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La vida sin Internet en la España de 2015

Numerosos pueblos pequeños tienen problemas sociales y económicos porque carecen de una buena conexión a la Red

J. A. Aunión
Una joven de Santa María del Campo Rus se conecta a Internet gracias a la antena colectiva por Wifi instalada por el Ayuntamiento.
Una joven de Santa María del Campo Rus se conecta a Internet gracias a la antena colectiva por Wifi instalada por el Ayuntamiento.Kike Para (EL PAÍS)

En un tiempo en el que casi todo funciona con Internet —la Administración, la sanidad, el comercio—, existen aún islas en las que acceder a la Red es una especie de continuo dolor de muelas. Las reconocerán fácilmente por el nutrido grupo de personas que se arremolina en la plaza del pueblo con la tableta o el portátil para chupar la WIFI de la biblioteca. O porque en cualquier paseo se cruzarán con un vecino indignado que no ha podido comprar su medicina con la receta electrónica o hacer una operación en la sucursal del banco por culpa de una conexión que tan pronto viene como se va. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, en el sur de la provincia de Cuenca, en Santa María del Campo Rus, la villa solariega en la que murió el poeta Jorge Manrique y en la que hoy, casi cinco siglos y medio después, sus 800 habitantes protestan amargamente por la ausencia de un Internet “como dios manda”.

No es que no tengan ninguna posibilidad de conectarse, sino que las opciones que les ofrecen son mucho más lentas y, sobre todo, mucho más intermitentes de lo que les gustaría, ya que el cableado del ADSL no llega hasta allí. Según los últimos datos del Ministerio de Industria, en España hay más de 800.000 hogares que no pueden navegar a 2 megas por segundo y en 2.766 pueblos no llegan los 10 megas porque las compañías no han desplegado redes de banda ancha fija.

Las necesidades de cada usuario son muy distintas —ver el correo electrónico, vídeos, la tele, jugar a videojuegos, subir información...—, pero valga para hacerse una idea que el objetivo de la UE es que todos los ciudadanos de la Unión tengan acceso a una velocidad de 30 megas en 2020. “Si en una casa con dos hijos adolescentes hay conectados a la WIFI cuatro móviles y dos ordenadores, es imposible que funcione con dos ni con tres megas”, dice José Luis Gárate, director comercial de la operadora de Internet por satélite Quantis.

Municipios “en blanco”

Los cuatro ordenadores del centro cultural de Santa María del Campo Rus (Cuenca) que comparten los habitantes del pueblo.
Los cuatro ordenadores del centro cultural de Santa María del Campo Rus (Cuenca) que comparten los habitantes del pueblo.Kike Para (EL PAÍS)

Quantis hizo un estudio el año pasado en el que bajó al detalle de los municipios “en blanco”, aquellos con serias dificultades de acceso. Los que salían peor parados estaban en Galicia (126.000), Castilla y León (79.000) y Andalucía (49.000), pero también contabilizaba 45.000 personas en esta situación en Castilla-La Mancha.

De Santa María del Campo Rus calculó que la inmensa mayoría de los habitantes (cerca de 700 de 800 censados) estaban desconectados. Y la herida escuece más porque, aseguran los lugareños, a todos los pueblos de alrededor sí les llega bien la señal.

“El cable tendría que pasar por los terrenos de tres vecinos que se niegan a dar permiso, así que a las operadoras no sale rentable tirar el cableado por otro sitio”, explica la secretaria municipal, Teresa Santos. “Hemos enviado escritos a Telefónica, a la diputación, a la Consejería de Fomento, al Gobierno central…, y nada”, continúa, saliendo al paso de las críticas vecinos, muchos de los cuales acusan al Consistorio de no esforzarse lo suficiente para arreglar el problema. “Estamos dispuestos a ir donde haga falta, pero no sabemos ya dónde ir”, añade el alcalde, Carlos Cano.

No se trata, insisten, de un capricho, sino de una necesidad imperiosa para la gestión municipal de los presupuestos y de innumerables trámites — “Tenemos que enviar información continuamente”— o para comunicarse con el servicio de salud de Castilla-La Mancha, el Sescam. “Se ralentiza muchísimo la atención del médico que pasa consulta a diario. Y el contacto con emergencias también se hace por la Red”, añade Santos.

Despoblación

El pueblo resiste a duras penas la despoblación rural gracias al trabajo que les ofrecen el campo y una residencia para mayores de la ONG Mensajeros de la Paz, y a unos buenos servicios sanitarios, educativos (hay un colegio público) y deportivos (con instalaciones que incluyen piscina y pistas de pádel). Por eso, les preocupa profundamente ese gran borrón tecnológico.

