De copas menstruales y ecología
La controvertida propuesta de la CUP en materia de higiene femenina enlaza con la propuesta de la toalla sanitaria bolivariana
El empeño de la CUP (Candidatura d’Unitat Popular, formación anticapitalista catalana) en regular, por la vía política, la higiene íntima femenina ha provocado una gran conmoción, y pitorreo, en todos los mentideros, sobre todo los digitales. No es para menos.
La moción presentada en el Ayuntamiento de Manresa para promover “métodos alternativos de recoger el sangrado” muestra, una vez más, la irrefrenable tendencia de los grupos más reaccionarios, de izquierda y de derecha, a organizarnos la vida de puertas para dentro. Hay que estar siempre de guardia, porque cuando pensamos que estamos ya seguros por un flanco, nos asaltan por otro. Después de haber logrado domesticar a las huestes del crucifijo, que durante siglos husmearon en los dormitorios, ahora tenemos a otras huestes, tipo jemeres antisistema, que se nos cuelan en el cuarto de baño y nos dicen que las compresas y los tampones industriales, que tanto nos facilitan la vida en esos días pesados, son nocivos para el cuerpo y el medioambiente, y que mejor hagamos uso de las copas menstruales, las esponjas marinas y las compresas de tela. Nadie duda de las bondades de esos métodos, que circulan desde hace años, pero si no han prosperado, por algo será. Es la ley de la oferta y de la demanda, tan sencillo como eso.
La moción muestra la irrefrenable tendencia de los grupos más reaccionarios, de izquierda y de derecha, a organizarnos la vida de puertas para dentro
Lo de las compresas de tela enlaza con otra iniciativa memorable, puesta en marcha hace tres años por un grupo de emprendedoras del Socialismo del Siglo XXI, allá en Venezuela. Se trata de la toalla sanitaria bolivariana, cuyo vídeo promocional sigue circulando con éxito en la web. El artefacto consta de varias capas de tela cosida y es lo más parecido a una suela de chancleta, pero en seguida sus creadoras explican que tiene numerosas ventajas sobre las compresas de las multinacionales: no da alergia y es ecológica porque se lava (y el agua puede utilizarse a modo de abono orgánico para regar plantas y embellecer el jardín, textual). Y, sobre todo, con esta resurrección de los sistemas caseros de nuestros ancestros (textual) “no entramos en el ciclo comercial del capitalismo salvaje”. Cuando más la muestran, tan rudimentaria e incómoda, más espanto genera. ¿Cómo se sujetará? ¿Qué haces con ella cuando tienes que cambiarte fuera de casa? ¿Absorbe realmente algo? En suma, es lo último que una mujer activa se colocaría en la entrepierna. Los internautas recomendaban usarlas mejor como agarrador de ollas o posavasos o incluso como antifaz. Más allá de las chanzas, el asunto provocó una viva indignación, dado el desabastecimiento de productos esenciales que sufren los venezolanos. En suma, la compresa bolivariana era el símbolo del fracaso de un régimen.
Era como cuando en Cuba volvieron a los bueyes en la agricultura, tras la caída de la URSS y el fin de sus ayudas millonarias. En un artículo titulado Buey y modernidad sin paradojas, el diario oficial Granma explicaba que el regreso a la tracción animal era, justamente, el máximo exponente del “desarrollo cultural, científico y técnico” alcanzado en todas esas décadas “de progreso”. “Cuba demuestra que el uso de animales de tiro en la agricultura, lejos de ser un atraso, es una exigencia de la modernidad y una contribución al mundo descontaminado y limpio.” Ay, ecología, cúantas tonterías justifican en tu nombre cualquier cosa.
Este episodio enlaza con otra iniciativa memorable, allá en Venezuela: la de la toalla sanitaria bolivariana
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