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Columna
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Ambages

¿Qué le pasa a Rajoy, que parece empeñado en estropear cuanto toca?

Enrique Gil Calvo

Lo nunca visto. El presidente Rajoy comentarista de la EPA. Eso sí, en plasma, como ya es marca de la casa. Pero no en el plasma usual sino en un videoblog distribuido por los social media. ¿Qué ha pasado? ¿Le habrán aconsejado sus asesores que se haga el moderno? Es posible, pero de nuevo el intento se salda cayendo en el ridículo. Y no lo digo por sostener que “las cifras son buenas” cuando se han perdido 114.000 empleos (un lapsus freudiano menor, comparado con el de Cospedal que confundió sanear con “saquear”) sino por haberlo afirmado “sin ambages”. Y eso no suena nada moderno, pues recuerda al conceptismo culterano del barroco más arcaico. ¡Ambages! He tenido que mirar en el Moliner su significado y equivale a rodeos o circunloquios: eufemismos que se usan para oscurecer las cosas evitando nombrarlas abiertamente. O sea, plasma semántico.

El 'caso Rato' refuta las pretensiones de legitimidad para ejercer el poder que el PP recaba para sí como partido de gobierno de la derecha

¿Qué le pasa al presidente Rajoy, que parece empeñado en estropear cuanto toca como si fuera un gafe o un cenizo? Este mes de abril todo le ha salido mal en vísperas electorales. Primero se filtró en un medio digital el rumor de que sustituiría a Cospedal por Arenas o Feijóo al frente del partido. Fue la supuesta conspiración de Viernes Santo que Rajoy a duras penas logró controlar, aplazando el contencioso hasta pasadas las municipales. Y después se produjo en otro digital la filtración del caso Rato. Pero este nuevo artefacto ya no lo supo desactivar Rajoy. O lo que es peor, trató de controlarlo a distancia rematadamente mal. Pues al intentarlo le estalló entre las manos la tragicomedia judicial de la detención que nunca existió, sin que hasta la fecha pueda saberse nada de lo que realmente ha pasado en este fenomenal embrollo jurídico. Como diría Mariano: ¡vaya lío!

Se habla de chapucería, desbarajuste, astracanada y gatillazo, lo que desde luego resulta patente. Pero también de conjura, navajeo y ajuste de cuentas, dándose por supuesto que la cúpula del poder pepero está fracturada en facciones irreconciliables entre sí. De ahí que se haya desatado una lucha abierta de todos contra todos, en un sálvese quien pueda que el presidente Rajoy, árbitro último de la situación en teoría, parece ya incapaz de resolver en la práctica, sobrepasado como está por los acontecimientos. Y no es para menos, pues el caso Rato desmiente y refuta las pretensiones de legitimidad para ejercer el poder que el PP recaba para sí como partido de gobierno de la derecha española, en un estrecho paralelo con lo que el caso Pujol representa para CDC como partido de gobierno de la derecha en Cataluña.

Se habla de chapucería, desbarajuste, astracanada y gatillazo, lo que desde luego resulta patente

Es la hora de la verdad para Rajoy. Hasta ahora gobernaba exclusivamente con el poder duro que le proporcionaba su mayoría absoluta, no creyendo necesitar ese otro poder blando del que habla Joseph Nye (entendido como capacidad de atraer, convencer y motivar). Pues bien, en esta crisis su poder duro de poco le sirve, ya que estamos al final de la legislatura. Y por eso ahora intenta recurrir a un poder blando del que sin duda carece mediante paseos callejeros, reuniones con empresarios y videoblogs sin ambages. Pero es demasiado tarde, pues está perdiendo el control tanto de los acontecimientos como de su propia gente, de camino hacia el estallido final.

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