó con un muro. Los jueces nunca le dieron la razón. Hace cuatro años, enfrascada en su batalla, llevó al chico a un hospital privado madrileño que practica resonancias con una técnica única en el país. Según explica ella, "el radiólogo escondió una serie de imágenes que demostraban de forma evidente cómo la punción de la amniocentesis le había perforado una arteria" de la cabeza al bebé que llevaba dentro. Dos años después, es decir, cuando Xiquito tenía 25, al fin las consiguió porque se las "facilitaron cuando el médico estaba de vacaciones".
Lina cuenta que, tanto tiempo después del parto, la lesión causada por la aguja en el cerebro de su hijo "sigue siendo clara". Y cuando ya casi daba por perdida una lucha en la que llegó a perderlo todo (y tuvo su sueldo embargado para pagar costas, indemnizaciones y minutas), en la actualidad el caso vuelve a estar judicializado, esta vez en Madrid, convencida de que el médico le ocultó de forma deliberada los resultados de la resonancia.
Pero Lina tiene un hijo más. Samuel nació sano, gracias a la fecundación in vitro, cuando ella tenía 52, una década después de atravesar una menopausia demasiado temprana. En esa ocasión, la madre tardía también aguantó segura de sí misma el chaparrón de críticas esperando a que escampara. Ahora, los dos muchachos "están encantados con su hermana". En España existen leyes que regulan la diferencia máxima de edad que puede existir entre adoptante y adoptado (45 años), pero ninguna norma fija el límite para ser madre, quizás porque tampoco lo hay para ser padre y porque hasta ahora la naturaleza y la medicina han puesto sus propias barreras. "Existe un pacto", señala Lina, que hace que los ginecólogos rechacen entre sus pacientes los casos de mujeres de más de 50. A ella, con más de 60, en Galicia no querían someterla al tratamiento hasta que encontró fuera un especialista dispuesto.
De él solo revela que trabaja en Madrid, que le preparó el útero con estrógenos y luego transfirió el embrión de un óvulo y un espermatozoide donados. Le advirtió que solo tenía un 6% de posibilidades de prosperar, pero el experimento salió a la primera. Después ya no tomó ninguna medicación. "No sé lo que pensará él ahora, pero tiene que estar orgulloso, porque nos hizo una familia", zanja Lina, madre de Lina e hija también de Lina, dispuesta a vivir ajena al debate que su parto ha reabierto.
El embarazo, relata, "fue completamente normal, con unas analíticas impecables y solo algo de hipertensión al final; el motivo por el que adelantaron la cesárea a la semana 36ª: Salía de cuentas dentro de dos". "Los óvulos envejecen. En unas mujeres antes y en otras después. La ciencia solo te acondiciona el útero, pero el cuerpo femenino hace todo el resto", sigue defendiendo su polémica decisión. "Es cierto que cuando la niña tenga 30 años, yo tendré 92; pero entonces ella ya estará criada, la esperanza de vida es cada vez mayor y yo tengo salud suficiente", argumenta. "Hoy, además, son muchos los abuelos que se hacen cargo de sus nietos porque los padres no pueden".
El riesgo de una orfandad prematura
Antes que Lina Álvarez, en España la gaditana Carmen Bousada fue madre de gemelos en el Hospital Sant Pau de Barcelona a los 67 años. En 2006 batió el récord mundial de maternidad tardía, un primer puesto en el podio que pronto le empezaron a arrebatar varias septuagenarias de la India tratadas en una clínica de reproducción asistida que no se pone límites. Aunque algunas no tienen partida de nacimiento, los médicos aseguran que Daljinder Kaur, Rajo Devi Lohan y Omkari Panwar (esta ya con cinco nietos) trajeron criaturas al mundo más allá de los 70. En 2007, el diario Pravda también se hizo eco del embarazo de una rusa, Ula Margusheva, a los 79 años. Y por detrás, en los primeros puestos, se encuentran igualmente la rumana Adriana Illiescu, de 66; la alemana Annegret Raunigk, de 65; la búlgara Krasmina Dimitrova, de 62; o la francesa Jeaninee Salomone, también de 62. No todas las aventuras acabaron bien. Tres años después de su gestación forzada, Carmen Bousada dejó huérfanos a Pau y Christian por un cáncer. Los obstetras destacan como uno de los mayores inconvenientes de la reproducción asistida a edades muy tardías los riesgos para el feto, pero también para la madre.
Todas las mujeres que llegan a estos extremos aseguran que la suya es una decisión muy meditada, además de muy informada. La mayoría de los médicos se niegan a realizar estos tratamientos pese a que la ley de reproducción asistida solo pone un límite inferior (los 18 años) a las potenciales pacientes. Muchos facultativos consideran una aberración (clínicamente interesante pero anecdótica) los casos de madres de más de 60 que afloran a los medios de comunicación. Y de hecho, como la ley no puso barreras ni en 1997 ni en 2007, las propias clínicas, a través de la Sociedad Española de Fertilidad, se plantearon su propia autorregulación marcando los 50 años como la frontera que no se debería sobrepasar. Aunque los propios ginecólogos comentan que a esto, a veces, se le plantean excepciones, como lo es el estado de salud de la mujer que aspira a ser madre contra viento y marea.
A la hora de forzar un cuerpo, los médicos advierten de los riesgos asociados a la edad, como los infartos y otros problemas cardiovasculares, la diabetes gestacional, los edemas y hasta la eclampsia (convulsiones que pueden derivar en la pérdida del conocimiento). El feto puede nacer con bajo peso, prematuro o con alteraciones cromosómicas. O perder sus referentes en la vida demasiado pronto. La psicóloga clínica Ángeles Sanz advierte sobre el riesgo de una orfandad prematura para estos hijos con las mismas necesidades afectivas que los demás, pero que nacieron de mujeres que no tienen 45, sino más de 60. Por "ley de vida", hay una alta probabilidad de que sus madres les falten en la adolescencia. Y estarán "condenados a afrontar un sentimiento de pérdida de apego muy profundo".
"Sé que algunos médicos me criticaron muy duramente, aunque nunca a la cara", cuenta Lina Álvarez, que ahora prevé salir del hospital con su niña en brazos a principios de la semana que viene: "A algunos los conozco, era algo esperable". Sin embargo, "los que me atendieron [durante el embarazo, en el sistema público, y en el parto, que tuvo lugar en el Hospital Lucus Augusti] se portaron siempre fenomenal", afirma. "Al principio los vi un poco preocupados", dice, "pero a medida que fue pasando el tiempo y vieron que todo era normal se desvivieron conmigo".
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