Los médicos acusan a Sanidad: “Pone en riesgo a los enfermos de hepatitis C”
Los hepatólogos llaman a incumplir la guía oficial que restringe la prescripción de los fármacos más caros Los nuevos antivirales cuestan 25.000 euros
Los médicos que tratan la hepatitis C en España se han plantado ante el Ministerio de Sanidad. En un gesto inaudito, la sociedad científica que agrupa a la práctica totalidad de los hepatólogos ha acusado a la autoridad sanitaria de “poner en riesgo la salud de los pacientes” por dificultar el acceso a los fármacos innovadores y recomendar para algunas situaciones tratamientos “con una elevada incidencia de efectos adversos graves sin ninguna base científica” contraviniendo las recomendaciones “de cualquier guía nacional o internacional”. Tal es la indignación, que la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) ha llamado a los facultativos a rebelarse y ha recomendado “explícitamente” a sus asociados que no sigan la guía ministerial que dicta qué terapia debe prescribirse a cada paciente, si un viejo tratamiento u otros de última generación, apodados “la penicilina de la hepatitis C” por su alta efectividad.
El origen de esta explosión es un documento titulado Estrategia terapéutica de priorización con fecha 5 de diciembre —ayer mismo fue actualizado en la web del Ministerio de Sanidad con idéntico contenido— que tanto la AEEH como los hepatólogos consultados por EL PAÍS califican de “obsoleto” y “al margen de la evidencia científica”. En el trasfondo de la polémica está el coste de los nuevos y potentes fármacos antivirales que, según los expertos, marcan el inicio de la erradicación de esta enfermedad, que en España afecta a unas 800.000 personas. El sofosbuvir, por ejemplo, de marca Sovaldi, cuesta unos 25.000 euros por cada terapia de 12 semanas, pero debe prescribirse en combinación con otros fármacos para alcanzar una tasa de curación de hasta el 95% con lo que el precio total del tratamiento puede superar los 40.000 euros. El Gobierno ha consignado 125 millones para financiarlo en este ejercicio, de tal forma que solo unas 4.900 personas, las más graves, tendrán acceso a él.
El Ministerio de Sanidad se mostró ayer sorprendido por la reacción de los hepatólogos. “Es un documento aprobado en el Consejo Interterritorial con el visto bueno de todas las comunidades autónomas, que aportaron sus propios expertos”, dijo una portavoz. “El director de Farmacia les va a llamar el lunes para reunirse con ellos esta misma semana para ver si tienen alguna propuesta que hacer”.
EL PAÍS solicitó la lista de los expertos que forman parte de la Comisión Permanente de Farmacia, a la que se atribuye la autoría de la guía oficial, pero Sanidad no la proporcionó. “Es anónimo, no lo firma nadie. El que lo haya hecho, no conoce la situación. Se trata de un documento impresentable, que recomienda tratamientos desfasados, es un fraude de ley y un insulto a la razón”, señala Rafael Esteban Mur, expresidente de la AEEH y hepatólogo en el hospital Vall d'Hebron de Barcelona. La AEEH celebró hace dos semanas en Sevilla una conferencia de consenso sobre el tratamiento de la hepatitis C y hará pública su propia guía en enero.
Revolución terapéutica
Una revolución como la de la penicilina. Así recibieron los hepatólogos la llegada de los nuevos fármacos antivirales que, combinados de dos en dos o usando tres a la vez, consiguen curar a más del 90% de los casos de hepatitis C en un periodo de 12 o 24 semanas, dependiendo de la gravedad del paciente. Se les llama de segunda generación porque suceden a los de primera generación que llegaron hace un par de años: telaprevir y boceprevir, que mejoraron sustancialmente la tasa de curación (del 40 al 70%) en el genotipo 1 de la enfermedad, el más común. Eso sí, estos nuevos antivirales aún había que administrarlos combinados con los antiguos ribavirina e interferón. Este último fármaco provoca terribles efectos secundarios en pacientes graves que en muchos casos obligan a abandonar el tratamiento.
Los cócteles actuales, con fármacos de segunda generación (sofosbuvir, simeprevir, daclatasvir...) permiten por primera vez combinaciones entre ellos sin interferón. Y con tasas de curación altísimas. De ahí que se comparen con la penicilina. Son el primer paso, auguran los expertos, para erradicar el virus.
Una de las situaciones graves de la “barrera de acceso” que denuncian los hepatólogos es la de los pacientes trasplantados de hígado. Según el documento de Sanidad, tienen que ser tratados con una combinación de fármacos que incluye el interferón, un medicamento con efectos secundarios y complicaciones graves del que ahora, con los nuevos antivirales, ya se puede prescindir. Las instrucciones del ministerio indican que solo si la vida de estas personas corre peligro a corto plazo se les podrá prescribir sofosbuvir con simeprevir o daclatasvir. En el caso de los pacientes con daño hepático pero aún no trasplantados, sus médicos solo pueden darles los antivirales sin interferón si ya padecen una cirrosis muy grave y están descompensados. “Se beneficiarían más los pacientes que aún no han desarrollado cirrosis. En los que ya la tienen, los antivirales mejoran la función hepática, erradican el virus, pero la cirrosis ya no se cura”, explica Esteban Mur.
Sanidad recomienda también en este documento la utilización de telaprevir y boceprevir, antivirales —inhibidores de la proteasa— de primera generación que, señala Javier García-Samaniego, hepatólogo del hospital La Paz-Carlos III de Madrid, “han pasado a la historia de la hepatología. Ya no hay lugar para ellos cuando hay alternativas terapéuticas mejores”, dice. “Esa guía es papel mojado. Los hepatólogos defendemos el acceso de la mayoría de los pacientes al tratamiento. En Alemania, por ejemplo, se ha habilitado una partida extraordinaria de 700 millones de euros para Sovaldi. Tiene el doble de población pero la mitad de prevalencia, con lo cual el número de enfermos es similar si no mejor”. Sovaldi entró en la financiación pública el 1 de noviembre. Sanidad dice que desconoce cuántas personas están recibiendo el tratamiento, pero los pacientes se quejan de que se lo prescriben con cuentagotas y que tardan semanas en recibirlo. Algunos están tan hartos que se han encerrado en el hospital 12 de Octubre de Madrid como medida de presión para lograr el fármaco para los que tienen cirrosis. No son pocos. Son 35.000 personas.
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