“Me insulta saber que hay hogares donde se cobran 8.000 euros”
Desempleados que ya han consumido la ayuda cuentan su día a día sin trabajo
Esther Cañizares Núñez se siente herida por el ejemplo que la ministra de Empleo, Fátima Báñez, dio este viernes para explicar a quién correspondería la subvención del Plan Prepara en la nueva versión que el Consejo de Ministros acaba de aprobar. “Me insulta saber que hay hogares donde se cobran 8.000 euros y un niñato tiene una paga de 400 euros por no hacer nada. ¿Envidia? Tal vez... ¿Injusto? También”, afirma.
Cañizares casi se disculpa por sus palabras en un correo electrónico enviado a EL PAÍS. La impotencia se refleja en cada línea. Tiene 19 años, pero ya lleva mucho peso sobre sus espaldas. Se encuentra en el segundo año de carrera. Su padre se ha prejubilado por un alto grado de minusvalía y cobra una pensión de 200 euros. Su madre lleva parada desde 2009, cuando la despidieron de una oficina en la que trabajó durante más de 16 años. Padece fibromialgia, una enfermedad “que no mata pero jode”. Su estado le impide encontrar trabajo “de cualquier cosa”, aunque trata de aprovechar las oportunidades que salgan. La madre de Cañizares cobra 400 euros de ayuda del Estado, que se le terminarán dentro de dos meses. Y necesita una operación para frenar un tumor benigno que le puede provocar la ceguera. Pero las listas de espera son largas.
Esta estudiante valenciana compagina su carrera con su nuevo trabajo de hostelería y con las tareas de la casa. La joven gana alrededor de 600 euros que son “la paga” de sus padres. Los ingresos mensuales de la familia, a la que hay que sumar una hermana pequeña de siete años, llegan a 1.200 euros. A final de mes, las cuentas no cuadran.
Nuria Cabrerizo, de 32 años, ha estado llamando a distintas puertas por toda España para lograr un empleo de lo suyo, que es el diseño gráfico. Pero no lo ha conseguido; no ha tenido ni una sola entrevista.
Cabrerizo se quedó sin la prestación del Plan Prepara en marzo. Ahora subsiste por su madre, “que tiene ganado el cielo”, y un novio, dice, que no se merece, quien es mecánico de compresores. Él también se encuentra amenazado por un concurso de acreedores en su empresa. La ventaja que ha tenido Cabrerizo, cuenta ella misma, es que no ha pagado alquiler —aunque se ha mudado muchas veces de casa—, al compartir techo con su madre, su tía y su novio.
Ahora esta mujer de Ciudad Real lleva meses esperando: “Rezo cada día para que alguien me llame por teléfono y me diga que tengo algo”, dice.
A Vanesa Cárdenas la llegada de septiembre —cuando se le va a agotar la prestación del Plan Prepara— le inspira miedo. Su pareja también se encuentra en paro y tienen dos hijas, de ocho y cuatro años que “necesitan muchas cosas para crecer”. Esta mujer de 29 años, natural de Chipiona (Cádiz), ha ido encadenando trabajos como camarera, como limpiadora y en tareas del campo. Ahora, aún siendo verano, no encuentra nada en los hoteles de la localidad en la que vive, ni en la vecina Rota.
No sabe qué hará cuando ya no reciba la ayuda de 400 euros mensuales. “El Gobierno tendría que fijarse en la situación de las familias”, señala enfadada. La falta de cobertura una vez que se pasan los seis meses estipulados por el Prepara, sostiene, “solo impulsa a la gente a hacer cosas malas”.
A Miguel Rico, un pedagogo de Sevilla, le reconocieron el derecho a cobrar los 400 euros en julio, pero le advirtieron de que no habría una fecha fija de pago. “Me han dicho que en Andalucía hay un retraso de unos tres meses”, se lamenta. Él no tiene cargas familiares, pero sí una hipoteca que pagar cada mes. Por ahora puede ir tirando de los ahorros. Si no, le tendrían que ayudar sus padres. Rico cree que los 400 euros son necesarios. Si el plan “no está resultando eficaz, deberían organizarlo mejor”, indica.
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