“Estamos lejos de poder acometer una reforma de la Constitución”
El expresidente conversa con EL PAÍS sobre las debilidades y fortalezas de la Ley Fundamental
José Luis Rodríguez Zapatero, leonés nacido en Valladolid hace 53 años, ha sido el quinto presidente de Gobierno en democracia y el primero —y único— que planteó una reforma importante de la Constitución. Con España al borde del rescate, Zapatero impulsó en agosto de 2011 un cambio urgente del artículo 135 para consagrar el principio de estabilidad presupuestaria (un corsé permanente al gasto público). Ahora, a unos días del 35º aniversario de la Constitución, el expresidente acepta conversar con EL PAÍS sobre las debilidades y fortalezas de la Ley Fundamental, y sobre la reforma que plantea su partido, el PSOE.
Pregunta. ¿Cree llegado el momento de reformar la Constitución?
Respuesta. El modelo diseñado en esta Constitución tiene grandes aciertos y algún problema congénito. Entre los grandes aciertos, todo el Título de derechos y libertades públicas: España es uno de los países con más garantías de los derechos individuales, de la tolerancia cívica y de la libertad de expresión, que es el alma mater de la democracia. Creo, sin embargo, que hay un problema serio en el gobierno de la justicia. Y luego tenemos dos grandes temas. Uno, el Título VIII, que es espejo de la complejidad de España. Se hizo lo que estaba en los límites de lo posible y del acuerdo. Y el tema de cómo se reforma la Constitución. Tenemos una Constitución muy rígida.
P. ¿Cree que se debe acometer ahora una reforma?
R. Tenemos un problema de reconstrucción del consenso constitucional. Los temas de fondo, como los que afectan al Título VIII, exigen un acuerdo entre nacionalistas, autonomistas y federalistas. Ese es el acuerdo originario de la Constitución: nacionalistas, autonomistas y federalistas —que, digamos, es el PSOE—. Ahora tenemos un problema serio para que el acuerdo entre autonomistas y nacionalistas, que una parte se ha ido al independentismo, sea posible. Este es el problema, a pesar de los muchos esfuerzos que el federalismo hace como puente.
P. Entiendo entonces que no ve viable una reforma porque no hay consenso para hacerla.
“Hay que dar singularidad a Cataluña y a otras comunidades que la tengan”
R. Solo va a poder encauzarse si antes hay una actitud nueva en el PP. Podemos hacer muchos esfuerzos, grandes discursos y todas las iniciativas que queramos, pero hay un interlocutor constitucional decisivo que hasta ahora, y salvo la excepción del artículo 135, no ha abierto la puerta a una posible reforma.
El PP pide garantías de que, abierto el proceso de reforma constitucional, la meta a la que se llegue cuente con un apoyo real de los partidos nacionalistas; para hablar claro, de CiU. Yo creo que hoy estamos lejos de poder acometer un proceso de reforma, esta es mi opinión.
Y la cuestión de fondo es lo difícil que es en estos momentos llegar a grandes acuerdos. Parece como si toda la energía que pusimos para llegar al consenso constitucional, que fue fantástica, se hubiera agotado ahí. Se trata de volver a tener esas energías para llegar a acuerdos. La Constitución dijo: “Ustedes han llegado a un gran acuerdo para ponerme en pie, y esto ha costado mucho en la historia de España. Tienen que llegar a un gran acuerdo para reformarme”.
P. ¿Usted reformaría muchas cosas?
R. Claro que hay muchas cosas que se pueden reformar. En derechos y libertades, por ejemplo, se pueden fortalecer los derechos de igualdad de la mujer, se puede y se debe reconocer explícitamente el matrimonio homosexual… Pero el tema está en la vertebración del Estado. Por ejemplo, uno de los temas que más hemos discutido era si es mejor que esté la denominación de las comunidades autónomas en el texto constitucional. ¿Hasta qué punto el hecho de recoger explícitamente a Cataluña en la Constitución junto a las demás comunidades autónomas tiene un cierto valor simbólico? Para mí lo tiene. Era una de las reformas que yo propuse. Dos, es evidente que los principios de la financiación autonómica deberían tener algo más de concreción en la Constitución. Tres, se puede mejorar todo lo relativo a las competencias autonómicas. Y, por último, la gran cuestión, que es donde seguramente se centrará el debate cuando llegue: ¿Podemos reconocer singularidades? ¿Podemos reconocer el derecho a la diferencia sin que eso represente diferencia en derechos?
