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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Pinza o pacto?

Rajoy podría estar considerando la posibilidad de imprimir un cierto giro a la política de austeridad

Enrique Gil Calvo

Parece que por fin va a haber un cierto consenso bipartidista respecto a la posición de España ante la próxima cumbre europea. No parece sin embargo que el compromiso vaya a llegar mucho más allá, todo lo más acuerdos limitados sobre cuestiones parciales, quizá. Pero no desde luego el gran pacto político que el 4 de mayo solicitó la Corona en TVE por sugerencia del socialista Sacaluga. Sea como fuere, bienvenido sea el consenso que viene si sirve para reanimar nuestra deprimida economía, aunque llegue demasiado tarde para los millones de parados, las empresas quebradas y las familias desahuciadas.

¿Cómo se entiende este acuerdo inesperado entre unos líderes que parecían tan reacios a asumirlos, dadas las buenas razones que tenían para descartarlos? Como Rajoy goza de una sobrada mayoría absoluta, no necesita para nada el apoyo de Rubalcaba, al que puede marginar todavía más de lo que ya está por su propio partido. En cuanto a este, su lógico cuestionamiento interno parecía conducirle a extremar su radicalismo opositor. Entonces ¿a qué viene este acuerdo imprevisto?

Dos explicaciones parecen las más plausibles. La primera, muy frecuente entre la opinión publicada, es de tipo tacticista, y atribuye la decisión de pactar a una maniobra de Rajoy. Ante el ataque frontal sufrido por el ala derecha de su partido, con Aguirre y sobre todo Aznar a la cabeza, el presidente habría optado por protegerse triangulando su relación mediante un flirteo político con el ala moderada del PSOE que representa Rubalcaba, quien a su vez estaría interesado en defenderse de su flanco izquierdo, que tanto le cuestiona por su impotencia.

Y esta forma de verlo está reforzada por el doble encuentro de Rajoy con el expresidente González: en La Moncloa el mismo día en que Aznar iba a desautorizarle desde Antena 3, y al día siguiente en París, en un solemne encuentro internacional organizado por el grupo Prisa. Triangulación protectora en estado puro, pues así demuestra Rajoy que no precisa la aprobación de Aznar, ya que tiene las manos libres para jugar sus propias cartas buscándose nuevos compañeros de cama, como recomendaba hacer el fundador Fraga. Es la reedición de la pinza política, como aquella que Aznar le montó a González con ayuda de Anguita. Pero esta vez es el propio Aznar quien la puede sufrir, a manos de Rajoy y de Rubalcaba. ¿Nuevo caso de alguacil alguacilado?

Pero hay otra interpretación posible, aunque no tanto táctica como estratégica. Y es que Rajoy podría estar considerando la posibilidad de imprimir un cierto giro a la política de austeridad que viene defendiendo a ultranza desde el inicio mismo de la crisis, para pasar a adoptar una política de crecimiento como la que defiende Rubalcaba. Según vienen señalando los informes técnicos del FMI, desde aquel tan sonoro de enero pasado sobre los multiplicadores del ajuste fiscal sobre la recesión (Blanchard y Leigh: Growth Forecast Errors and Fiscal Multipliers, IMF/WP/13/01), hasta el último del jueves pasado sobre el erróneo rescate de Grecia, ha quedado taxativamente demostrado que la política de austeridad impuesta a la Europa del sur ha supuesto un fracaso garrafal, porque en lugar de reducir el déficit y la deuda los ha multiplicado, provocando la recaída en una persistente recesión.

Se hace por tanto preciso reconocer el error y rectificarlo, para no quedar como Bush atrapado en la guerra de Irak. Y si la Comisión Europea se empecina en no reconocer su error negándose a rectificarlo, los países rescatados, como España, tendrán derecho a exigirle responsabilidades. Pero si la UE debe reparar su trágico error también debería hacer lo mismo Rajoy, adoptando un urgente plan de choque para escapar de la depresión y recuperar el crecimiento. Ahora bien, los gobernantes no pueden reconocer así como así sus errores, como hizo Zapatero, so pena de quedar desautorizados para siempre. Sobre todo si han causado millones de víctimas empobrecidas y desempleadas.

De modo que en lugar de confesar su error, abjurando de sus continuas defensas de la austeridad pronunciadas en la tribuna del Congreso desde 2008, Rajoy podría repararlo tácitamente mediante un pacto que le comprometa a reclamar políticas de reactivación y crecimiento. Un pacto que Rubalcaba le va a comprar sin casi mirarlo porque lo considera una tabla de salvación para él. Y un pacto que va a provocar la más colérica reacción del desairado Aznar. Pero un pacto al que le empujan tanto la Corona, que espera vestir con él su propia desnudez, como la voluntad mayoritaria de los ciudadanos, que atribuyen nuestra ruina a la eterna peleíta que se trae entre manos nuestra casta política. ¿Demasiado bonito para ser verdad? Ojalá me equivoque y termine por haber pacto, aunque vistos los antecedentes haya que dudarlo.

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