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Rajoy rechaza el plan de Rubalcaba porque equivaldría a un rescate

El presidente justifica la subida de impuestos “Estuvimos a punto del crac” Aguirre exige bajar el IRPF y el líder del PP fija en 2015 el tope para reducirlo

Mariano Rajoy y Enrico Letta, ayer en La Moncloa.Foto: reuters_live | Vídeo: GORKA LEJARCEGI

Mariano Rajoy está ansioso por aliarse con la izquierda francesa y la italiana para torcer el brazo a su correligionaria Ángela Merkel y obligarle a aflojar su política de rigor mortis sobre las economías de la periferia europea, pero no está dispuesto a regalar ni agua a su propia izquierda doméstica. Ayer, en la conferencia de prensa que ofreció junto al nuevo primer ministro italiano, Enrico Letta (del Partido Democrático, excomunista), Rajoy se mostró displicente con la propuesta de pacto de Estado contra el paro lanzada por el secretario general del PSOE, Alfredo Pérez Rubalcaba. Casi de pasada, el presidente dijo que su iniciativa estrella —derivar a políticas de crecimiento económico 30.000 millones no utilizados de la línea de crédito abierta por la UE para sanear el sistema financiero español— ha sido rechazada por Bruselas y, sobre todo, implicaría “condicionalidades macroeconómicas”. Es decir, supondría “algo parecido” al rescate financiero que España se ha estado esforzando por evitar durante los últimos tres años.

Por si la ducha de agua fría no fuera suficiente, Rajoy se quejó de que el mismo partido que ahora le ofrece un pacto no apoyara ninguna de las medidas de ajuste aplicadas hasta ahora y devolvió la pelota a Rubalcaba al recordar que ahora tiene “la magnifica oportunidad” de respaldar el nuevo paquete de reformas que el Consejo de Ministros aprobó el pasado 26 de abril y que mañana miércoles expondrá en el pleno del Congreso. Aunque se mostró dispuesto a escuchar las propuestas de la oposición, “para no engañar a nadie”, dejó claras cuáles son sus líneas rojas: “No se puede volver a las políticas que nos han traído hasta aquí”. Es decir, las políticas anticíclicas de aumento del gasto público aplicadas por José Luis Rodríguez Zapatero al inicio de la crisis, en 2008.

Mucho más contemporizador se mostró Rajoy con quienes critican la política económica del Gobierno desde el seno del PP. El presidente se explayó en responder a la ex presidenta madrileña y líder regional del partido, Esperanza Aguirre, quien pidió que el Gobierno cumpla su promesa de eliminar la subida temporal del IRPF que aprobó el año pasado aprovechando los dos años suplementarios de margen que le ha dado la Comisión Europea para rebajar el déficit hasta el 3%. Tras reconocer que subir los impuestos no figuraba entre sus recetas económicas ni formaba parte de su programa electoral, insistió en que su propósito es volver cuanto antes a la situación previa a la última subida y, “a más tardar, en 2015”; es decir, al término de la actual legislatura. De momento, solo se comprometió a que este año no suban los impuestos importantes, “los que más afectan al ciudadano”; entre los que citó el IRPF o el IVA. Lo que deja al margen los impuestos especiales o el de sociedades.

Por la mañana, en la reunión del Comité Ejecutivo del PP, Rajoy dijo que el Gobierno tuvo que afrontar el año pasado un ajuste sin precedentes para el que no bastaba con recortar el gasto, sino que había que aumentar los ingresos. Por “responsabilidad” y porque la “circunstancia” —es decir, el riesgo de un rescate inminente— no dejaba otra alternativa.

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“Nosotros no queríamos subir los impuestos, pero el año pasado España estuvo a punto de un crac y era absolutamente necesario hacer una política de mayores ingresos, a través de la disminución del gasto en 20.000 millones de euros y del incremento de los ingresos en 2.000 millones. Cuando el Gobierno pueda, bajará los impuestos. Pero la prioridad era evitar una intervención”. En estos términos lo explicó, parafraseando a Rajoy, la número dos de los populares, María Dolores de Cospedal.

La secretaria general de los populares negó que se produjera un debate sobre el alcance de la reforma de la Administración, que un sector del partido quiere “más radical”, a pesar de que Aguirre se reafirmó en sus planteamientos ante la plana mayor del PP y el propio Rajoy.

La presidenta del PP madrileño preguntó, por ejemplo, por qué, si el aumento de ingresos procedentes de impuestos ascendió solo a 2.000 millones, no se exploraron otras vías de ajuste. Manuel Cobo, ahora en el equipo de Rajoy en Génova, le explicó que, sin esas subidas, la pérdida real hubiera sido de 10.000 millones.

El ministro de Hacienda, Cristobal Montoro, también contradijo a Aguirre con decisión y le recordó que durante el primer mandato de José María Aznar (1996-2000), el Ejecutivo del que ella formó parte tardó tres años en bajar impuestos. Nada ha cambiado desde entonces, según Montoro. Salvo las circunstancias. “Somos los mismos y pensamos en los mismos términos”, subrayó el ministro.

Aguirre, por su parte, manifestó a los periodistas que Rajoy debió explicar “desde el primer día” las medidas del Plan Nacional de Reformas para evitar el “descorazonamiento” que produjo la rueda de prensa del Consejo de Ministros del pasado 26 de abril, cuando el Gobierno asumió públicamente que acabará la legislatura con más paro del que se encontró al llegar

A pesar de ello, todos los barones del PP, muy inquietos por el desgaste, trataron de suavizar el tono del enfrentamiento. El sucesor de Aguirre al frente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, consideró que ésta y Rajoy “hablan de lo mismo”; mientras que el líder de los populares vascos, Antonio Basagoiti, destacó que “el PP no es una secta” y caben distintas opiniones.

Decidido a mantener el rumbo del ajuste y la reducción del déficit, aunque sea con un ritmo menos brusco gracias a la prórroga hasta 2016 que le ha dado la Comisión Europea, Rajoy también espera que lleguen de Bruselas las medidas de estímulo. Ayer se conjuró con el italiano Enrico Letta para presentar ante el Consejo Europeo de junio un plan de medidas de lucha contra el desempleo juvenil, que en Italia roza el 39% y en España el 57%. Además de exigir que se ponga ya en práctica la unión bancaria acordada hace un año. “Sería un error imperdonable perder esta ocasión y dejarlo para otoño”, dijo Letta, consciente de que Merkel tratará de posponer cualquier compromiso hasta después de las elecciones germanas de septiembre.

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