P. ¿Usted cree que se puede?
R. Sí. Hay terreno por explorar.
P. ¿Y que es conveniente reconocer singularidad a Cataluña en la Constitución?
R. Creo que sí. No solo a Cataluña, a aquellas comunidades que tengan singularidades.
P. En España hay muchas singularidades...
R. Bueno, singularidades de régimen jurídico propio, autonómico, menos. Hay en mi opinión un terreno para el reconocimiento de la singularidad. Ahora la cuestión es cómo se puede producir la negociación tanto con el PP como con CiU. Hay una cuestión que es muy, muy limitadora de la posible reforma de la Constitución, y son los procesos electorales tan permanentes que tenemos en España. ¿Hay capacidad de un encapsulamiento del debate sobre la reforma de la Constitución, con sosiego, entre los grandes partidos con un compromiso de que eso no entra a formar parte del debate político? Cuando se lanza como una iniciativa de un partido a otro, no funciona. A mí no me funcionó. No pasó de media hora el intento que tuve con Rajoy para llegar a un acuerdo sobre la reforma de la Constitución que propuse en mi discurso de investidura de 2004. Fue muy sincero y me dijo: ‘Mira, presidente, no lo vamos a apoyar”.
P. ¿El cambio que propuso en 2004 para eliminar la discriminación de la mujer en el acceso a la Corona sigue siendo urgente?
R. Hay que hacerla. Tiene sus complicaciones también, pero es conveniente hacerla.
P. El PSOE no cuestiona la institución de la monarquía en su propuesta de reforma constitucional. ¿Cree que el apoyo a la monarquía tiene que ver aún con el agradecimiento al Rey por su papel en la Transición o en el 23-F, y que eso debe seguir siendo una razón para apoyarla? ¿O la razón es otra?
R. Hay una razón y es que ha sido la fórmula de jefatura de Estado que más consenso ha logrado. Y hay otra razón más importante: la mejor historia de España está muy ligada a la figura del rey Juan Carlos I. Yo lo he comprobado en mi época de presidente, en el mundo, ante sociedades de todos los países. No se separa la imagen de la España democrática de la figura del rey Juan Carlos I. Y esto tiene un gran calado histórico. De ahí que yo sea un…
“Hablé con el Rey y estaba de acuerdo con la reforma de la sucesión a la Corona”
P. ¿Republicano entusiasta de la monarquía?
R. (Risas) Un convencido de la tarea importante que ha hecho Juan Carlos I como rey. Y además, puede ser por instinto conservador, pero mi experiencia como presidente es la de una institución [la monarquía] que siempre me ha parecido neutral y objetiva, en una sociedad democrática y plural. El Rey era la persona a la que podía confiar determinadas reflexiones, que en muchas ocasiones no hacía ni en el Consejo de Ministros.
P. ¿Llegó a tener esa relación con el Rey?
R. Absolutamente, sí, sí. Todo en temas de gran calado.
P. ¿Le dijo él alguna vez lo que opinaba sobre la reforma constitucional que propuso usted para cambiar el artículo referido a la sucesión a la Corona?
R. Claro, hablamos mucho de eso.
P. ¿Y estaba a favor?
“Era reformar el artículo 135 o acabar con un Gobierno técnico”
Pregunta. Usted fue el primer presidente del Gobierno que planteó, en 2004, una reforma constitucional, que no prosperó; y luego fue el presidente que propuso y logró consumar en 2011 —tras pactarla con el PP— la reforma más importante que se ha hecho hasta ahora: la del artículo 135 [que constitucionalizó el control del déficit]. Una reforma que se hizo muy rápido, después de 30 años de no tocar la Constitución, y que una parte de la base social de su partido vio como una renuncia o una claudicación ante determinados principios liberales. ¿Le pesa?