Para los negocios también es un gran problema. “Las pasadas navidades nos quedamos dos días sin Internet, lo que nos causó unas pérdidas enormes”, se queja Javier Olivares, dueño de la Quesería Campo Rus, cuyos productos han ganado varios premios y recibe pedidos de Suecia, Reino Unido, Alemania o Bélgica. “Hemos probado de todo, y siempre con conexiones caras y deficientes”.

El percance navideño les ocurrió con la operadora Excom, que les ofrecía tecnología WIMAX. Esta manda la señal a través de ondas electromagnéticas a partir de antenas repetidoras. Su calidad depende de lo cerca que esté la antena (cubren unos 50 kilómetros de distancia), de los obstáculos físicos que haya entremedias y de la gente que se conecte a la vez. Suelen ofrecer de uno a tres megas, aunque algunas compañías están llegando a 15. Desde hace años se está anunciando la muerte de esta tecnología, pero todavía aguanta como primera opción en los pueblos aunque haya perdido espacio, asegura Pepe Xagarós, portavoz del portal especializado conexionrural.es: “Mientras no mejore lo demás, esto se mantendrá ahí”.

En Santa María del Campo Rus, efectivamente, es la red más extendida. Es la que usan el Ayuntamiento y el hotel restaurante La Posada Real. Ambos pensaron en cambiarse, como ha hecho el quesero Olivares, a Orange, que ofrece conexión fija a través de redes móviles 3G (la misma que para los teléfonos). Pero al restaurante no le sirve porque la antena que lo alimenta le pilla lejos, cuenta su dueño, Julián García, que en 2013 ganó un concurso internacional de paellas en la localidad valenciana de Sueca.

Pérdidas

García tiene ahora que cambiar el programa de gestión del local que compró hace unos meses por 4.000 euros porque funciona solo si está conectado a la Red, por lo que las desconexiones le desbaratan continuamente el trabajo diario. Pero lo que más le duele es una mala crítica en la página Tripadvisor de un cliente que no pudo conectarse al WIFI. “Me pidió la clave y le dije que no podía dársela porque entonces no nos funcionaría nada. Pero no lo entendió”, relata.

La otra opción que le quedaría a García es la conexión por satélite, la que se suele escoger si falla lo demás. “Sigue siendo la más cara”, explica Xagarós. Ahora está ofreciendo velocidades de hasta 22 megas, pero también puede fallar, por ejemplo, si hay muchas nubes, añade.

También hay islas urbanas

Sin titulo
Sin titulo

El estudio de la operadora Quantis sobre cobertura a Internet, hecho en 2014 con estadísticas del Ministerio de Industria y el INE, dice que las también hay islas con mala conexión de banda ancha en “zonas suburbanas y municipios de tamaño medio”.

Pepe Xagarós, portavoz del portal especializado conexionrural.es, habla “de grandes urbanizaciones en la costa que se construyeron hace 15 años, cuando nadie pensaba en las conexiones a Internet, y hoy tienen serios problemas”.

En realidad, esas islas pueden estar en cualquier punto donde no sea rentable desplegar la red de banda ancha fija. Según los últimos datos del Ministerio de Industria, más de 10% de la población de municipios entre 50.000 y 100.000 habitantes solo pueden navegar a 2 megas de velocidad.

Esta es, en todo caso, la que tienen en la biblioteca pública y es sin duda una de las que mejor funciona del pueblo. “El verano pasado, en cuento se conectaban cuatro a la vez se atascaba. Y ahora ve estupendamente, aunque se conectara mucha gente a la vez, en los cuatro ordenadores que tenemos dentro o con la clave WIFI que damos a todo el que se saque el carné”, explica Palmira Higueras, la bibliotecaria. “En pueblos como este hacemos especiales esfuerzos”, asegura el director general de Telecomunicaciones de la Consejería de Fomento, Alipio García, de cuyo departamento depende la conexión de la biblioteca. “Ahora estamos tratando de extender las redes móviles”, añade.

Estas redes de nueva generación (el 4G) son la gran esperanza para el llevar Internet de alta velocidad a zonas rurales, pues puede alcanzar hasta los 100 megas. Pero aún tardará en llegar a estas zonas, pues el despliegue ha empezado por las grandes poblaciones. “Las soluciones no son de un día para otro, sobre todo en lugares con poca demanda y, por lo tanto, menos rentabilidad”, concluye Xagarós.

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Sobre la firma

J. A. Aunión
Reportero de El País Semanal. Especializado en información educativa durante más de una década, también ha trabajado para las secciones de Local-Madrid, Reportajes, Cultura y EL PAÍS_LAB, el equipo del diario dedicado a experimentar con nuevos formatos.

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