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ETA, la alargada herencia del franquismo

Muerto Franco, España se fue liberando poco a poco de las lacras de la dictadura: el partido único, el Tribunal de Orden Público, el Sindicato Vertical, el centralismo autoritario... Pero el terrorismo etarra resistió 36 años

Luis R. Aizpeolea
Socavón que produjo la explosión de un artefacto de ETA, en el atentado que mató al almirante Carrero Blanco, en Madrid, en 1973.
Socavón que produjo la explosión de un artefacto de ETA, en el atentado que mató al almirante Carrero Blanco, en Madrid, en 1973. EFE

ETA ha sido la más alargada herencia del franquismo. Muerto el dictador en 1975, poco a poco España fue recuperando sus libertades, consagradas en la Constitución de 1978, mientras se iba liberando de las lacras de la dictadura (el partido único, el Tribunal de Orden Público (TOP), el Sindicato Vertical, el centralismo autoritario, etc.). Pero el terrorismo etarra se ha resistido a terminar nada menos que 36 años tras la muerte de Franco. ETA nació en 1959, a los veinte años del final de la Guerra Civil; cometió su primer asesinato en 1968, solo siete años antes de la muerte del dictador y practicó el terrorismo hasta el 20 de octubre de 2011. Actuó, por tanto, como organización terrorista durante 43 años y sobrevivió 36 años a Franco (1975-2011).

La primera singularidad de ETA es que nació al calor de la dictadura, pero durante el franquismo apenas cometió el 5% de sus 850 asesinatos. El 95% restante los perpetró en democracia, especialmente en los momentos más delicados, como la Transición (el 37% de 1976 a 1981) y la etapa de consolidación democrática (46% de 1982 a 1994), según el informe Foronda. ETA derivó en una organización cuyo objetivo fue desestabilizar la incipiente democracia, una alargada herencia del franquismo.

ETA nació en 1959, cometió su primer asesinato en 1968, y practicó el terrorismo hasta el 20 de octubre de 2011, es decir, sobrevivió 36 años a Franco

ETA presenta la aparente paradoja de haber nacido contra el franquismo y haberle sobrevivido una generación. La paradoja es aparente porque la organización terrorista, en su primera etapa de lucha armada, se exteriorizó como una organización revolucionaria antifranquista e independentista al haber en su seno diversas corrientes. Pero, una vez muerto Franco y aprobadas la Constitución y el Estatuto de autonomía de Gernika, siguió practicando el terrorismo y se impuso la corriente independentista y antiespañola, con lo que se consagró como una banda terrorista totalitaria.

No obstante, es posible que la ETA terrorista no hubiera existido y desde luego, en caso de haber existido, no hubiera tenido la fuerza y el arraigo que tuvo de no estar España sumida en una dictadura, según señala el historiador Luis Castells, uno de los autores del informe Foronda. Lo que sí hubiera habido, sin lugar a duda, es un nacionalismo radical, al margen del PNV al igual que durante la República existieron los independentistas del Jagi-Jagi y Acción Nacionalista Vasca (ANV).

ETA, igual que el IRA (Ejército Republicano Irlandés) o las Brigadas Rojas en Italia, se embarcó en la lucha armada tras la oleada revolucionaria de Mayo de 1968. Una oleada que engarzó con el auge de los movimientos guerrilleros a escala mundial, con la guerra de Vietnam contra el “imperialismo norteamericano” como telón de fondo y la figura emblemática del Che Guevara, asesinado en Bolivia en 1967, ocho años después del triunfo de la Revolución cubana, en la cumbre de su prestigio. Era la alternativa al “reformismo” de socialdemócratas y comunistas europeos. En el caso de ETA lo fue, además, ante a la “pasividad” del PNV, de cuyo seno surgió, contra la dictadura.

Primera manifestación contra el terrorismo de ETA, en Portugalete, el 28 de junio de 1978.
Primera manifestación contra el terrorismo de ETA, en Portugalete, el 28 de junio de 1978.EFE

En aquellos días, finales de los Sesenta, Euskadi era calificada la “Cuba de Europa” en los documentos de ETA. Equiparar la dictadura de Franco a un régimen que colonizaba Euskadi, siguiendo la senda de la guerra anticolonialista del Frente de Liberación Nacional de Argelia (FLN) contra Francia, fue una tentación a la que no se resistieron los dirigentes de ETA de la época, consumidores de las lecturas del médico argelino Franz Fanon, prologadas por el prestigioso intelectual de la izquierda revolucionaria del momento, Jean Paul Sartre.

En ese marco revolucionario internacional, el 2 de agosto de 1968, ETA mató en Irún a Melitón Manzanas, comisario de la Brigada Político-social de San Sebastián. Fue el primer crimen organizado de ETA. Fue selectivo, dirigido contra un miembro relevante de la siniestra policía política de Franco. Y fue también la respuesta al asesinato del dirigente de ETA Xabi Etxebarrieta dos meses antes por la Guardia Civil, después de que Etxebarrieta hubiera asesinado, a su vez, al guardia civil José Pardines para evitar su detención.