Respuesta. La reforma del artículo 135 fue muy útil. La Constitución prestó un servicio muy útil para la estabilidad financiera del país. Soy muy consciente de que el principio de estabilidad presupuestaria es un tema sometido a un gran debate, sobre todo en el ámbito progresista. Pero recuerdo que formó parte de mi programa electoral en 2004, lo apliqué cuando pude en toda la primera legislatura, incluso por encima porque tuvimos superávit, y es un principio que se ha aplicado en los países nórdicos, donde disfrutan de los mejores estándares de derechos y políticas sociales. Sí, defiendo el principio de estabilidad presupuestaria, aunque sé que hay mucha gente en la izquierda que no. Creo que la propuesta que ha hecho el PSOE este año de crear un fondo de garantía del Estado de bienestar en la Constitución complementa muy bien la idea de la estabilidad presupuestaria. Veo como una garantía tener unas cuentas públicas que te permitan en situaciones de dificultad mantener las políticas sociales.
P. ¿Aquella reforma de la Constitución fue una cesión de su Gobierno para evitar el rescate de España?
R. Fue en aquel momento una especie de iniciativa cautelar para no tener que verme en la tesitura de tomar otras medidas mucho más duras socialmente. Máxime en un momento, agosto de 2011, en el que ya estábamos en la recta final del mandato [las elecciones generales se celebraron en noviembre de 2011]. Entonces el escenario era llegar a las elecciones o a la campaña electoral como acabó Italia y Grecia, con Gobiernos técnicos, o tomar alguna iniciativa de calado que supusiera una imagen de fortaleza y de credibilidad.
P. ¿Esa iniciativa fue autónoma o inducida por alguien desde el exterior?
R. Completamente autónoma.
P. ¿Nadie le exigió...
R. Completamente autónoma.
R. Sí, aunque la situación fue evolucionando, digamos que fue de más a menos. Quizás porque se veía que la reforma no salía.
P. En su opinión, ¿lo que pasa en este momento en Cataluña tiene que ver con la sentencia de 2010 del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, como sostiene la Generalitat, o tiene que ver con el propio Estatuto que se aprobó en 2006?
R. El momento en que se produce el inicio del desbordamiento es la sentencia del Constitucional, inequívocamente. Lo he vivido en mi piel de una manera tan intensa que no tengo ninguna duda, y que nadie la tenga. La sentencia ha sido fundamental. Aunque es verdad que una sentencia por sí misma no explica un problema de fondo, que tiene mucha historia detrás…
P. Me refiero a si cree que el problema fue que el Constitucional recortó mucho aquel Estatuto o que aquel Estatuto era tan abiertamente inconstitucional que tuvo que ser recortado.
R. Me gusta ser muy respetuoso con los pronunciamientos de los tribunales. Simplemente diré que una sentencia con algunos matices, algo distinta, seguramente no hubiera originado la situación de tanto enfado que hubo en Cataluña. Y hay un problema de fondo: sería importante reformar el hecho de que un Estatuto votado por los ciudadanos pueda ser luego modificado por el Tribunal Constitucional.
P. ¿Instaurar el recurso previo de inconstitucionalidad?
R. Caben diversas fórmulas. Pero que la ciudadanía vote un texto estatutario y luego el Constitucional pueda reformarlo, me parece que esto fue un error del constituyente. Creo que el constituyente nunca pensó en esta posibilidad.
P. ¿Se arrepiente de haber prometido en un mitin que aprobaría el Estatuto que saliera del Parlamento de Cataluña?
R. ¡Eso fue hace 10 años! Después de eso gané dos elecciones. Es curioso porque ese tema, que ya expliqué, ha resurgido ahora. Y lo expliqué una y otra vez…
P. ¿Cómo lo explicó?
R. El debate entonces era si íbamos a apoyar un nuevo Estatuto catalán o no. No era sobre el contenido de ese Estatuto. La frase literal es cierto que podía haberla matizado mejor. Pero el sentido era evidente. Pascual Maragall proponía una reforma del Estatut y el PSOE tenía que tomar posición. Lo que pasa es que luego la frase ha ido transmutándose y ya todo el mundo piensa que dije que apoyaría cualquier Estatuto. No. Es verdad que el tenor literal que utilicé da lugar a que se pueda interpretar así. Es evidente que hay que medir cada coma de lo que se dice en los mítines... Pero el sentido es que yo sí estaba por la reforma del Estatuto, obviamente dentro de la Constitución.
