¿Constituye el cambio climático una amenaza para la paz mundial?
Los científicos estiman que en los próximos diez años se sufrirán más inundaciones, las sequías serán más extensas, las tormentas más frecuentes e intensas, los incendios y las altas temperaturas cada vez más letales y la seguridad alimentaria mundial estará en riesgo. De no tomar medidas urgentes, estos factores exacerbarán las tensiones sociales y los conflictos
Cuando el Consejo de Seguridad de la ONU fue creado con el fin de mantener la paz y la seguridad internacional, difícilmente podía imaginarse que 75 años más tarde, en su seno se debatiría sobre el cambio climático. Sin embargo, el pasado diciembre, allí se trató una propuesta de resolución que considera al cambio climático como una amenaza sobre la paz y la seguridad internacional; y pide a la ONU que aborde los factores climáticos como una prioridad en sus operaciones de paz y prevención de conflictos.
La crisis climática “puede provocar guerras y desplazamientos masivos”, sostuvo Antonio Guterres, Secretario General de la ONU, al comenzar la reunión. También, alertó que la ventana de oportunidad para actuar se está cerrando rápidamente. Los desastres climáticos ya han obligado a 25 millones de personas a dejar sus hogares. El 90% de todos los refugiados del mundo proceden de los países más vulnerables al cambio climático. En países como Malí o Irak, los terroristas aprovechan cuestiones climáticas como las sequías para reclutar y expandir su dominio. En Sudán del Sur, el desplazamiento provocado por las recientes inundaciones ha vuelto a incrementar las tensiones entre las comunidades. Situaciones similares comienzan a observarse por todo el mundo. La amenaza climática pone en riesgo “todo lo que nos brinda seguridad” como la producción de alimentos y el acceso a agua potable, temperaturas soportables o suelos habitables. El International Crisis Group, que monitorea los conflictos en el mundo, ha incluido por primera vez al cambio climático como un riesgo mundial en su informe del 2021.
Los científicos estiman que en los próximos diez años, como consecuencia del cambio climático, se sufrirán más inundaciones, las sequías serán más extensas, las tormentas más frecuentes e intensas, los incendios y las altas temperaturas cada vez más letales y la seguridad alimentaria mundial estará en riesgo. Las migraciones y las epidemias se multiplicarán y los medios de subsistencia de millones de personas serán destruidos. De no tomar medidas urgentes, estos factores exacerbarán las tensiones sociales y los conflictos, generando un “riesgo clave para la paz, la seguridad y la estabilidad en el mundo”.
A pesar de esto, el Consejo de Seguridad no logró evadir la dinámica geopolítica de estos tiempos y la propuesta fue desechada aunque 12 de sus 15 miembros votaron a favor. Además, se había logrado el apoyo de 113 países que se sumaron como copatrocinadores a Níger e Irlanda, quienes habían liderado las negociaciones. Pero la India y Rusia (haciendo uso de su poder de veto) votaron en contra y China se abstuvo. La utilización del veto por parte de uno de los cinco miembros permanentes (Rusia, China, Reino Unido, Francia y EE UU) es suficiente para dejar sin efecto cualquier iniciativa.
Esta propuesta, basada en negociaciones que se llevan a cabo desde el año 2007, implicaba un punto de inflexión porque hubiese sido la primera resolución formal sobre este asunto a nivel global. La propuesta apuntaba a definir mecanismos claros para que el Consejo pueda predecir, evaluar o responder ante amenazas climáticas en materia de seguridad. Contemplaba pedir al jefe de la ONU que realice un informe exhaustivo sobre la seguridad climática, que incluiría recomendaciones sobre cómo abordarla.
El borrador también pedía a las misiones de la ONU en el terreno que informen con más frecuencia sobre preocupaciones relacionadas con el clima y alentaba a la ONU a desplegar expertos para entrenar a su personal. Un 80% del personal de mantenimiento de paz de la ONU se encuentra en países altamente vulnerables al cambio climático. En caso de ser aprobada, la resolución aseguraba que el Consejo tendría reuniones formales y periódicas sobre esta cuestión; manteniendo la vigencia del debate. Otras resoluciones temáticas como la 1325 sobre mujeres, paz y seguridad, representaron un hito innovador y lograron contribuir a avanzar el tema en la agenda internacional.
En un mundo reacio al multilateralismo, mantener metas ambiciosas en cuanto a la mitigación y adaptación al cambio climático, podría constituir una de las formas más efectivas de prevenir conflictos
Los que se oponen a la resolución sostienen que la amenaza climática a la seguridad debería tratarse en la esfera de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (UNFCCC). Piensan que el Consejo no debe involucrarse para no restar crédito ni duplicar este proceso. Rusia, por ejemplo, considera asimismo que la resolución tiene el riesgo de convertir una cuestión científica y socioeconómica en una cuestión politizada y que no debe desvíarse la atención de este órgano de las amenazas de seguridad tradicionales.
La última reunión de la UNFCCC, que se realizó el mes pasado en Glasgow, dejó un sabor amargo en cuanto a los compromisos de los países para reducir sus emisiones, financiar la adaptación o tomar seriamente la discusión sobre daños y pérdidas. En ningún momento, se abordó el vínculo entre seguridad y clima, con excepción de un evento paralelo. Es por eso que una posición tomada en el Consejo de Seguridad, lejos de crear duplicación, hubiese contribuido a reafirmar este vínculo y abrir la puerta a la consideración de propuestas concretas. Sin embargo, a futuro será difícil lograr una votación favorable. Este 2022, ingresarán como miembros Albania, Brasil, Gabón, Ghana y Emiratos Árabes Unidos, la mayoría con una mirada adversa a aprobar resoluciones temáticas sobre seguridad climática.
Para algunos países, como Irlanda, la votación fue un recordatorio que el Consejo de Seguridad necesita urgentemente una reforma y que utilizar el poder de veto es un anacronismo. Difícilmente un sistema colectivo de seguridad que ha permanecido intacto desde 1945 pueda hacer frente a las amenazas actuales. Una reforma que incluya el debate sobre representación regional, poder de veto y membresía, será esencial para brindarle mayor legitimidad. Se debe fortalecer su capacidad de prevenir y anticipar las crisis así como expandir su alcance a las raíces de los conflictos como la pobreza, desigualdad, cambio climático u otras amenazas como catástrofes o epidemias.
En un mundo reacio al multilateralismo, donde los conflictos armados se multiplican y las divisiones geopolíticas son cada vez más marcadas, mantener metas ambiciosas en cuanto a la mitigación y adaptación al cambio climático, podría constituir una de las formas más efectivas de prevenir conflictos a futuro. O, al menos, eliminar factores fundamentales que ponen en riesgo la estabilidad mundial.
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