El asesinato de Melitón Manzanas, comisario de la Brigada Político-social de San Sebastián, el 2 de agosto de 1968, fue el primer crimen organizado de ETA

El juicio militar, sin ninguna garantía jurídica, propio de la dictadura, celebrado en Burgos en diciembre de 1970 contra los 16 miembros de ETA a los que el régimen de Franco acusó del asesinato de Manzanas se volvió en contra del propio régimen. Los miembros de ETA sentados en el banquillo multiplicaron sus consignas antifranquistas en detrimento de las nacionalistas; exteriorizaron su solidaridad con las víctimas de la dictadura en otros puntos de España. Aquel fue un juicio contra la dictadura y los acusados consiguieron la solidaridad del antifranquismo español, con grandes movilizaciones en el País Vasco y en el resto de España. Era relevante que entre sus abogados hubiera personalidades del PSOE y del PCE. En la ETA de Burgos predominaba el sentido revolucionario internacionalista sobre el nacionalista vasco. Su nacionalismo se identificaba con el de la Cuba y el Vietnam enfrentados al imperialismo yanqui.

Si el juicio de Burgos de 1970 le dio a ETA prestigio nacional contra el franquismo, el atentado mortal contra Luis Carrero Blanco, presidente del Gobierno de Franco, en diciembre de 1973, le dio proyección mundial en un momento de gran auge de los movimientos revolucionarios. Y tanto el juicio de Burgos como el atentado contra Carrero facilitaron su expansión como organización armada en el País Vasco por el prestigio acumulado.

El fusilamiento en septiembre de 1975 de dos militantes de ETA (Juan Paredes Txiki y Angel Otaegi), así como de tres militantes del FRAP, fue un tercer hito con enorme impacto en la opinión pública española. Franco se moría dos meses después con el País Vasco incendiado y con una ETA en pleno auge y con simpatías, incluso, entre los demócratas españoles.

Tras el atentado de Hipercor en Barcelona, en junio de 1987, que costó la vida a 21 personas, todos los partidos firmaron el Pacto de Ajuria Enea. Era el principio del final de ETA.

El franquismo tardó en difuminarse en el País Vasco. Tres meses después de la muerte de Franco, el 3 de marzo de 1976, en medio de las numerosas movilizaciones obreras en las que se mezclaban las reivindicaciones económicas con las políticas, en Vitoria (Álava), unas Fuerzas de Seguridad, aún inadaptadas a la democracia, asesinaron a balazos a cinco obreros y dejaron decenas de heridos. Siguieron los sucesos de Montejurra, en mayo, con dos víctimas procedentes de una extrema derecha que campaba por sus respetos, con complicidades con el aparato político del franquismo. El informe Foronda reconoce unos 70 asesinatos de bandas parapoliciales franquistas, hasta 1986, la mayoría concentrados en la Transición, así como actuaciones irregulares de las fuerzas de seguridad, en la estela de los sucesos de Vitoria, como en junio de 1977 con la semana proamnistía en el País Vasco, saldada con varios muertos, o los Sanfermines de 1978, por señalar dos hechos.

Kepa Pikabea, exmilitante y crítico con ETA, acogido a la vía Nanclares, manifestaba en el documental Al final del túnel cómo su entrada en ETA estuvo motivada por la represión en los Sanfermines de 1978 y las irregularidades policiales de la época, que para él reflejaban que la dictadura seguía y la democracia no había llegado. Pikabea formó parte del contingente de jóvenes que engrosaron las filas de ETA en la Transición, que mantuvieron un crecimiento continuo que contribuyó a que la banda alargara su actividad hasta muy avanzada la democracia.

Este panorama dificultaba sumamente la reacción de la opinión pública vasca contra el terrorismo de ETA, que seguía asesinando en democracia. Curiosamente, las primeras movilizaciones contra la banda procedieron de la izquierda que más se había comprometido contra el franquismo, señala Luis Castells. Fue el Partido Comunista de Euskadi el primero que convocó una manifestación contra ETA en junio de 1978 por el asesinato del periodista José María Portell y también el primero en movilizar por el asesinato de un guardia civil en agosto de ese año, con muy poco éxito. El PSOE confió, en la Transición, que muerto Franco y asentada la democracia en Euskadi con el Estatuto, ETA se retiraría. Txiki Benegas, líder del PSE, intentó negociar con ETA en 1978, pero fracasó.

Con la llegada de Felipe González a la Moncloa, en diciembre de 1982, se suele dar por acabada la Transición de la dictadura a la democracia. En el País Vasco tardó más. Con una ETA desatada, la guerra sucia, a través de los GAL, se prolongó hasta 1986. Las Fuerzas de Seguridad fueron adaptándose a la democracia (disminuyeron sensiblemente las víctimas de las actuaciones policiales), pero perduró el uso de la tortura en los establecimientos policiales. ETA utilizó los GAL y la tortura como coartada de la “permanencia del franquismo y la existencia del conflicto entre España y Euskadi” para persistir. Pero en los años ochenta, en la medida que la democracia y la autonomía se consolidaban en el País Vasco sus coartadas fueron perdiendo peso. El atentado de Hipercor en Barcelona, en junio de 1987, que costó la vida a 21 personas, marcó un hito por su alcance y su indiscriminación. Pocos meses después, en enero de 1988, todos los partidos democráticos vascos, nacionalistas y no nacionalistas, firmaron el Pacto de Ajuria Enea, el compromiso político contra ETA, a la que se calificaba como terrorista y totalitaria, igual que al franquismo, y que marcó el principio de su final. Hacía 13 años que había muerto Franco y ETA todavía tardaría 23 años en declarar el final del terrorismo. Pero esa es ya otra historia.

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