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“El Rey se ha querido poner a prueba”

El Príncipe destaca la fortaleza de su padre en el Día de las Fuerzas Armadas

Todas las miradas estaban puestas en él. Y él lo sabía. Después de mes y medio de ausencia, motivada por sus dos operaciones de cadera, el Rey reapareció ayer en público en la Plaza Mayor de Valladolid, donde presidió el acto central del Día de las Fuerzas Armadas.

Bajó del coche oficial y subió por una rampa hasta la tribuna, apoyándose en una muleta. Luego, la apartó como un objeto inútil y adoptó la posición de firme. Desfilaron banderas coronelas portadas por militares con uniformes de la época de la Constitución de Cádiz, saltaron dos paracaidistas portando una bandera de España de 39 metros cuadrados, sonaron los acordes del homenaje a los caídos, sobrevoló la patrulla Águila dejando una estela rojigualda... Pasaron los 45 minutos que duró el acto castrense y el Rey seguía en pie, con uniforme de capitán general del Ejército de Tierra. A su lado, la Reina. Un paso atrás, los Príncipes de Asturias y las demás autoridades.

La organización había dispuesto sillas para que todos pudieran sentarse. Pero él no lo hizo y los demás le imitaron. “Si el jefe no sienta, nadie se sienta”, explicó el ministro de Defensa, Pedro Morenés, en lo que parecía una queja, pero no lo era.

“Él ha querido ponerse a prueba”, dijo don Felipe de su padre. “Basta que le digan que no [va a aguantar] para que...”. Aún convaleciente, exhibió la fortaleza de su voluntad, más sólida que su salud. Don Juan Carlos, que ha sido durante 35 años el rostro de la democracia española, quiso demostrar, en un momento en que la imagen de España aparece más debilitada que nunca, que el jefe del Estado no se da por vencido, pese a su visible quebranto físico.

No solo aguantó todo el acto sin doblar la rodilla sino que, a su término, bajó para saludar uno por uno a los familiares de los 14 militares muertos en acto de servicio durante los últimos 12 meses; e incluso, aunque la Casa del Rey había sugerido lo contrario, acudió a la recepción que ofreció el ayuntamiento en el Palacio Real que albergó a la Corte española a principios del XVII para departir, durante un cuarto de hora, con los invitados.

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“A ver si vosotros hubierais aguantado lo que yo”, bromeó el Rey con los periodistas. No estaba claro si se refería al tiempo que permaneció de pie o al alud de críticas que recibió por su polémica cacería en Botsuana. “Vosotros [si estáis mal de salud] os quedáis en casa y a mí...”, agregó, haciendo con la mano el gesto de dar una paliza.

Las alrededor de 3.000 personas que presenciaron el acto castrense aplaudieron a los Reyes, e incluso se escucharon algunos vítores aislados, pero no se desbordó el entusiasmo. Algunos atribuyeron la aparente frialdad a la supuesta sobriedad castellana; y otros se dieron por satisfechos, como Morenés, que destacó la acogida popular a pesar de la difícil situación económica, que está “tocando mucho el bolsillo” de los ciudadanos.

Al mismo tiempo, a menos de un kilómetro, un millar de personas, convocadas por una veintena de colectivos —entre ellos, Izquierda Unida, asociaciones de vecinos y el sindicato CGT— , se manifestaba tras una pancarta contra “los privilegios reales y los gastos militares”. La marcha, que transcurrió sin incidentes, finalizó con la lectura de un manifiesto que rechaza que “dinero del erario público se utilice en la organización de paradas militares [...] en pleno proceso de desmantelamiento de la sanidad y la educación pública”.

El contrapunto lo puso el alcalde de la ciudad, Francisco Javier León de la Riva, quien, en presencia de don Juan Carlos, mostró su orgullo por “hablar en español” y por “escuchar con respeto la interpretación del himno nacional”, en alusión a los pitidos que se produjeron durante la final de la Copa del Rey.

Más allá del gesto de ayer, la verdadera prueba de la recuperación del Rey es el viaje que inicia hoy. Don Juan Carlos recorrerá casi 22.000 kilómetros en tres días para visitar Brasilia y Santiago de Chile y asistir en Antofagasta (Chile) a la cumbre inaugural de la Alianza del Pacífico, donde se reunirá con los presidentes de Chile, Sebastián Piñera; México, Felipe Calderón; Colombia, José Manuel Santos; y Perú, Ollanta Humala.

El lunes se entrevistará con la presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, de quien el Gobierno espera que confirme al Rey su decisión de acudir a la Cumbre Iberoamericana de noviembre próximo en Cádiz. La participación de Brasil, que tradicionalmente ha mantenido una actitud distante hacia estas cumbres, se considera fundamental para garantizar su éxito tras el fiasco de la anterior cita, celebrada en diciembre pasado en Paraguay, a la que faltaron la mitad de los mandatarios; y la crisis entre España y Argentina por la nacionalización de YPF.

Pero el viaje tiene, sobre todo, cariz económico, como demuestra el hecho de que el Rey viaje acompañado por una selecta delegación empresarial de la que forman parte, entre otros, los máximos responsables del Santander, Emilio Botín; Iberdrola, Ignacio Galán; Repsol, Antonio Brufau; Telefónica, César Alierta; Endesa, Borja Prado; o Indra, Javier Monzón.

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