P. ¿Hasta dónde hay que llevar el diálogo con el Gobierno catalán? ¿El diálogo es infinito?
R. El diálogo hay que llevarlo hasta la extenuación. Las fuerzas políticas que valoramos tanto la Constitución, la unidad de España, tenemos que decir que necesitamos a Cataluña, que España necesita a Cataluña, que queremos a los catalanes y a Cataluña. Lo tienen que sentir, y tenemos que ganar tanto el terreno de las ideas como el de los afectos. Hay que afirmar que la conjunción es siempre mejor que la división. No estamos solo ante un problema de índole financiero y fiscal, no.
P. ¿Mantendría usted el artículo 155, que permite la suspensión de una autonomía, o lo eliminaría? ¿Lo habría aplicado usted en alguna circunstancia?
R. Es un artículo que está poco desarrollado. Es un artículo que no me gusta. Nunca se me pasó por la cabeza. Creo que la democracia se gana siempre desde la democracia. La clave es el debate de las ideas. Cuando se presentó el plan Ibarretxe hubo algunos que hablaron de aplicar el artículo 155. Es un camino que no me parece útil. Por ejemplo, yo en relación con Cataluña echo de menos un debate en el Congreso de los Diputados sobre la situación. Me parece fundamental. El debate está en el Parlamento de Cataluña, pero en el Congreso solo hay debates colaterales. No sé cuál es el cauce reglamentario, pero creo que un debate en el Congreso con el Gobierno catalán, con Artur Mas, sería muy útil.
P. ¿Está pidiendo que el Congreso celebre un pleno sobre la situación en Cataluña como cuando se presentó el plan Ibarretxe, pero sin necesidad de que la Generalitat presente un proyecto de Estatuto como aquel?
R. El día que Ibarretxe compareció en el Congreso para debatir su plan fue un día fundamental para la democracia de este país. Y yo creo que teniendo el alcance que tiene el problema de Cataluña y teniendo en cuenta hasta dónde han llegado las posiciones del Parlamento de Cataluña sería extraordinariamente positivo que hubiera un debate a fondo en el Congreso, en pleno, con el Gobierno y todos los líderes de todos los partidos.
P. España es un Estado aconfesional que privilegia a la Iglesia católica. ¿Debería acabar la Constitución con ese privilegio?
R. La forma de Estado, la estructura de España y el tema religioso fueron los tres temas que arrastramos históricamente con motivo de nuestra división. Y son tres temas que encontraron un consenso en la Constitución. Yo solo los reformaría con amplio consenso.
P. ¿Pensó durante su etapa de Gobierno en revisar los acuerdos con la Santa Sede?
R. No. Porque no me parecía un tema prioritario en cuanto a las leyes que directamente benefician a los ciudadanos. No dudé en la ley del matrimonio homosexual, no dudé en la de interrupción voluntaria del embarazo, no dudé en Educación para la Ciudadanía, porque incidían directamente en los ciudadanos, en sus derechos y libertades. Pero siempre tuve presente lo que decía la Constitución acerca de la cooperación con la Iglesia católica. Tuve una relación de disputa pública con la Iglesia por las leyes que hice en materia de libertades. Pero releí muchas veces ese artículo siendo presidente y le tengo respeto a ese artículo.
P. Si hubiera consenso, ¿lo eliminaría?
R. Sí, con consenso sí. Pero si me dieran la posibilidad de hacer una lista con los 10 puntos para una reforma de la Constitución, no metería este [de la Iglesia].
P. ¿No apoya por tanto la propuesta de su partido de revisar los acuerdos con la Santa Sede?
R. Sí, sí, siempre estoy de acuerdo con las propuestas de mi partido. Eso no tiene que ver con la Constitución ni con la Iglesia católica. Algún tipo de colaboración singular tiene que haber porque lo dice la Constitución, a lo mejor no con lo que conocemos como Concordato.
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