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Cómo viajar de 12.000 millones a cero

España y Portugal han olvidado los cuatro proyectos de AVE presentados hace 10 años

Antonio Jiménez Barca

Hubo una histórica cumbre bilateral hispano-lusa celebrada en 2003 en Figueira da Foz, presidida por los conservadores José Manuel Durão Barroso y José María Aznar, en la que se presentaron cuatro megaproyectos de AVE: el Madrid-Lisboa, el Oporto-Vigo, el ramal Aveiro-Salamanca y el Faro-Huelva. El presupuesto que se manejaba por entonces mareaba: 12.000 millones de euros. Después, con los años, todos estos planes se olvidaron hasta que solo sobrevivió, a duras penas, el más obvio, los 700 kilómetros largos del Madrid-Lisboa, recorridos hoy aún por un tren nocturno y viejo que tarda toda una noche en llegar. Durante los años siguientes, cumbre a cumbre, se ratificó el plan, aunque se empezaron a dar largas en cuanto a la fecha de conclusión. Aznar y Barroso, en 2003, aseguraron que en 2011 los lisboetas llegarían en el flamante AVE a Madrid (y viceversa) en menos de tres horas. Después, sucesivamente, se habló de 2013, de 2015…

Hasta que llegó la crisis. En 2009, en plena campaña electoral portuguesa, la conservadora Manuela Ferreira Leite acusó a su oponente, el socialista José Sócrates, de trabajar más por España que por Portugal al apoyar un AVE que, a su juicio, convenía más a los españoles que a los portugueses. El tren de alta velocidad Madrid-Lisboa y, por extensión, la compleja relación Portugal-España (vista desde Portugal) se convirtieron en el eje de una envenenada campaña que, a la postre, ganó Sócrates.

El dirigente socialista se agarró al viejo proyecto de unir las dos capitales, y así lo ratificó en sus respectivas cumbres (cada vez más descafeinadas, cada vez con menos dinero) celebradas con José Luis Rodríguez Zapatero.

Hasta que llegó el rescate financiero en abril de 2011. Y nuevas elecciones en junio. El actual primer ministro, el conservador Pedro Passos Coelho, siendo candidato, avisó de que abandonaría el proyecto si salía elegido. Y así fue. En marzo del año pasado, Portugal daba por definitivamente archivado el AVE Lisboa-Madrid o, al menos, el Lisboa-Badajoz. Los casi 2.700 millones de euros de aportación lusa al plan eran absolutamente inasumibles para un país atrapado en una recesión creciente, en un programa de recortes galopante, en una política de adelgazamiento a machamartillo del gasto público. Por poner un ejemplo: este año, el Gobierno portugués está empeñado en ahorrar, a base de recortes en la función pública que incluyen despidos de funcionarios y subida de las pensiones, unos 4.000 millones de euros.

Así, la prioridad portuguesa en materia ferroviaria pasa ahora por construir una línea de ancho europeo que conecte el puerto de Sines con Badajoz (y el resto de Europa) destinada, sobre todo, al tráfico de mercancías a fin de favorecer las exportaciones. También podrá transportar viajeros, es cuatro veces más barata y puede llegar a los 200 kilómetros por hora. El problema es que aún carece de fecha clara de finalización.

España, por su parte, no ha renunciado al proyecto, aunque este se ha ralentizado. Con todo, hay voces críticas que cuestionan una infraestructura que, sin su contrapartida lusa, carece, a su juicio, de mucho sentido. Eso sostuvo en mayo de 2012 el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, que veía mal que Barcelona se apretara el cinturón mientras el país “contribuía a esa burrada”. El presidente de la Junta de Extremadura (la región más perjudicada por la decisión portuguesa de abandonar el proyecto), el popular José Antonio Morago, le contestó de un modo terminante: “Si ten collons (sic), dímelo a la cara”.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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